El consejo de verdad, para los voceros oficialistas es que hagan mientras dura la investigación, una veda de toda las acusaciones y amenazas dirigidas a la oposición
Por Énder Arenas Barrios / La Verdad
Este artículo lo escribo de manera inusual el viernes, siempre lo hago los jueves. El asesinato del diputado Robert Serra me dejó, como estoy seguro que al resto del país también, sorprendido y paralizado.
Así que esperé hasta el viernes para ver como reaccionaría el país, sus dirigentes y, de manera mas modesta, yo mismo a quien la muerte de quien sea, me llena de angustia.
Esperé con ansia los mensajes que todos los días nos llegan a los programa de TV y radio y aunque siempre nos llega un promedio de 850 mensajes de textos, hoy sobrepasamos ese número.
Un 30 por ciento de ellos provenían del lado oficialista. Bueno, ese 30 por ciento exigía venganza. Vieja manía de la izquierda con resabios asiáticos que nos gobierna que cada muerte de sus camaradas debe ser vengada: “¡Fulano, camarada, tu muerte será vengada¡”, seguida del infaltable: “Honor y Gloria” para fulano, zutano o perencejo, no importa que el camarada haya sido arrollado por un autobús o haya muerto de dengue hemorrágico, aunque este no es el caso en este terrible evento donde fue asesinado el diputado Serra.
Pero, los mensajes de textos que llegan a los programas vienen de las bases chavistas y voy a suponer que ellas han sido siempre activadas por los latiguillos de la guerra contra los enemigos de siempre: el imperialismo, el fascismo, los perros opositores, los gusanos, también opositores, los escuálidos, el departamento de Estado norteamericano, la CIA, los lacayos de los gringos, los paramilitares, la derecha rapaz, la ultraderecha, etc. Es decir, voy a suponer que el odio de los mensajes de este terrible viernes son expresiones acríticas y viscerales de gente que no sé qué vaina busca en la vida, inclusive, aquellos mensajes que me expresan sus deseos de fusilarme mediante un juicio popular y revolucionario. ¡qué molleja¡.
Obviamente que el diputado Serra no era Bambi, y su presencia jactanciosa y prepotente me producía arrechísimos calambres, pero, carajo, aunque la muerte no convierte a los hombres que nos han jodido hasta la saciedad en hombres buenos, eso no justifica de ninguna manera los otros mensajes, también desagradables de sectores de la oposición con chistes de mal gusto donde se vuelve a matar al diputado. De estos sectores pienso lo mismo que de los anteriores. Pero al final, los mensajes de ambos sectores son esos mensajes marginales que el domingo nadie se acuerda de ellos y no van a producir resultados indeseables, por ahora.
Pero hay otros mensajes de otros voceros cuyos llamados a la venganza sí son peligrosos y son justos aquellos voceros que para lo único que están autorizados es para desactivar el lenguaje y la retórica de la violencia, la venganza y la escabechina. Son los voceros oficialistas que gritan venganza, como la señora ministro de asuntos penitenciarios, Iris Varela, o el señor Diosdado Cabello o Miguel Rodríguez Torres quien después de pedirle a la oposición que no convierta el crimen de Serra en un show mediático hace exactamente lo mismo denunciando planes macabros de la oposición antes de empezar y culminar las investigaciones.
Otro mensaje lamentable es el de la señorita hija del fallecido Hugo Chávez, otro que se llevó la medalla de oro fue Samper, quien desde Quito envió una acusación contra los paramilitares en una injerencia desconsiderada en la política del país.
Pero el peor de todos, lamentablemente, fue el del mismísimo presidente de la República, Nicolás Maduro, quien con la misma cantaleta de siempre volvió acusar a los acusados de siempre, responsables de todas las guerras y de todos los males que aquejan a Venezuela y el mundo.
El consejo, de verdad para los voceros oficialistas es que hagan, mientras dura la investigación, una veda de toda las acusaciones y amenazas dirigidas a la oposición, pues ya existe la experiencia de otros crímenes que resultaron sin vinculación política alguna y, aquellos voceros oficiales, que señalaron a eventuales autores nunca ofrecieron una disculpa y le jodieron la vida a muchos.
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