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sábado, 1 de noviembre de 2014

El primer antichavista del mundo. Por Fausto Masó


Por Fausto Masó / El Nacional

Antes que Chávez fuera Chávez, cuando era un oscuro oficial, el primer antichavista del mundo no dejó en pie ninguna de sus ideas. Como no lo leyeron, Chávez llegó al poder.

Se llamaba Carlos Rangel, se pegó un balazo varios años antes del golpe del 4 de febrero. Carlos Rangel fue el único intelectual que creyó que la democracia venezolana era digna de ser defendida, a contrapartida de un Uslar Pietri, por ejemplo.

Carlos Rangel refutó al chavismo antes de que existiera. En la UCV quemaron sus libros, lo agredieron físicamente a él y a su esposa Sofía Imber.

Carlos Rangel afirmaba:

“Esto no es el paraíso, pero tampoco es el infierno. Esto es un país cuyo progreso se acerca bastante al máximo posible. Pero la mentira que sí se dice todos los días, que todo es malo en este país y que es preciso destruirlo todo para construir algo que valga, es lo que tratamos de refutar nosotros día a día”.

El discurso de Chávez usa el mito del buen salvaje, la imagen de un país víctima de extranjeros malvados, primero, de los españoles; más tarde, los norteamericanos. Carlos Rangel escribió: “Todo comienza con el rechazo de todo lo español, la pretensión descabellada de que nada le debemos a España, de que fuimos invadidos por España en 1492, y de que 300 años más tarde cuando expulsamos a los españoles volvimos a ser los indios americanos precolombinos. En México se llega al extremo de que en todo el país no hay ni un monumento a Hernán Cortés. Ellos sostienen seriamente que ellos expulsaron al invasor español hacia 1820, no tengo la fecha exacta en la memoria, con el agravante de que México o Nueva España, como se llamaba, fue una de las provincias españolas en América más fiel, que allí los criollos no tenían ganas de romper con España, tampoco el Perú. En México, consumada la ruptura y ya en evidencia esta mitología, sostienen haber expulsado al invasor español, Cortés es un canalla en los murales de Diego Rivera, y Colón es el hombre que, por desgracia para México, vino en esas fatídicas carabelas a estropear el Nuevo Mundo, el viejo mundo americano, el mundo precolombino, el mundo del buen salvaje”.

“El mito del buen salvaje lo creó Occidente, y ha conquistado el mundo, una civilización revolucionaria, porque antes de pensar los hombres que el buen salvaje existía, en lugar de ser un vago mito, aceptaban, menos mal, los malos gobiernos, que son todos, pero desde que se piensa que es posible un gobierno perfecto y una sociedad perfecta, los hombres nos hemos hecho más impacientes con los gobiernos que tenemos. Entonces se produce la primera revolución moderna, que es la Revolución norteamericana, y las provincias españolas de América, removidas por ese hecho, se ponen a jugar a la independencia, yo digo a jugar a la independencia porque es lo que creían ellos que estaban haciendo; es cierto que oligarquías criollas sienten que, tal como los criollos norteamericanos, estos descendientes de ingleses, ellos podrían sustituir sin demasiada pena, ni demasiados problemas, ni demasiada sangre, ni demasiada violencia y sin destruir nada, desde luego, al gobierno colonial español por gobiernos locales. Eran los primeros nacionalistas, los primeros dirigentes de una sociedad que querían ser ellos mismos quienes ocuparan los primeros puestos, y no los enviados de la península. Lo que ocurrió fue bien diferente, fue una guerra terrible que duró 15 años y donde Hispanoamérica quedó casi destruida. En esa guerra se declararon aquellos hombres herederos, descendientes y vengadores de los incas, de los aztecas, los otros imperios indígenas que habían sido conquistados por España, y luego se declararon, por lo mismo, ajenos y enemigos de todo lo español. Posteriormente, América española entra en una etapa de seguir imitando a Estados Unidos, y digo seguir imitando porque el movimiento de emancipación fue una imitación del movimiento de emancipación norteamericano, mucho más que el francés, que es otra de las mentiras que dicen, como hoy en día los norteamericanos ya no son populares ni simpáticos, ya nadie quiere admitir que se les deba nada.

“En Venezuela nadie recuerda que se quiso declarar la Independencia el 4 de julio de 1811, en el aniversario de la Declaración de Independencia norteamericana. Como no se pudo ese día, se declaró el 5. Las constituciones de la América española están calcadas de las estructuras políticas norteamericanas”.

El libro lo tituló Carlos Rangel: Del buen salvaje al buen revolucionario.

Los latinoamericanos se presentaron como los descendientes del “buen salvaje”, de esos indios supuestamente “virtuosos, bondadosos, pacíficos, felices, que vivían en sociedades justas...”. ¡Pura mentira! Se inventó que había millones de indios. 100 millones-150 millones, o 200 millones... Todo examen científico de este problema concluye que no había más de 10 millones o 15 millones de habitantes en el hemisferio. Tenochtitlán, de acuerdo con cualquier análisis medianamente científico, no tuvo más de 20.000 o 30.000 habitantes.

Aunque Rangel fuera de los pocos intelectuales venezolanos que defendiese a los exilados cubanos y condenase la dictadura cubana, reconoció la estatura política de Fidel Castro. Después del Libertador era el primer latinoamericano que había trazado una política de alcance mundial. Según Rangel, el complejo de inferioridad que sienten los líderes latinoamericanos hacia Castro los colocaba en una posición ridícula. Admiraban en silencio su desafío a Estados Unidos sin imitarlo.

Carlos Rangel fue el primer antichavista del mundo. No lo leyeron, no lo leen. Así nos va.


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