ALEXANDER CAMBERO | EL UNIVERSAL
Sí llegase a comprobarse que Nicolás Maduro nació en la ciudad colombiana de Cúcuta, capital del departamento del Norte de Santander, estaríamos en presencia de la peor estafa infringida a la buena fe de los venezolanos. Un engaño gigantesco que no solo es violatorio de la Constitución, sino que demostraría la poca idoneidad que tiene quien usurpa el poder desde Miraflores. Ya no sería lograr el gobierno a través de un proceso fraudulento en donde el CNE mostró una sumisión absoluta a los intereses oficiales. La máscara democrática y de respeto a las leyes de la república rodaría hasta lo más profundo de la inmoralidad. Dejando al ilegítimo como un auténtico charlatán. Nuestra Carta Magna es clara en su ordenamiento jurídico. El artículo 41 de la actual Constitución sentencia: "Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad, podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República". El 227 señala lo siguiente: "Para ser elegido Presidente o Presidenta de la República se requiere ser venezolano o venezolana por nacimiento, no poseer otra nacionalidad, mayor de treinta años, de estado seglar y no estar sometido o sometida a condena mediante sentencia definitivamente firme y cumplir con los demás requisitos establecidos en esta Constitución". El texto es sumamente explícito. Quien no reúna dichas condiciones no puede postularse, y si lo hace incurre en un delito por lo cual sus actos son ilegales y revisten nulidad absoluta, esta normativa aparece en casi todos los textos constitucionales del mundo. Los legisladores buscaron defender el carácter soberano de los pueblos, impidiendo que las naciones fueran regidas por funcionarios nacidos en otras latitudes y que respondieran a poderes subalternos. La idea aristotélica era que el Estado fuera dirigido por los poseedores de grandes fortunas, y dentro de éstos los más virtuosos, son los elegidos para dirigir la sociedad (solamente a ellos les pertenece la ciudadanía), puesto que lo son por su condición social, al estar liberados de todo trabajo manual. La guerra del Peloponeso y el expansionismo macedonio debilitan a Grecia y los pueblos logran autonomía, es desde allí en donde se fortalece la idea de ser administrados por ellos mismos.
Queremos aclarar: no cuestionamos a Colombia como supuesta patria de Nicolás Maduro. Tampoco el origen cucuteño de sus raíces familiares. Queremos muchísimo a nuestra hermana histórica, los lazos que nos unen no se desatarán jamás. Son millones de hogares de ambos lados del territorio, en donde por el torrente sanguíneo fluyen las dos naciones. Haber nacido en Colombia no es un delito, solo le impide a Nicolás Maduro ser presidente de Venezuela. El hecho haría que sus actos, acciones y ejecutorias estén viciados de nulidad absoluta. Incluyendo su postulación como abanderado del régimen. Si se comprueba, tendría que salir inmediatamente del gobierno, para enfrentar a la justicia como usurpador del poder y responder por la utilización de los recursos que manejó sin estar facultado.
La vida es tan extraña que Nicolás Maduro puede terminar siendo compatriota del prócer neogranadino Francisco de Paula Santander, del expresidente Álvaro Uribe Vélez y del actual: Juan Manuel Santos. Lo que sí le agradaría es compartir ciudadanía con los terroristas de las FARC. ¡La sangre llama...!
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