Luis Vicente León / Prodavinci
Seamos sinceros: desde hace mucho tiempo el Presupuesto de la Nación hecho por el gobierno de Venezuela dejó de ser un ejercicio serio, ni de proyección ni de planificación.
Basta una revisión simple de la historia para entender que el país no se rige por ese presupuesto y que, además, sus supuestos no se cumplen. Desde hace muchos años los gobiernos han utilizado la figura de los créditos adicionales para funcionar ordinariamente fuera de presupuesto.
En un país dependiente de petróleo, tener una idea del precio del barril es vital para entender la disponibilidad de recursos con las que se contará para el año siguiente y así tomar decisiones estratégicas. Pero todos sabemos que ese precio no se está estimando técnicamente, sino políticamente y por debajo de los estimados reales (a veces muy por debajo), con el objeto fundamental de concentrar los recursos en el gobierno central.
Es una razón muy distinta a la de ser conservador: se trata de evadir el situado constitucional.
Por si alguno de los lectores no lo sabe, parte de los ingresos ordinarios estimados de la renta petrolera debe ser repartido a los gobernantes regionales por situado constitucional. Y los montos del situado constitucional se basan en el número de habitantes de cada región.
Estimar el precio del barril de petróleo por debajo de lo que se espera sea el precio real le permite al gobierno central subestimar los ingresos ordinarios (sujetos al reparto) y convertirlo en ingresos extraordinarios que financiarán, en el futuro, los créditos adicionales que le otorgarán al Ejecutivo Nacional y no a las regiones. En pocas palabras: el gobierno baja de la mula a los gobernantes regionales, independientemente de su filiación política.
¿Qué es lo grave de eso? Que el gobierno central no se impone límites a sí mismo cuando presupuesta, porque en realidad recibe ingresos adicionales cada vez que se los pide a una Asamblea Nacional que controla férreamente, pero los gobiernos regionales y las instituciones fuera del gobierno central quedan atrapadas en presupuestos que son afectados por la inflación y los recortes.
Los supuestos, entonces, en los que se basan estos presupuestos, son ficticios y dividen a la opinión pública en dos: al gobierno le gustan, pero todo el resto del país piensa que son equivocados (la verdad es que son más que eso: son manipulados)
Pero vayamos más allá: imagínense que el precio del barril de petróleo de verdad se ubicara en 60 US$, como plantea el presupuesto para 2015. Si eso llegara a suceder, la crisis que vemos hoy en día sería un juego de niños.
Dicho en números: con un barril de petróleo a 60 US$ la probabilidad de que la economía crezca 3% y la inflación sea inferior a 30% es un límite que tiende a cero. Es imposible. Es ficción. Es mentira.
Afortunadamente, los peores escenarios petroleros son mucho menos pesimistas que el presupuesto nacional y no ubican el precio del petróleo ni cerca de los 60 US$ por barril, pero el gobierno de Venezuela tendría ya muchos problemas si llegara incluso a estabilizarse en 80 dólares.
Sin embargo, las instituciones dependientes de ese cuento chino en el que han convertido al Presupuesto Nacional (incluyan a las universidades ahí) no reciben una buena noticia con un aumento global de sólo 34%, que es apenas la mitad de la inflación de un 2014 que todavía no termina.
Eso sí: las obras, los planes y todo lo que forme parte de las prioridades del gobierno tendrán flexibilidad de créditos adicionales durante todo 2015, como ha sido en los años recientes. Dicho así, los enemigos políticos están desde ya condenados financieramente.
No hay ningún cambio importante en la forma de presupuestar el 2015 con respecto a los últimos años. Nada nuevo: es la misma receta. Una receta que no ha demostrado tener éxito… al menos no éxito económico.
Es un problema grave que un país no tenga un presupuesto serio que sirva de panel de control. Aunque, siendo sinceros, en una economía de total incertidumbre como la venezolana tampoco los presupuestos de las empresas privadas están siendo muy útiles.
Pero los números no mienten. Mírenlo así: si el supuesto del precio del barril utilizado por el Ejecutivo Nacional para presupuestar el 2015 se diera, el país recibiría 21 mil millones de dólares menos que lo recibido en este difícil 2014, donde toda la economía está pasando aceite.
Crecer sería un milagro. Y los milagros no se presupuestan.
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