Laureano Márquez / TalCual / ND
Verdaderamente, desde el punto de vista de las expectativas colectivas, los venezolanos pocas veces habíamos vivido una víspera de Año Nuevo con tanta desesperanza. Parece que hasta los pocos partidarios que le van quedando al gobierno tienen, no ya la sospecha, sino la certeza de que el año que viene va a ser mucho peor que este. Usualmente, nuestra iconografía decembrina suele representar al año viejo como un ancianito que -desmejorado por los males del período que culmina- se despide para dar paso a un infante recién nacido lleno de futuro y posibilidades. Pero el 2015 nacerá anciano, porque el sueño se volvió pesadilla y la “vieja política” la representan hoy los que ayer la desmontaban. Hoy son ellos lo que Venezuela quiere cambiar.
El presidente anuncia que él directamente va a tomar en sus manos la conducción de la economía. Lo hace con el propósito de generar sosiego, cordura y lo que se escucha desde el fondo del alma nacional no es un suspiro de alivio, sino un angustiado “¡¡¡noooooooooo!!!”, como salido de una escena de película de terror. Es que todo va de cabeza: en un país en el que hay 500 personas haciendo cola en una sola tienda para comprar neveras algo anda mal. Ni siquiera en China deben venderse 500 neveras diarias. Una medicina con 30 cápsulas cuesta Bs 3,25, un agua mineral 8 y un tanque de gasolina de sesenta litros, 6. El taxi al aeropuerto sale más caro que el boleto de avión, unos zapatos deportivos valen lo que costaba hace 20 años un apartamento.
El país despierta de la borrachera petrolera y se da cuenta de que, no sólo no ahorró en el mejor momento económico de su historia, sino que encima estamos endeudados como nunca, quebrados, destruido el sistema productivo, dinamitada la convivencia política, desmanteladas las instituciones. Casi como si 200 años no hubiesen pasado, como si hubiese que comenzar de nuevo, cual sísifos de la venezolanidad, a arrastrar la piedra desde el fondo del barranco.
Como si lo señalado no fuese suficiente, Cuba nos madruga esta semana anunciándonos que nos deja, que salta del autobús, justo cuando faltan metros para el barranco al que nos animaron a dirigirnos incitándonos a meter chola a fondo. Además lo hace en la misma semana en la que en Venezuela el susodicho hace una marcha escuálida en contra del imperio, sin siquiera una llamadita de cortesía: “no hagas esa marcha el lunes, no anuncies quemas de visa el martes, porque el miércoles mi acere Obama y yo filmamos un acueldo”. Ni un mensajito de texto siquiera para evitarle el ridículo de tener que decir el jueves, después de sanciones, marchas y hogueras de visas: “qué tipo tan chévere es Obama, estamos contentísimos con él”.
¿Y si Raúl al final fuera de la CIA? Debemos terminar el año con un mensaje esperanzador. Venezuela va a salir adelante luego de que empeore un poco más. Venezuela sobrevivió con un barril de petróleo a menos de 10 dólares y bastante menos indecencia y latrocinio. La esperanza de cambio está dentro de nosotros. El país de la inteligencia, la tolerancia y la democracia terminará marcando el rumbo, porque los pueblos no se suicidan. No somos malos, como Jessica Rabbit, en esta historia nos dibujaron así, pero libremente podemos tomar el lápiz del destino en nuestras manos y dibujarnos de otra forma.
Al que pierda la paciencia con esto de la reconstrucción, ahí cerquita tenemos a Cuba, que dentro de muy poco será un plan B perfecto, ya lo verán. ¡Cosa más grande! De todas formas, para no perder la tradición: Feliz año 2015.
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