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domingo, 23 de abril de 2017

El muchacho, la señora y el médico. Por Carolina Jaimes Branger


Carolina Jaimes Branger / El Estímulo

La foto de un joven frente a unos tanques de guerra hizo historia en junio de 1989, cuando en la Plaza de Tiananmén de Beijing, los militares trataban de reprimir una protesta popular… y desarmada.

Nunca se supo quién era, pero pasó a la historia como el “rebelde desconocido” y se considera una de las cien personas más influyentes del siglo XX en el mundo. Luego de torear una y otra vez los tanques, subió sobre uno de ellos y habló con el militar que lo conducía. Al final, lo bajaron y lo sacaron de la manifestación, aparentemente sin violencia. Nunca más se supo de él.

El 20 de abril de 2017, en Caracas, Venezuela, una historia parecida se repitió. El protagonista, Hans Wuerich, un comunicador social especializado en audiovisual, caminó desnudo con una bandera en una mano y una biblia en la otra entre los contingentes de efectivos armados hasta los dientes, se paró frente a los tanques y subió sobre uno de ellos. La respuesta de los cuerpos de seguridad no se hizo esperar y una lluvia de perdigonazos cayó sobre su espalda.

No fue él el único: una señora, me dicen que se llama María José y es de origen portugués, tuvo las gónadas que le faltan a los militares de este país para hacer cumplir la Constitución y se paró delante de otro vehículo castrense, tan sólo con una bandera sobre sus espaldas.

Sé algo más sobre Hans Wuerich, porque mi amiga, la periodista Carmen Elena Vanderdys, docente en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Santa María, fue su profesora en dos materias. Me cuenta que es un joven de una familia de sanos valores, callado y con una dosis de ingenuidad que hace que lo defina como un “muchacho grande”.

El hecho es que Hans y María José –y tantos otros como ellos de quienes no sabemos sus nombres y sus proezas- nos demostraron que para buscar héroes no hay que remontarse al pasado. Que cuando queremos que algo pase tenemos que actuar y no esperar que otro nos haga la diligencia.

Mientras esto sucedía, unos guardias nacionales se llevaban detenido al joven médico Óscar Noya Alarcón, cuyo delito era nada más y nada menos que atender unos heridos en Santa Mónica. Horas después fue liberado ante la presión popular en todas las redes sociales.

¿Y Maduro? ¿Qué estaba haciendo Maduro cuando estos venezolanos se jugaban la vida? ¡Maduro estaba en cadena nacional disfrazado de médico, bailando! Encima, la tomó contra Hans Wuerich y vulgarmente sugirió poses que debía haber adoptado para las fotos. Sí, señores, ése tipo es el presidente de Venezuela.

Realismo negro, imbecilidad o locura profunda. En cualquiera de los tres casos, lo que cada vez es más obvio para la comunidad internacional (porque nosotros los venezolanos ya lo sabemos) es que está completamente incapacitado para detentar el cargo que tiene. ¡Que se vaya a sembrar papas, a ver si para eso sí sirve!

La noche de la lucha por la libertad será larga y dolorosa, como un parto. Pero pariremos entre todos una nueva Venezuela, una Venezuela que viene del sufrimiento y por eso valora la alegría, que viene de la escasez y por eso valora la abundancia, que viene de la represión y por eso valora la libertad, que viene de la anarquía y por eso valora los principios. Una Venezuela que viene de la dictadura y hará lo posible y lo imposible porque nunca jamás se vuelva a romper la democracia.


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