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jueves, 7 de mayo de 2015

Desde los Andes soplan vientos de libertad. Por Nitu Pérez Osuna


Llegué a San Cristóbal, región andina venezolana, el pasado lunes al mediodía. Hasta esa hora no había podido tomarme el acostumbrado cafecito mañanero. Había salido muy temprano a Maiquetía para llegar con suficiente antelación y no perder el avión. Usted, amigo lector, sabe como yo lo complicado que se nos ha convertido el traslado de un lugar a otro en la ciudad capital, así que tomé todas las precauciones posibles.

Nitu Pérez Osuna / NOTICIERO DIGITAL

Luego de registrarme para el vuelo y con el boarding pass en mano, me dispuse a buscar en el aeropuerto una venta de café. Conseguí el “no hay”, peor aún, tampoco encontré agua para beber. En la puerta de entrada y salida del país, no hay ni siquiera el preciado líquido. Bueno, pensé, allá en el Táchira me comeré un rico Pan Andino y me tomaré un buen expresso.

Al pisar el aeropuerto que lleva el nombre de Santo Domingo me acerqué a uno de los kioscos de venta. Quería disfrutar la suavidad del pan de la región. ¡Sorpresa! no hay pan desde hace dos semanas, ni andino ni ningún otro, me comentó la dependienta. ¿Cómo es eso? ¿No hay pan andino en los Andes?, le riposté. Mija, aquí las panaderías se bandean con la charcutería porque el café tampoco se encuentra, agregó.

La amable gocha -como les llamamos con cariño a los habitantes de esa región- me había dicho la pura verdad. Fui a muchos expendios en San Cristóbal, Colón Michelena… y nada… no encontré en ninguno el pan símbolo de la región.

Lo que sí vi fueron kilométricas colas de vehículos de carga pesada, camiones, carros, camionetas públicas y particulares tratando de surtirse de gasolina. Recorrí las carreteras sinuosas de esa hermosa región venezolana y no me extasié -como otras veces- con el verdor de su vegetación, sus imponentes montañas o puestas de sol, sino con las interminables filas de vehículos con conductores molestos de tanta espera que pueden sobrepasar las 4 y 5 horas. Y eso que tenemos las mayores reservas de petróleo del mundo. ¿Para qué nos sirven?

Pero estas no son las únicas colas que observé. Las que se hacen para conseguir una batería, cauchos o cualquier tipo de repuesto vehicular son parecidas a las anteriores. Y si encuentra lo que busca, es a precios astronómicos. En abastos, supermercados y bodegas las filas para COMPRAR -porque no es regalado- un pollo, toallas sanitarias, pañales, leche o cualquier producto regulado, pueden cubrir hasta tres cuadras y horas productivas perdidas en la espera. La luz es más lo que se va que lo viene, el internet muy débil y titilante y hay zonas donde el gas no llega desde hace más de tres meses. Si en Caracas los hospitales carecen de insumos, en los Andes están completamente desaparecidos. Las farmacias y boticas ni curitas tienen… y los gochos se recalientan

Mi visita a Táchira tuvo un objetivo: participar en Asambleas de Ciudadanos “Por la Libertad”. Soy una privilegiada de haber sido invitada a ellas y poder conversar e intercambiar ideas con sus asistentes. La energía y ansias de libertad que nos transmiten estos venezolanos es impresionante. Hay que estar allí, conversar con sus hombres y mujeres, jóvenes, deportistas, campesinos, comerciantes y profesionales para reafirmar que Venezuela sí tiene salida y que seremos los venezolanos de bien, los demócratas, quienes romperemos los candados y derribaremos los barrotes que mantienen presos a todo un país. Solo nosotros podremos lanzar al traste la estrategia de amansamiento que pretende imponer la dictadura para doblegarnos a punta de colas, escasez e inseguridad.

El desabastecimiento en Táchira es enorme, yo diría que en esa región es 10 veces mayor que en cualquier lugar de Venezuela. Pero el deseo de cambio y la decisión de lucha de su pueblo por conquistar la libertad allí se multiplica por mil. No tengo duda, los vientos de democracia soplan desde los Andes. A trocha y mocha los gochos abrirán los caminos a la Venezuela que todos aspiramos y nos merecemos.

pereznitu@gmail.com
@NituPerez


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