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jueves, 7 de mayo de 2015

No hay soluciones mágicas. Por Pedro Palma


Pedro Palma / El Nacional

Afrontar y solventar los graves desequilibrios que aquejan a la economía venezolana exige la implementación de un complejo plan de ajuste que generará dolorosas consecuencias a toda la población. Desgraciadamente, no hay soluciones mágicas o sencillas para atacar eficazmente tan complejos y distorsionados problemas.

 Esos desbalances existen desde hace varios años, y se han profundizado con el transcurrir del tiempo debido a las pobres e irresponsables políticas públicas que se han venido aplicando, habiéndose agravado durante los últimos meses debido al desplome de los precios petroleros. Estos descalabros están presentes en las áreas fiscal, monetaria, financiera, cambiaria, real y petrolera, generándose graves distorsiones económicas y sociales debido a la escasez de divisas, a la galopante inflación que se padece, a la contracción de la actividad productiva, al deterioro de la situación laboral, a la caída de la capacidad de compra de los ingresos de las personas, al desmejoramiento de la calidad de vida de la población y al repunte de la pobreza.

Para visualizar la complejidad del plan de ajuste requerido basta con mencionar tan solo algunos de sus principales componentes. La corrección del enorme desequilibrio fiscal, que se manifiesta en un déficit del sector público que equivale a cerca de 20% del PIB, exige la reducción y racionalización del gasto público y el incremento de los ingresos, para lo cual urge la revisión de las tarifas de los servicios públicos y el incremento de los precios de algunos productos, el de la gasolina entre ellos. La solución del desequilibrio monetario debido al crecimiento desproporcionado del dinero en poder del público, exige la reducción progresiva pero decidida del financiamiento de gasto público deficitario por parte del BCV –al que hay que devolverle su autonomía–, suspender la transferencia de reservas internacionales al Fonden, y eliminar el traspaso al gobierno de utilidades cambiarias ficticias del instituto emisor, todo ello buscando un comportamiento racional de la oferta monetaria. También es necesario aplicar correctivos en el sector financiero, buscando la sinceración de las tasas de interés, hoy profundamente negativas en términos reales, y el desmantelamiento progresivo de los créditos subsidiados impuestos a los bancos, debiéndose estudiar la posibilidad de que el BCV absorba parte de los activos de bajo rendimiento que ha adquirido la banca de forma conminatoria.

En lo cambiario, se impone el desmantelamiento gradual del control de cambios y su sustitución ulterior por un sistema de libre convertibilidad, dinámico y racional, con un tipo de cambio único y fluctuante determinado por el mercado, que evite la sobrevaluación del bolívar. En el ínterin, por una parte, debe legalizarse el mercado paralelo y actuar en él decididamente con el fin de que el tipo de cambio libre tienda a niveles más realistas que los actuales y, por la otra, ajustar y dinamizar las tasas preferenciales; con estas acciones se buscaría una convergencia de los tipos de cambio hacia un nivel racional, al que se pueda unificar la tasa cuando se implemente el nuevo sistema de libre convertibilidad.

Hay que estimular la inversión privada con el fin de diversificar y aumentar la producción y elevar la productividad, reprivatizar empresas públicas ineficientes, eliminar la inamovilidad laboral y los absurdos controles de precios y de otra índole, permitiendo que las fuerzas naturales del mercado actúen eficientemente, todo ello dentro de un marco lógico de regulación y supervisión.

Estas, y muchas otras acciones en áreas diversas, la petrolera entre ellas, conforman el complejo, difícil y traumático plan de ajuste requerido, que tiene que complementarse con eficientes programas sociales que mitiguen sus efectos dolorosos, particularmente sobre los más pobres. Como se ve, no hay soluciones mágicas a los graves problemas que nos aquejan.


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