Si a esto agregamos una reducción brusca del ingreso de divisas debido a un desplome de los precios petroleros, como el que actualmente nos afecta, es fácil imaginar el efecto inflacionario que se genera debido a la escasez cada vez más acentuada de bienes y servicios en el mercado local, y a la expectativa creciente de devaluación por el ajuste inevitable del tipo de cambio preferencial. Los controles de precios que tradicionalmente impone el gobierno con el fin de frenar el encarecimiento de los productos que escasean no tienen el efecto deseado, sino todo lo contrario, pues los mismos generan pérdidas a quienes los producen o comercian, lo que agrava aún más la insuficiencia de oferta de bienes y servicios.
En un ambiente tan enrarecido como el descrito es fundamental proteger a toda costa el flujo de caja de las empresas, pues las necesidades de moneda local para obtener divisas o adquirir insumos son cada vez mayores, y porque las ventas se limitan cada vez más debido a la caída del poder de compra de los consumidores locales. La situación tiende a agravarse por la paralización de los pagos en la cadena de suministro, pues el costo de oportunidad de desprenderse del escaso flujo de caja es muy alto, siendo cada vez más difícil cobrarle a los clientes y, en consecuencia, pagarle a los proveedores. De allí que sea fundamental, reducir las cuentas por cobrar, maximizar las ventas de contado y ofrecer descuentos por pronto pago. Se requiere también reducir los riesgos en moneda extranjera y protegerse de la devaluación esperada, para lo cual es necesario minimizar las deudas en dólares, hacer operaciones de cobertura cambiaria para asegurar el precio futuro de la divisa al momento de honrar una obligación foránea, y reducir, en la medida de lo posible, la necesidad de suministros externos de insumos y equipos, fortaleciendo las relaciones con los proveedores locales.
Estas y muchas otras acciones son las que debe implementar la gerencia en un ambiente de control cambiario y alta inflación, como el que se vive en Venezuela. No hacerlo es condenar sus empresas al fracaso.
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