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lunes, 25 de agosto de 2014

Un análisis: el contrabando, Nicolás Maduro, los radicales y las elecciones. Por Luis Vicente León


Por Luis Vicente León / Prodavinci

Es cierto que el contrabando es un problema grave que afecta toda la economía y, en particular, el abastecimiento en Venezuela. Claro que hay mafias, viejas y nuevas, alrededor del contrabando. Mafias que deben ser acabadas y atacadas de raíz. Pero la única manera de hacerlo es eliminando los incentivos que tiene su negocio. Esos que les permite hacer fortunas a costillas del manjar de la distorsión generada por una mala política económica.

Por eso es que, por más despliegue mediático que haga el gobierno de camiones incautados, es inútil pretender frenarlo con operativos militares en sólo algunas zonas de todas nuestras fronteras o tratando de restringir las compras de la población, tratando a la que lo hace para contrabandear igual que a la que compra leche para sus hijos.

Cuando en un lado de la frontera hay precios absurdos y del otro están dispuestos a pagar lo que vale, no hay frontera cerrada que sirva. Mientras siga siendo un buen negocio, si les cierras las alcabalas, montañean. Y si les cierras las montañas, van a pasar por el río. Y si les cierras el río, volverán a pasar por las acabalas.

Lo que hay que cambiar es el modelo de controles que origina el contrabando y muchas otras cosas. Porque la crisis venezolana es económica, no política.

Actualmente, el presidente Nicolás Maduro y su gobierno debe tenerle más miedo a la incapacidad oficial de rectificar los errores que han cometido en materia económica que a sus adversarios políticos. No es cierto que Nicolás Maduro esté en condiciones políticas débiles para asumir los costos de un ajuste económico. Incluso: si en algún momento puede hacer eso es justo ahora.

Pese a la importante caída que ha tenido el nivel de popularidad del presidente, sigue estando dentro de los rangos normales para los presidentes en ejercicio. Es más: al analizarlos puede resultar alto para la magnitud de la crisis que vivimos y eso es producto, precisamente, de la polarización.

Los eventos de protestas y la convulsión política opositora de inicios de año ayudaron mucho a Nicolás Maduro a consolidar su fuerza dentro del chavismo, a pesar de caer en soporte nacional. Su paso por el congreso del PSUV fue exitoso y hasta logró incrementar su control interno, consolidando el liderazgo chavista, algo que era de sus principales objetivos. Hoy Maduro no es sólo un sustituto nombrado a dedo. Para más del 70% del chavismo, Maduro hoy es su líder.

Y en medio de esta crisis económica, de la cual es responsable, el presidente tiene la suerte de que la oposición aún no está en capacidad de capitalizar el descontento. Para más inri, Maduro aumentó su relación con el sector militar y le entregó mucho más poder, de modo que para los uniformados defenderlo es defenderse.

Dicho en dos platos: el mayor riesgo de Nicolás Maduro con sus niveles actuales de popularidad es que no podría ganar una elección (que en todo caso está lejos), pero podría enfrentar con éxito cualquier acción radical de la oposición, como demostró claramente a principios de este año. Lejos de una elección, con el PSUV bajo su control y la oposición distraída en sus asuntos, el momento para implementar un ajuste económico está servido.

Lástima que lo más probable es que lo desperdicien, empecinados en lo político.

Porque todos esos anuncios de sofisticación de controles para, supuestamente, evitar el contrabando tienen más impacto político que económico. Justo lo contrario a lo que el país necesita.

La probabilidad de que veamos al Ejecutivo Nacional aplicando una estrategia económica integral y moderna, basada en la racionalidad, es un límite que tiende a cero. Sin embargo, sigo pensando que el presidente tomará alguna medidas graduales de orden económico racional, aunque maquilladas en clave populista.

No es cierto que el escenario de “no hacer nada muy distinto que lo que han hecho hasta ahora” esté descartado. Para una buena parte del gobierno sigue siendo una posibilidad. Por eso la gran oportunidad de la oposición en este escenario es una elección como las legislativas de 2015, pues pueden ir capitalizando desde ahora el descontento del chavismo ante la evidente ineficacia económica del Ejecutivo Nacional. Su reto es llegar allí renovada y reorganizada.

Es posible que para muchos los radicales que plantean salidas mágicas suenen bonito y hasta les parezca apropiado calentar los ánimos. Pero, en este contexto real, sólo aquellos que trabajan por la consolidación de una mayoría que capitalice una importante victoria electoral pueden ser exitosos.

No se hacen análisis para complacer… sino para entender.



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