ORLANDO VIERA-BLANCO | NOTICIERO DIGITAL
“Para los Luis Vicente León, luchar por el derecho no merece la vida. Pero inmolarse por “lo productivo” (las papeletas), sí… ¿Qué tal? ¿Os gusta?”
Si Platón hubiese sido consejero de HCH quizás no hubiese gobernado indefinidamente. El sentido platónico de la seriedad en la política (spoude), no tolera gobiernos sucesivos y menos sucesores. En “La República” de Platón, los hombres de la polis sabían de alternabilidad y sólo el tirano pretendía perpetuidad. Y si Platón, Sócrates o Aristóteles le hubiesen hablado al oído a Chávez, seguro su legado, hubiese sido otro.
En política -como el arte de lo posible- el límite es lo moral y el exceso es el pragmatismo. Al decir del imperativo moral kantiano, la inteligencia humana es la que distingue entre lo bueno y lo malo. Despojando los extremos de la racionalidad, apoyado en la fe y la espiritualidad, el hombre enaltece sus más elevados sentimientos y virtudes, con lo cual se consagra, se redime y se realiza… Una de las familias más prominentes del poder han sido los Kennedy. Su pragmatismo los llevó por rutas tórridas y destinos trágicos. Pero su ímpetu indoblegable por una nación fuerte, liberal y democrática, les dio la gloria. Sus vidas triunfaron sobre la infamia… Pero Los Borgia por su parte, son la decadencia más rancia de la Edad Media. Del “puritismo religioso” al incesto político. Porque los Borgia preferían procrear entre ellos (pragmáticos), que permitir la entrada de un “bastardo” en su reino. Por eso de Platón a Maquiavelo, de Calvino a Marx o de Rousseau a Roosevelt, el pensamiento eurocentrista pos renacentista, se concentró en el demos, en el poder de la polis. Un poder que no concibe al pueblo como instrumento, sino como fuerza legitimadora.
Sí Chávez hubiese creído en Hegel -patriarca del materialismo histórico marxista- que alertó en su fenomenología del espíritu, sobre el ensoberbecimiento de la razón; del horror, la jactancia y la irracionalidad de los jacobinos cortando cabezas a diestra y siniestra a cuenta de la revolución, ni los militares se hubiesen convertido en deliberantes ni el gobierno se hubiese confundido con el Estado (que es imperial) ni las riquezas de la polis hubiesen ido a parar a Andorra o al HSBC. En fin, la era Chávez no ha sido de un filosofar profundo. Lo que ha promovido es un igualitarismo hacia abajo, calado de etiquetas poprecitistas. Es el fanatismo por la propaganda de Noell-Newmann (la espiral del silencio), Lippmann o acaso Orwell, y su 1984. Todos entusiastas de la influencia sobre la opinión pública y el control de las masas. Es aquí donde autores como Alain Minc y su “borrachera democrática”, apuntan críticas contra las empresas de sondeo y los medios, “que logran que jueces y gobernantes se preocupen más por el rating, que por la información”. Si lo demoscópico prevalece sobre lo que él llama, el Estado-providencia, la democracia se reduce a la telepolítica. El bienestar se ve por TV, no en los anaqueles. Es ser “feliz” con “una bolsa de doritos o un gatorade en el desierto” (dixit L.V. León), a cuenta de derechos, ciudadanía, libertad o la vida misma. Porque al final, nadie sobrevive en el desierto. La democracia demoscópica que nos venden los datanalíticos, es la espontánea, la espuria. La que canjea vergüenza por votos. “Suena “valiente” amenazar con defender los derechos con tu “propia vida” (que muchas veces significa la vida de los demás). El tema es que ese sacrificio, además de valiente, tiene que ser productivo y creo que en este caso no lo es”. Esa fue la lección que le dio Luis Vicente a Henrique en su ensayo, ¿Cuál es el reto de Capriles? (El Universal5-5-13). Para los LVL, luchar por el derecho no merece la vida. Pero inmolarse por “lo productivo” (las papeletas), sí… Qué tal. ¿Os gusta?
En la lógica datanalítica, el gobernante vale por popular. Sus medidas son buenas si son emocionantes. Expropiar es bueno, si fotografía bien. No es construir una sociedad de propietarios sino clientelar. No es la seguridad, es jugar chapitas con el pran. Es la fascinación por el mandamás. Por el caudillo. Por el taita. Por el que va a caballo con armaduras y simbologías, como los Borgia; con la irreverencia de Boves o la “espiritualidad” sayonera demaisanta, de cuya sonoridad, aspecto y misticismo, quedan encandilados y boquiabiertos, por el “buen” marketing político. Ese es el reduccionismo ético del datanalítico, para quien el show must go on… Es la ética del Popol Vuh, mesiánica, prometedora y de ficción vs. la ética nicomequea, donde el derecho o la disidencia -quedan de estorbo, es un fastidio, acaso un medio para lograr el mando. Por eso la lucha de María Corina, Leopoldo o Ledezma para los datanalíticos, es paja, es violenta (por improductiva). Como lo son las sanciones de Obama. Pero presumir de hablar día a día con Maduro, es bueno. Porque para ellos “siempre negociar”, es parte del show, un fin en sí mismo. Bueno sería que los datanalíticos abogaran por la libertad de los justos, porque al final los que triunfan, son los principios, siendo que las estadísticas se las lleva el viento, como el desierto se lleva los huesos, hechos polvo y arena. Paja de la buena -por cierto- que nos enterrará a todos.
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