Carlos Blanco / El Nacional
No es cierto que las medidas de Obama en contra de los funcionarios acusados de violar los derechos humanos favorezcan a Maduro. Lo que ha recibido el régimen es un mazazo estratégico, aunque haya obtenido aparentes victorias tácticas. Los funcionarios hoy saben que violar los derechos humanos, así como la complicidad o benevolencia con el narcotráfico, el terrorismo y la corrupción, no solo les impide volar a Disneyworld sino que los coloca en riesgo de aprehensión en cualquier lugar del planeta.
La bulla madurista y antimperialista es flor de un día; no porque América Latina no tenga agravios históricos por parte de Estados Unidos, sino porque precisamente el proyectado fin del embargo a Cuba –con todos los pasos previos actuales– es parte del ajuste de cuentas entre la región y Washington; es el símbolo del cambio definitivo del garrote o “hardpower” por el “softpower” (Joseph Nye, Harvard) en estos territorios. Pero no debe haber confusión, los países progresivamente están comprometidos en la defensa universal de determinados valores y principios, dentro de los cuales los derechos humanos, la lucha contra el narcotráfico, la corrupción y el terrorismo adquieren carácter global. Las sanciones entran dentro de estos nuevos rumbos. Una vez que pase el cuento de las firmas (planas, forjadas, obligadas) quedará que un grupo de funcionarios no podrá ver a Mickey Mouse ni comprar en Bloomingdale, pero tampoco en El Corte Inglés ni en Harrods. Mientras tanto, 26 expresidentes, representativos de una porción significativa de la opinión pública continental, también sancionan el régimen venezolano.
Detrás de la alharaca queda un personaje patético que, sin sonrojarse, declara que desde hace dos años le pide a Obama que lo reciba y este ni le hace caso; tiene que atravesársele en un pasillo para luego contar una historia inverosímil, cuya respuesta no es otra que: “Mr Maduro, you have to respect human rights and release political prisoners… y después hablamos; permiso que tengo que ir a orinar”.
La solidaridad con el régimen venezolano no es tal; nótese que los países prefirieron criticar a Estados Unidos antes que apoyar a un régimen que viola los derechos humanos. No es una sutileza.
Ahora vienen la gasolina, el Esequibo y el descontento sobre este tema en los militares, la entrega de las reservas de oro, el clamor por la libertad de los presos políticos, la escasez, la inflación, el crimen, los “tenores de Washington” y la descomposición interna del régimen. Maduro no puede manejar esto. Es que ni sabe, ni quiere ni lo dejan. Tal vez sea él quien implore ahora por “la salida”…
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