El mecanismo es atractivo para muchos que no ven riesgo en las bendiciones mixtas
DOMINGO FONTIVEROS | EL UNIVERSAL
Venezuela ha reingresado a ese club de escuálida membresía donde para acceder a una divisa (léase dólar) las personas y empresas necesitan un permiso especial del gobierno, excepto para ínfimas cantidades. Esta generalización aplica a dólares provenientes del Banco Central cuyo uso está controlado y racionado por el gobierno, bien por estar el tipo de cambio subsidiado por el Estado, bien por ser la oferta insuficiente para atender la demanda; casi siempre ambas cosas.
Esta situación resulta inverosímil para la mayoría de los extranjeros comunes y sencillos que poco saben de regulaciones oficiales y que se enteran por boca de visitantes venezolanos. ¿Permiso para acceder a unos dólares? No me gustaría vivir en un país así, es un comentario tan frecuente como la sorpresa que muchos se llevan al enterarse que el gobierno intercambia petróleo por caraotas ("oil for beans", como dicen). Que la misma haya estado vigente ya por 13 años supera fácilmente lo insólito en esta parte del mundo, con la excepción, por supuesto, de Cuba.
En el país sobra la gente que demanda divisas y sobran los que se quedan esperando un cupo oficial que cumplan los involucrados. Desde los viajeros y estudiantes "con derecho", hasta los proveedores de bienes y servicios controlados, regulados, supervisados u observados, para cuya disponibilidad es indispensable contar con divisas suministradas por las autoridades. El gobierno ha actuado como si hubiera esperado que el problema de las divisas se disipara "solo", o con algunas pinceladas de ajuste en el sistema. Naturalmente, el problema sigue, con consecuencias que se agravan. Lo cual no significa que el gobierno haya cesado de airear ideas sobre el tema que induzcan a propios y extraños a reflexiones profundas.
Dado que algunos han puesto en algún vértice de la opinión pública la idea de dolarizar, las autoridades en una usual actitud de timidez extrema en todo lo que tenga que ver con cambios en materia económica en sentido contrario al socialismo, ha dejado colar un "tal vez" que abarcaría a un sector (nada menos que el automotriz), el cual pasaría a tener el privilegio de ganar en dólares vendiendo al mercado interno, algo así como exportar hacia adentro (¡ni a Prebisch se le hubiera ocurrido!) pero pagando todo lo demás, proveedores, salarios, bancos, etc., en bolívares (excepto, claro, los insumos extranjeros). Como esta idea proviene -hasta donde conozco- del oficialismo, habría que decir que es consistente con esa tendencia reiterada hacia la concesión (o remoción) de privilegios según el libre arbitrio y discrecionalidad de los máximos jefes, fuera del libre mercado.
El mecanismo es atractivo para muchos que no ven riesgo en las bendiciones mixtas. Si la empresa Ford recibe el privilegio, igual querrán tenerlo la FI, la RE, la GM, la Toyota etc. Y si la tienen las automotrices, por qué no las motocicletas, o los químicos, o el papel, los periódicos, las clínicas, las universidades, las acerías, el aluminio, etc. Y si todos los sectores consiguen el privilegio, por qué no los consumidores, viajeros y estudiantes, la líneas aéreas, las navieras, los peajes, la electricidad, el teléfono, etc. Y si el gobierno reparte a todos el mismo privilegio, éste ya no será tal, cosa que no agrada a quienes les encanta tener o repartir uno o varios de los mismos, y en realidad se llegaría a la polarización efectiva de todo menos los salarios, lo cual pudiera no ser agradable para toda la izquierda que gobierna (¿sería una medida pitiyanqui?) y para algunos otros lejos de la zurda pero que son defensores a ultranza del Banco Central, especialmente de este banco central.
La monetización de las naciones fue un paso central para su desarrollo económico y la internacionalización del dólar fue un instrumento fundamental en la globalización. Pero el dólar tiene tiempo siendo un problema insoluble para el gobierno venezolano que ni libera ni controla ni dolariza. Al gobierno le duele en el alma "darle" dólares al sector privado, y a los empresarios les duele en sus bolsillos no recibirlos. La población paga de mil formas este dolor de los poderosos, con un terror casi exclusivo frente al desplome imparable del valor del bolívar. Ojalá no suframos soberanamente que los poderosos en China, La Habana y hasta en Washington resuelvan en lugar nuestro lo que más nos "conviene".
dffontiveros@gmail.com
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