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lunes, 10 de agosto de 2015

El problema es macroeconómico. Por José Guerra


JOSÉ GUERRA

¿Cómo puede una familia protegerse ante la crisis económica? Esa es la pregunta reiterada donde quiera que uno va y no faltan los buenos consejos de especialistas en finanzas personales: recortar gastos innecesarios, procurar una fuente extra de ingresos, ser prudente con las tarjetas de crédito, ahorrar en bienes durables, invertir en educación, y así por el estilo. Lamentablemente, aunque sensatos y bien intencionados, dichos consejos son útiles solo para una fracción de la población que cuenta con activos suficientes, oportunidades de inversión o capacidades para el emprendimiento. Para la enorme mayoría trabajadora dichos consejos suenan huecos, desconectados de su realidad personal: ¿qué gastos vamos a recortar si apenas comemos?, ¿qué ingreso extra podemos procurar si en casa trabajamos todos y aun así no alcanza?, ¿qué vamos a ahorrar si más bien pedimos fiado?

En la literatura especializada son bien conocidos los caminos que en época de crisis transitan las masas trabajadoras: comen menos, recortan los gastos en salud y educación, venden cualquier activo a la mano, recomponen su núcleo familiar o migran. Todas medidas extremas, que no solo reducen su calidad de vida sino que erosionan las capacidades productivas del hogar y sus perspectivas a futuro. La realidad es que ante una crisis económica como la que transitamos no existe protección efectiva a nivel individual, lo que no significa que no exista nada que hacer. Este es el momento de la acción colectiva porque el problema es macro y las soluciones son macro.

Ciertamente es importante organizarse para las elecciones parlamentarias de diciembre, y en eso estamos trabajando a pesar de todo el ventajismo oficialista, pero son cuatro meses largos y en el ínterin la inflación y la escasez no dan tregua al pueblo. Precisamente para entorpecer el justo reclamo de la masa trabajadora el régimen viene implementando una estrategia de tres ejes: (i) criminalizar, censurar y reprimir toda forma de protesta; (ii) fragmentar, desconocer y perseguir al legítimo movimiento sindical; y (iii) ocultar y distorsionar información básica que, como las estadísticas de inflación y desempleo, son importantes para converger a una visión compartida del problema.

En este último punto destaca el esfuerzo hecho por el gobierno por ocultar el dato de inflación, lo que naturalmente ha generado una proliferación de estimaciones y proyecciones que tratan de llenar el vacío informativo. Cada una de estas estimaciones tienen sus bondades relativas pero lamentablemente su difusión generan confusión y hasta inacción en el público, que es precisamente lo que busca el gobierno. Afortunadamente, la información sigue fluyendo y así nos enteramos que julio cierra con una inflación acumulada de 89,6% para los primeros siete meses del año y una tasa anualizada de 139% con respecto a julio de 2014. Este es el dato primario, previo al “manoseo” de rigor, y aunque al público le parezca bajo, precisamente por la desinformación promovida desde el gobierno, muestra una situación crítica para lo que resta de año.

En un escenario optimista, en el que el gobierno implemente sin demora algunas medidas que desaceleren la inflación a los niveles registrados en el segundo semestre de 2014, la inflación cerraría 2015 en 140% como mínimo. En un segundo escenario inercial, en el que la inflación por el resto del año se mantuviera en el nivel promedio registrado hasta ahora, la inflación cerraría 2015 en 200%. Por último, en un escenario calamitoso, en el que el gobierno no toma correctivos y prefiere seguir hablando con pajaritos, la inflación entraría en una dinámica claramente hiperinflacionaria, muy por encima de 200%. Escenarios duros todos, pero que no deben llevarnos al desconcierto y la inacción. Muy por el contrario, reitero el llamado a la acción colectiva, incluyendo el justo reclamo por un ajuste de salarios y la reactivación del aparato productivo.


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