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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Señales inequívocas de atraso. Elides Rojas


ELIDES J. ROJAS L. | EL UNIVERSAL

Ya había algo malo dando vueltas por ahí cuando apareció Chávez y su grupo a tirar la intentona de golpe en 1992. Después vino otra plomazón también fracasada. Fue otra gente, pero al final es la misma raíz. Los mismos movimientos. Pero, paradójicamente, una gran mayoría el país aplaudió y respaldó los golpes dando una primera señal de distorsión, de algo torcido, de mala vista. Más adelante se instaló la rabia a la tradición, empujada por los golpistas, y el antipartidismo y la antipolítica invadieron los hemisferios cerebrales de la población. Estaba comenzando, sin que muchos lo supieran, el desmadre social, de valores y de respeto institucional.

Lo que vino después es historia conocida y sufrida. Chávez se lanza a la presidencia, luego de abandonar el discurso perdedor de la abstención justo al darse cuenta de que iba a ganar de calle. No se dio cuenta solo. Estaba ciego entre comunismo y armas. Se lo hicieron ver veteranos políticos de izquierda, dueños de medios, empresarios, otros militares, los Castro en Cuba. Todos coincidían. Chávez ganará fácil. La propia población está lista para acabar con AD y Copei y todo lo que huela a viejo. Y la gente lo hizo. Muchos quisieron aprovechar, aunque hoy en día se la echen de perfectos demócratas, la oportunidad de meter gente en el gobierno y hacer lo de siempre: sacar ventajas del poder. Pero Chávez no tenía pensado repartir nada entre los viejos oportunistas. Su plan era repartir entre su propia gente, países amigos y fuerzas de izquierdas internacional útiles para quedarse en el poder eternamente. Hasta bancos extranjeros intervinieron en el festín.

Y, luego de ganar las elecciones, comenzó la instalación de una cultura que mandó a todo el país a las catacumbas como sociedad en casi 17 años. El personalismo ligado a la necesidad se mantenerse en la silla, poco a poco cambió las instituciones y las puso en manos del nuevo monarca. Y la mayoría de la gente se convirtió como si se tratara de una religión. Chavista hasta con hambre y haciendo colas para comprar jabón. Y más atrás la incivilidad y el desmadre institucional.

Las señales de país perdido y sin masa cerebral, que no existen sino en naciones casi prehistóricas y comunistas están por todas partes: Gigantografías del líder muerto en aeropuertos, afiches gigantes del jefe fallecido en bancos y oficinas públicas, santuarios con velas y todo en entradas de ministerios, leyes inútiles que ni los jueces cumplen, brigadas criminales de choque al amparo del poder, sistema judicial como herramienta del gobierno, gente orinando en la calle, motorizados atacando a conductores cuando les da la gana. Matraca y palanca para todo. Manipulación y mentiras. Evidente aprovechamiento de la ignorancia del pueblo para fortalecerse en el poder y acentuar la explotación de los más débiles especialmente en educación y en lo más profundo de la cabeza. Muchos dicen que así era antes. No es verdad. Venezuela está mucho peor. El desmadre social y la instalación de una sociedad incivilizada y sin leyes es el golpe que más costará reparar cuando la historia cambie. Y siempre cambia.

¿Cuándo? Cuando la gente sienta que ya no vive en sociedad.

elidesr@eluniversal.com / Twitter: @ejrl


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