Marta Colomina / El Nacional
La degradación del régimen ha alcanzado niveles extremos como los que niegan la podredumbre carcelaria y silencian que las armas de guerra de las FAN estén en manos de peligrosos delincuentes que controlan las cárceles y calles del país; culpan de la hambruna y escasez a la caída de los precios del crudo (cuando en plena bonanza petrolera ya había escasez, inflación disparada y creciente endeudamiento). Acusan también a una pretendida “guerra económica” y hasta cometen la iniquidad de culpar al “pueblo analfabeta” de la “falta de productividad del país” durante los 16 años de control chavista. Lejos de ahorrar una parte de los enormes recursos petroleros en un fondo de estabilización macroeconómica, como hicieron otros países productores, el régimen los dilapidó en corrupción, chatarra bélica, regalos a sus compinches ideológicos, incluidos millones de barriles de crudo donados a Cuba y casi regalados a Petrocaribe. El despilfarro, la corrupción y la nómina clientelar crecieron tan desaforadamente, que los enormes ingresos les resultaban insuficientes para las costosas aventuras continentales emprendidas por Chávez, así que, como les ocurrió a los indígenas deslumbrados por los espejitos de los conquistadores españoles, al chavismo le pareció que los muchos créditos chinos a cambio de petróleo eran una ganga, y pronto llenaron el país de chatarra: línea blanca para regalar en los procesos electorales, dos satélites (cuyas andanzas se ignoran) cientos de tractores oxidados y abandonados en los campos para los cuales nunca hubo repuestos, y otros cachivaches que incrementaron la deuda externa. En pleno boom petrolero Chávez confiscó, sin pago alguno, hermosas fincas privadas en plena producción, grandes sembradíos de café, azúcar y maíz, Agroisleña, centenares de fábricas agroindustriales, y a las que aún quedaban en pie, las ha sometido a un acoso inmovilizador, con amenazas de confiscación y negándoles las divisas que necesitan para pagar la enorme deuda con sus proveedores internacionales (divisas ya pagadas en bolívares al gobierno y que éste les niega desde hace tiempo).
Chávez siempre consideró a empresarios y productores nacionales como “enemigos” de su revolución totalitaria, así que aniquiló la producción nacional con sus “exprópiese” e inició importaciones masivas de Argentina, Brasil, Uruguay, Nicaragua y otros panas “ideológicos” que, agradecidos por la fortuna recibida con sus ventas (con sobreprecios escandalosos que enriquecieron a los nacientes boliburgueses), votaban a favor del régimen en la OEA, y miraban para otro lado cuando Chávez y Maduro violaban los derechos humanos en Venezuela. 75% de los alimentos que consume el país son importados, pero como ya no hay dólares para traerlos, el pueblo venezolano pasa hambre y los enfermos mueren por falta de fármacos (la AN acaba de declarar “crisis humanitaria” por escasez de 80% de los medicamentos). El ministro de economía, empecinado en el mismo modelo económico generador de la crisis, anuncia que “descarta aplicar medidas de austeridad” (¡hay más de 30 ministerios y 128 viceministerios!, a pesar de que Venezuela tiene un gasto público que su economía no puede soportar). Tampoco Maduro muestra intención alguna de rectificar. El presidente de la Federación de Cañicultores expresa preocupación por la desidia de las empresas del Estado: señala que las centrales en manos del gobierno, en esta etapa de zafra, no están procesando la caña, lo que complica aún más la operatividad del sector. Esta semana leemos que la debilitada agroindustria nacional llegó a niveles cercanos al cierre y que la producción de 9 importantes rubros alimenticios, está paralizada (atún, carne enlatada, salsa de tomate, mortadela, avena y otros). Pero no es solo la sangría del gasto público, sino la inmensa corrupción oficial que roba descaradamente los recursos al pueblo. La ONG Transparencia Internacional señala a “Venezuela como el país más corrupto del continente”, calificación que se repite desde hace más de una década.
El Maduro dictatorial de siempre vuelve a desconocer la legitimidad de la AN y llama al país a rebelarse contra la ley aprobada por el Parlamento que otorga el certificado de propiedad a los adjudicatarios de la GMVV, con cuya ley se pone fin al chantaje oficial de quitarles las viviendas si no votan por el PSUV. La corrupción oficial no soporta una AN autónoma que cumpla sus funciones, de ahí que pugne por eliminarla. Con la auditoría de la GMVV, la AN comprobará que el número de viviendas construidas es mucho menor que las afirmadas por el gobierno y que los sobreprecios de su construcción son escandalosos. En la Comisión de Contraloría de la AN, la oposición acaba de proponer la comparecencia del general Rangel Silva, gobernador de Trujillo, para que explique donde están los “450 millones de dólares que supuestamente recibió por la construcción del acueducto de Valera que nunca se hizo”. Cosa similar ocurre con el proyecto Tuy IV, que debía haberse concluido en 2007. En 2009 Chávez anunció que con esa obra, aún inconclusa, se solucionaría el abastecimiento de agua de Caracas, Vargas, Guarenas, Guatire y otros, y prometió entregarla en mayo de 2013; luego que para 2014. Sigue paralizada en 2016, mientras el país protesta masivamente por la escasez del agua, los pediatras advierten que sin agua y sin champú se agudiza el problema de los piojos; médicos registran el crecimiento de la sarna (escabiosis) y muestran preocupación por el estado insalubre de los embalses y plantas de tratamiento. María Corina recordaba esta semana que “el gobierno se robó más de 840 mil millones de dólares a través de Cadivi y Cencoex”, y ahora pretende que los pague el pueblo.
No se entiende que con un ingreso petrolero milmillonario hasta junio de 2014, el régimen haya degradado a Venezuela moral y económicamente hasta límites tan extremos. Esta semana el foco periodístico se detuvo en la cloaca carcelaria y su vergonzante ministra: “El Chapo venezolano despedido como un héroe”, reza uno de los muchos titulares sobre el asesinato en la isla de Margarita del narcotraficante apodado el Conejo. No hubo medio interno o externo que no acompañase la noticia con la nauseabunda gráfica de la ministra Varela y el Conejo, abrazados y sentados en una cama matrimonial de la celda carcelaria. El video de los “presidiarios” disparando con armas de guerra desde la terraza “rindiéndole honores” a su “pran asesinado”, ha recorrido el mundo como prueba del estercolero en que ha devenido el régimen de Maduro. Mientras los policías en servicio disponen de una humilde Glock, los delincuentes carcelarios mostraron impunes sus armas de guerra AR15 con silenciador y mira telescópica, AK47, UZI y muchas otras, todas armas letales de guerra de uso exclusivo de la FAN. ¿Cómo entender que la impresentable ministra de prisiones siga en su cargo y que el ministro de la Defensa, –el mismo que calificó de ofensa a la dignidad militar el cambio hecho por la AN del adefesio que pretendía representar la imagen de El Libertador– y sin embargo enmudece ante el grave delito de que armas militares estén en manos de narcos y criminales convictos y confesos?
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