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lunes, 18 de enero de 2016

Fin de una ficción. Por Miguel Bahachille


MIGUEL BAHACHILLE M. | EL UNIVERSAL

La mayoría de los mitos tienden a convertirse en amaños de control de grandes masas. Así ocurre con ciertos dogmas religiosos. Cuando se insertan en la conciencia popular, como logró catequizarlo Chávez durante su mandato, quien además tenía bajo su égida el control de un inmenso aparato de información, adquieren mucha fuerza porque "la víctima" no percibe haber sido objeto de la manipulación. La manera de transmitir la fábula, como también lo hacía "espléndidamente" Chávez, determina su eficacia. La historia está llena de ensueños destructivos como el ocurrido en el país.

Hoy se demuestra que la alusión fatigosa de relatos respecto de Bolívar, la Patria, socialismo, entre muchos más, persistidos durante 16 años como dispositivos de control moral y emocional, fracasó. A medida que se sobre exhibían con carácter divino se iban agigantando las enormes distorsiones sociales, todas terrenales, como la penuria presupuestaria de la familia, inseguridad y carencia de servicios básicos. El elector demostró el 6-D que la segmentación pretendida por el gobierno acusando "a los otros" por los serios conflictos de los últimos 17 años, también fracasó.

El escamoteo oficial para esconder "las noticias duras" que relataban el contexto decadente del país, no pudo estirarse más no obstante la recurrente invocación gubernamental de los símbolos míticos de la República. El vecino estaba más pendiente de la seguridad de su familia y la suya propia, de cómo estirar sus recursos para adquirir productos básicos, del tamaño de la cola en los mercados, de "la suerte" para conseguir la medicina adecuada para su dolencia, que de la propaganda inútil.

Aún hoy, no obstante el revés electoral sufrido el 6-D, el gobierno persiste en presentar formatos fragmentados de su gestión para no ir al fondo de los conflictos. La radio y TV oficial y semioficial se caracterizan por el recitado de una andanada de elementos múltiples desvinculados entre sí que a nadie interesa. Asimismo cierta prensa oficialista, si bien dirigida por versados comunicadores, también se doblega ante arcanas reglas del periodismo.

La dura realidad del vecino, desatendido, no puede ser tapada aunque el gobierno se adjudique todos los medios. Al efecto sobran ejemplos. La realidad del cubano común, no del privilegiado, no puede ser escondida aún bajo la ferocidad represiva del régimen. Todo el mundo sabe lo que ocurre en Cuba más allá de la diaria y fatigosa propaganda endiosando a la revolución. Lo mismo ocurre en Corea del Norte. El hambre afecta a casi el 50% de la población mientras el presidente, Kim Jong, obliga al pueblo a presenciar su colosal imperio militar y nuclear.

El venezolano ciertamente valora su Democracia, como lo demostró una vez más el 6-D, sin embargo poco o nada le interesa que la gerencia de turno se autodenomine de Derecha, Izquierda, Ambidiestra, Revolucionaria, curtida, de centro, tuerta, humanística, o lo que sea, siempre que no tenga que rondar las calles durante horas buscando alimentos; que pueda caminar por espacios públicos sin temor de ser asaltado por bandas criminales; que consiga medicinas hasta para las dolencias más simples; que pueda ser atendido con dignidad en los hospitales públicos y que pueda alimentar debidamente a sus hijos; no sólo con carbohidratos, etc.

Así pues el gobierno podrá seguir autodenominándose como quiera y reservándose para sí la propiedad intelectual del "socialismo del siglo XXI", siempre que las exigencias del pueblo sean atendidas y no desestimadas sin recato alguno. Capítulo aparte constituye la inédita impunidad ante el delito desparramado por todo el país. En ese ámbito la tentativa socialista "del siglo XXI" también fracasó. Luego de inmensos ingresos en divisas, el pueblo se siente defraudado, desprovisto de bienes y servicios e inseguro. ¡Fin de la ficción!

miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29


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