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miércoles, 1 de junio de 2016

De Puntofijo a Punta Cana. Por Marianella Salazar


Marianella Salazar / El Nacional

Nuestra historia política contemporánea se puede resumir en diferentes pactos de gobernabilidad entre sectores militares y civiles que se repartieron el poder y la administración de los recursos del Estado. El famoso Pacto de Puntofijo permitió la convivencia de los partidos con los militares hacia la consolidación de la democracia después de la caída de Marcos Pérez Jiménez. Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera lideraban las fuerzas opositoras y junto con las Fuerzas Armadas llevaron al país hacia una paz que duraría unos 40 años. La corrupción, la pobreza, la ineficiencia, las conspiraciones de las élites del poder y la complicidad entre sectores cívico-militares promovieron el surgimiento de la antipolítica que representó Hugo Chávez y lo llevó al poder por la vía de los votos, no sin antes intentar un golpe militar, con sus respectivas víctimas mortales.

El modelo basado en los altos precios del petróleo permitió a Chávez consolidar un régimen personalista y ladrón, operado desde Cuba para convertir a Venezuela en la base de la subversión hacia el resto del continente. Una realidad edulcorada durante décadas por la propaganda del chavismo petrolero y sus portavoces internacionales. Es ahora cuando la ruina y la emergencia sanitaria impactan en la comunidad internacional, advertida de una inminente implosión social que afectará la situación hemisférica y a gobiernos de la región.

Cónclave en Punta Cana

El régimen necesita tiempo para salvar al PSUV y llegar a las elecciones presidenciales de 2019, con o sin Nicolás Maduro. El cónclave secreto en Punta Cana, promovido por los impresentables de Unasur, entre representantes de la oposición y el sector más radical del régimen fue filtrado por quienes en la MUD están en desacuerdo con una negociación. Hasta la Iglesia descalifica la intermediación de Unasur. Solo unos miopes o colaboracionistas se prestan a darle respiro al moribundo gobierno de Maduro. Tuvieron que salir apresurados a desmentir el encuentro clandestino, desde Ramos Allup, de quien piden su cabeza, hasta Chúo Torrealba, repitiendo un comunicado emitido después de una reunión con Zapatero en Caracas, que no aportó ningún elemento nuevo que justificara el desplazamiento y solo dejó una estela de suspicacias.

No se olviden de que en 2014 la dirigencia se sentó con Nicolás Maduro y se prestó a hacerle piso político a una dictadura que comenzaba a desenmascararse ante los ojos del mundo. ¿A qué juega la dirigencia de oposición?, ¿acaso a enfriar la aplicación de la Carta Democrática, que deja al régimen al desnudo y mortalmente herido ante la comunidad internacional?...

Entre gallos y medianoche

En los 17 años del chavismo-madurismo, los militares han jugado un papel predominante en el equilibrio de los acuerdos con el régimen: en 2002, el Alto Mando Militar solicitó la renuncia a Hugo Chávez “la cual aceptó”, pero fue tal el papelón de la dirigencia opositora que en menos de 24 horas los mismos militares les quitaron el coroto y tuvieron que regresarlo al poder.

Ante la inminente caída del gobierno y al producirse un estallido social, los militares se verán obligados a actuar, pero el gobierno ha perdido importantes apoyos militares y al ala que sostiene a Maduro en la Fuerza Armada se le abrió un boquete con los chavistas comandados por Miguel Rodríguez Torres y, por otro lado, Clíver Alcalá Cordones, además de los institucionalistas, que son la mayoría y que internamente están dando muestras de que no acompañarán más este desastre. Por eso propician un diálogo, el gobierno necesita pactar y la MUD es su única tabla de salvación. Veremos si se prestan a ser cómplices.


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