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miércoles, 14 de septiembre de 2016

La dieta del paquidermo. Por Marianella Salazar


Marianella Salazar / El Nacional

Durante un acto transmitido en televisión, Nicolás Maduro, el hombre que por una pirueta rocambolesca del destino ocupa la Presidencia de la República, mostró su vergonzante gordura para hacer un chiste de mal gusto al aludir a la ingrata “dieta Maduro” que hace morir de inanición a la población, sometida a una cadena de humillaciones que empieza por resistir de pie las colas infernales durante horas para adquirir algún producto racionado o, lo que es mucho más cruel e inhumano, el tener que hurgar en la basura hasta encontrar alguna sobra que pueda engañar al estómago. ¿Era necesario quitarles la dignidad?

El esfuerzo de los venezolanos por resolver la ingesta alimenticia se ha vuelto el gran logro del régimen, que es el de condenarnos a la pura supervivencia y no tener tiempo de actuar para salir de este círculo perverso que tan buenos resultados dio a los dictadores cubanos, atornillados en el poder con idénticos métodos, sin importarles el bienestar de su pueblo.

No hay palabras para describir la molestia y el sentimiento de indignación que han provocado las risas presidenciales mientras afirmaba, sin conocimiento de causa, que “la dieta de Maduro te pone duro, sin necesidad de Viagra”. La pobreza extrema en el país alcanza 80%; frente a eso, al paquidérmico que en mala hora llegó a Miraflores no se le ocurre otra cosa más desatinada que hablar de un provocador de erecciones químico, cuya existencia desapareció de las farmacias junto con las aspirinas, hipertensivos, antibióticos, antidiarreicos y un sinfín de medicamentos que sí son materia prioritaria de salud pública.

La ironía del asunto es que la impotencia masculina, siendo un tema tan privado, ahora es competencia del presidente de la República, algo que solo interesa a los grandes fornicadores con dependencia de la milagrosa droga para presumir seguramente de lo que carecen. Maduro ha perdido respeto hasta de sí mismo.

Todas esas fanfarronadas denotan, en primer lugar, su incapacidad expresiva y también son parte de una doctrina escatológica revolucionaria: entre el eructo de ingrata recordación en vivo y en directo del general Acosta Carles, durante un allanamiento a un almacén de la Coca Cola; pasando por “la plasta” que el presidente Chávez le excretó a once magistrados por un fallo del TSJ, en 2002; hasta la “mentada de madre” de Maduro al presidente del Parlamento y la burla con la Viagra, todos esos denuestos llevan intrínsecos un metamensaje político que va más allá de la oposición y que tiene como destinatario a toda la sociedad civil, a la comunidad internacional, a los líderes y organismos internacionales preocupados por el destino de la democracia en Venezuela, que exigen la libertad de los presos políticos y elecciones libres.

Escatología verbal

El envilecimiento del léxico político junto con la corrupción y la impunidad produce hartazgo; no es posible que los dos hombres que detentan los cargos más importantes de la nación, como el presidente de la República y el presidente de la Asamblea Nacional, se comporten como dos azotes de barrio que se desprecian con palabronerías: una semana antes de la “mentada de madre”, el presidente del Parlamento, desde el estado Falcón, utilizó un recurso escatológico, hasta ahora inhabitual en su oratoria picaresca, tildando al mandatario de “cagón”. Ese tipo de dialéctica cubre a quien así se expresa de algo que no es precisamente la gloria. Lo mejor que le podría pasar a este país arrasado es sustituir el populismo fascistoide y brutal por una cultura política del respeto, la decencia, del trabajo silencioso y la paciencia. Si no es así, seguiremos en lo mismo, pero desde el otro frente.


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