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lunes, 5 de diciembre de 2016

¿Por qué no hay billete?. Por Luis Vicente León


Por Luis Vicente León | Prodavinci

Responder esta pregunta podría llevarnos por varias respuestas distintas. La primera sería tratar de explicar por qué la gente no tiene dinero para enfrentar sus necesidades básicas y tiene que hacer malabares para sobrevivirle a una crisis cuya peor parte es que podría haberse evitado con un conjunto de políticas racionales probadas con éxito hasta el cansancio. En ese caso, la respuesta estaría en el modelo intervencionista de la revolución y en su falta de decisión para reconocer su error y cambiar.

Pero este país está tan loco que la pregunta sobre el billete no se refiere a la pérdida del ingreso real de la población. No es una metáfora que usa la palabra “billete” para referirse a los ingresos o al patrimonio. La pregunta no pretende averiguar por qué a los venezolanos les queda tanto mes al final del salario. No, no, no. Se pregunta por qué no hay billetes de verdad, papel moneda, ¡cono monetario, pues!

El hecho de que en un país donde hay que jalar mecate para que te vendan un litro de leche, un antibiótico o un repuesto (además) haya que preocuparse por ver cómo consigues billetes es como demasiado. El hecho de que la gente tenga que preguntarse por qué no consigue efectivo para sus transacciones cotidianas o por qué su banco limita la cantidad de dinero efectivo que pueden retirar de sus cuentas ya son parte de la angustia de vivir.

Pero es lo que hay.

Entonces, en vez de plantearnos una discusión sobre los retos económicos del país, mejor nos dedicamos a explicar cómo es que, además de la escasez de pollo y arroz, en Venezuela no hay suficientes billetes de 100.

Tomando los cálculos hechos por Gustavo Noguera y Richard Obuchi en un artículo para Prodavinci, el billete de cien bolívares de 2008 tenía una capacidad de compra equivalente a diez mil bolívares de hoy. Es decir: que para pagar hoy un bien o servicio por el cual en aquel momento entregabas un billete de cien, ahora tendrías que llevar una paca de cien billetes de cien.

Cuando un venezolano común necesita sacar del cajero electrónico de su banco el equivalente a cien bolívares de aquella época, ahora tiene que pedirle a la misma maquinita que le dispense cien billetes de cien. Y ésa es una tarea inviable, porque esos aparatos no están diseñados ni rellenos con suficientes billetes para eso. Y todo esto sin contar con el hecho de que, ante la falta de divisas y repuestos, la banca ha tenido que responder eliminando cajeros automáticos de su red para llevarlos a una chivera particular donde se canibalizan para poder mantener funcionando los que quedan… por ahora.

Para repartir por todo el país el mismo valor real del efectivo que se llevaba a las cajas de los bancos y a sus telecajeros en 2008, hoy habría que hacer 100 veces los viajes en camión blindado de aquella época. Y eso implica pagar cien veces más en costos de transporte (y eso suponiendo que hay camiones suficientes y que esos camiones tiene cauchos para rodar).

Y pongámosle la guinda a la torta: sólo la tinta y el papel que se necesitan para producir un billete de 100 bolívares de hoy son mucho más caros que cien bolívares. Algo que indica que mientras más billetes de 100 se impriman, peor para el presupuesto de la Nación.

Puedo dar cien razones más para explicar por qué no hay billetes, pero espero que estas pocas sean suficientes para entender el insólito caso de un país donde no hay billetes. Ni arroz. Ni azúcar. Ni pasta. Ni papel tualé.

La racionalidad indicaría que, para atender operativamente el problema, el Banco Central de Venezuela tendría que emitir billetes de más alta denominación o reversar su operación de quitar tres ceros a la moneda y más bien ponerle tres más. Sin embargo, eso tampoco atendería el problema central.

No importa cuántos ceros le pongas o le quites al billete: su valor se pulveriza si no rescatas la confianza. Y aquí la confianza está más escasa que un billete de cien.


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