Por Luis Vicente León | Prodavinci
Siempre he respetado profesionalmente a Smartmatic. Cuando la empresa fue atacada la defendí públicamente y expliqué hasta el cansancio que el problema con la manipulación de resultados electorales no estaba en el sistema automatizado. Y que las sombras de los procesos electorales no se encontraban en la posibilidad de fraude en el procesamiento de data por parte de las máquinas. Las elecciones podían tener problemas de muchos tipos, empezando por los sesgos en las reglas y en el abuso de poder, o en la ausencias de testigos alrededor de las máquinas, pero no había posibilidad de que ocurriera un fraude electoral convencional.
Hoy ratifico la seriedad técnica de Smarmatic y celebro su valentía de no permitir que, en función de su análisis y auditoria, se altere su data por primera vez sin rechazarlo, y sin dimensionar el problema que encontraron al no encontrar respaldo en al menos un millón de votos. Sin duda este es el pronunciamiento más demoledor para la credibilidad del CNE que se ha hecho hasta ahora, pues ningún proveedor haría una denuncia de este tipo sin tener la absoluta seguridad de lo que dice. Y es una denuncia cónsona con los códigos de ética de una empresa de este tipo, quien no es dueño de la data pero si el responsable y garante de la transparencia antes de la totalización.
Hay que aclarar, sin embargo, que esta alteración de data que señala Smarmatic hubiera sido imposible si las elecciones hubieran contado con sus sistemas de seguridad convencionales de huella, tinta y centro específico y si estuviéramos frente a una elección universal, directa y secreta y si hubieran estado presentes los testigos opositores, que contarían con las actas originales del proceso. Regresar a las elecciones democráticas (sin sesgos corporativistas antidemocráticos), con todos los sistemas de garantía electoral que hacían del venezolano un proceso creíble y auditable (pese a los empeños del CNE de bloquear su revisión por parte de la oposición), implica permitir un proceso de auditoría independiente con técnicos creíbles nacionales e internacionales a la votación de la Constituyente que atienda las denuncias concretas y creíbles de fraude electoral para identificar a los responsables y a los problemas que hubiere en el sistema.
Es urgente nombrar un nuevo CNE como producto de una negociación política entre todas las partes. Esto es ya un paso indispensable para rescatar la confianza en los procesos electorales venezolanos. Sin eso muere la vía electoral como solución pacífica a la crisis actual.
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