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martes, 8 de octubre de 2013

Mentiras de un heroico enfermo. Por Roberto Giusti


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Sólo un fanático ciego vota por alguien que va a morir en menos de medio año

ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL

Al esfuerzo que hizo Chávez a lo largo de la agobiante campaña electoral de hace apenas un año no le cabe otro calificativo sino el de heroico. Dos sobrecogedoras imágenes retratan el sello trágico de un hombre que, condenado a morir apenas cinco meses después, se entrega por entero a una causa: la primera es la de un Chávez bailando y saltando en una tarima, al compás de un jingle pop (completamente ajeno a su preferencias por el joropo) para ganarse el voto juvenil. Observamos allí cómo toma en sus manos una guitarra eléctrica, simula tocar, pretende convencer de que se sabe el estribillo de la canción y proclama, siempre bocón, que "Chávez es el futuro".

La otra, todo un presagio de lo que habría de venir después: el mitin de cierre de campaña en la Avenida Bolívar de Caracas. Allí, en medio de un aguacero bíblico, entre truenos y relámpagos, haciendo de tripas corazón, entre dolores que difícilmente supo disimular y advirtiendo que "debido a las circunstancias no voy a hablar mucho", apenas pudo culminar su discurso. Luego fue perceptible, para quienes veían el acto por televisión, cómo Nicolás Maduro le ordenaba al chofer de la camioneta donde montaron a Chávez, que obviara el recorrido previsto entre la multitud y marchara directo hacia Miraflores. Pero ya no importaba. El objetivo se había cumplido. Chávez pudo llegar al final logrando convencer a más de la mitad de los venezolanos de que, como lo dijo insistentemente a lo largo de sus escasas apariciones públicas durante la campaña, estaba plenamente curado del cáncer y listo para gobernar por seis años adicionales.

Puede haber mil motivos que lo llevaron a engañar a la mayoría del país porque sólo un fanático ciego vota por alguien que va a morir en menos de medio año, pero citemos sólo tres. Uno podría ser el hábito consuetudinario e irreprimible de mentir sin medir las consecuencias. Otro, el convencimiento de que estaba persuadido de su muerte, pero creía necesario, por encima de todo, consolidar el proceso revolucionario y el sacrificio final sería su póstuma contribución a la causa de la revolución. También existe, al menos, un tercer motivo, no por eso menos apreciable: la esperanza de que él, hombre de hierro, "el siempre invicto", (condición que los adulantes atribuían a Castro, decimos, a Cipriano) al final vencería a la muerte.

Pero sea cual fuere el motivo, lo cierto es que Chávez mintió deliberadamente, incluso, en el tercer caso, porque sus dolores atroces (Maduro dixit) y el empeoramiento acelerado de su salud se lo decían todo. Claro, aquí la mentira no resulta un pecadillo venial de fácil absolución, como lo está demostrando el disparadero en el cual nos ha dejado el heroico enfermo de octubre.

@rgiustia


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