FERNANDO OCHOA ANTICH | EL UNIVERSAL
La iglesia católica tiene en Venezuela una reconocida autoridad moral que le permite intervenir en los procesos sociales y políticos. Siempre lo ha hecho con gran acierto y prudencia. Un buen ejemplo de esta realidad fueron las posiciones firmes y valientes que tuvieron ilustres pastores como Salvador Montes De Oca y Rafael Arias Blanco al enfrentar con decisión y valentía las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez. Esa autoridad moral es la razón por la cual los venezolanos han visto con optimismo el inicio de un diálogo entre la Conferencia Episcopal y Nicolás Maduro. Dolorosamente, debo también decir que la audiencia que le fue concedida por el papa Francisco no ha sido bien percibida por los venezolanos al considerarse que no era el momento oportuno para esa conversación.
Hace algunas semanas publiqué un artículo que titulé "El riesgo de negociar". Allí expresé que "dialogar con el chavismo es un inmenso riesgo... Lo demostró el importante fracaso que tuvo la Coordinadora Democrática, después del 11 de abril de 2002. Hugo Chávez regresó de La Orchila, dándose golpes de pecho para demostrar que pensaba rectificar. La dirigencia de la oposición cayó en la celada... Utilizó a los expresidentes Carter y Gaviria, para que sirvieran de intermediarios, ofreciéndoles todas las garantías que ellos exigieron para después violarlas descaradamente". Nuestro pueblo piensa que ahora se puede tratar de utilizar la figura querida y respetada del papa Francisco para tratar de legitimar un régimen que cada día se encuentra más cuestionado en su origen electoral.
La única manera que existe para hacer desaparecer tan inconveniente percepción es lograr alcanzar algunos éxitos indiscutibles que demuestren la voluntad de Nicolás Maduro de producir un verdadero cambio en la actual situación política. Un primer paso, que está a la vista, es la promulgación de una ley de amnistía que permita la libertad inmediata de los presos políticos y el regreso al país de todos los exiliados. Esta medida es muy importante, pero no es suficiente. Se requiere además designar al nuevo Consejo Nacional Electoral, guardando un perfecto equilibrio entre gobierno y oposición, designar previo acuerdo en la Asamblea Nacional al contralor general de la República y revisar de inmediato la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión para evitar el abuso de la propaganda del Estado.
Después de alcanzar con éxito estos primeros pasos, se debe iniciar una amplia negociación entre Gobierno y oposición que tenga como garante al propio papa Francisco. Esta negociación debe hacerse directamente entre representantes del Ejecutivo y la oposición con presencia de los directivos de la Conferencia Episcopal, exigiéndole al chavismo que reconozca públicamente la imposibilidad de establecer en Venezuela una hegemonía política. Un país dividido en dos partes iguales, con ideas totalmente contrapuestas, lo limita totalmente. Al contrario, están dadas las condiciones para crear y establecer un sistema político pluralista que permita la convivencia de los venezolanos. La primera y más importante exigencia de ese sistema político es la alternancia republicana a través de elecciones transparentes y equitativas.
Esas conversaciones requieren de un punto inicial. Estoy convencido que ese punto debería ser retrotraer a Venezuela a la Constitución de 1999, dejando sin efecto, a través de los medios legales que corresponda, las leyes habilitantes y la enmienda constitucional que estableció la reelección indefinida. Un punto fundamental es revisar la actual politización de la Fuerza Armada, haciendo respetar cabalmente el artículo 328 que establece que "la Fuerza Armada está al servicio de la nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política", transformando a la Milicia Bolivariana, en reservas dependientes de cada Fuerza y rechazando cualquier presencia extranjera en sus cuadros de mando. Otro aspecto a resolver es la escogencia de idóneos magistrados para constituir el Tribunal Supremo de Justicia.
En un sistema político pueden convivir dos maneras de pensar totalmente contrarias si se fortalecen los valores democráticos y si se establecen procedimientos electorales aceptables para todas las fuerzas políticas. También es posible lograr un programa de gobierno en que las dos maneras de pensar alcancen acuerdos en aspectos fundamentales que beneficien al país. La crisis que vive Venezuela es muy grave. Requiere del esfuerzo de todos para encontrarle una verdadera solución que permita enfrentar los grandes problemas nacionales. La Conferencia Episcopal ha aceptado el reto de buscar una alternativa pacífica a la crisis nacional. No estoy seguro que Maduro lo haya hecho. Ojala que no esté buscando ganar tiempo. Su gobierno es demasiado débil para arriesgar su estabilidad. Es el momento del diálogo y no de la confrontación...
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