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domingo, 23 de junio de 2013

Maduro y las notas de Standard & Poor's. Por Fabio Rafael Fiallo



FABIO RAFAEL FIALLO | EL UNIVERSAL

Cuando el impugnado presidente Nicolás Maduro visitó Europa recientemente en busca de la legitimidad que las urnas no le otorgaron en su país, y recibía en Roma la bendición papal y un pergamino de la FAO, jamás imaginó que una noticia nada halagüeña, divulgada por la prensa internacional, iba a perturbar el impacto mediático de su viaje: la influyente agencia de evaluación financiera Standard & Poor's había decidido bajar la calificación de crédito de Venezuela y el ranking de su deuda pública.

Situación sorprendente si se tiene en cuenta que los precios del petróleo en el mercado mundial andan por las nubes y que Venezuela posee las más grandes reservas de oro negro conocidas a nivel mundial. Ante ese contexto tan favorable, sólo un manejo execrable de la economía ha podido obligar a S&P a anticipar un deterioro mayor de las perspectivas económicas del país.

Como consecuencia inmediata de la decisión de S&P, es de esperarse que el Estado venezolano tenga que pagar intereses más elevados por los préstamos contraídos en moneda extranjera.

En un momento como el actual en que el bolívar se deprecia y se necesitan dólares para importar artículos de primera necesidad que antes se producían en el país, en momentos en que la inflación rompe todos los récords y la producción de petróleo está siendo afectada por la chapucera gestión de Pdvsa, el previsible encarecimiento de los empréstitos gubernamentales a raíz del anuncio de S&P creará un problema no desdeñable para las autoridades del país.

Como si esto fuera poco, para explicar la mala nota dada a Venezuela, S&P precisa: "Los desafíos internos del Gobierno venezolano amenazan con debilitar la implementación de políticas económicas en un momento de empeoramiento de las condiciones económicas con desaceleración del crecimiento, aumento de la inflación y más presiones de liquidez externa".

"Desafíos internos del Gobierno", vale precisar, es el eufemismo utilizado por la agencia de calificación para referirse a las luchas intestinas que se están librando en el seno del chavismo.

Dicho de otro modo, a causa de las pugnas de caciques y las divergencias ideológicas entre los grupos de poder, S&P pone en duda la capacidad de Nicolás Maduro de aplicar las políticas económicas que la desastrosa situación venezolana requiere.

En ese mismo tenor, el prestigioso cotidiano londinense Financial Times, comentando la noticia, señala que las disensiones internas en el chavismo han provocado "la parálisis de la política gubernamental, sin que ninguna decisión económica importante haya sido tomada desde la elección de Maduro".

Es oportuno señalar que desde antes del fallecimiento de Hugo Chávez, ya Venezuela ocupaba la vergonzosa posición número 180, de un total de 183, en el índice de facilidad para hacer negocios establecido por el Banco Mundial. Ahora, con la mala nota adjudicada por Standard & Poor's debido a la desastrosa gestión de Maduro, ¿qué inversionista privado, nacional o extranjero, estaría dispuesto a arriesgar su dinero en Venezuela?

Al mismo tiempo que S&P bajaba la nota de Venezuela, un fenómeno de gran envergadura estremecía al Brasil. Cientos de miles de hombres y mujeres inundaban las calles de Sao Paulo, Río de Janeiro y otras ciudades de ese país para protestar contra la inflación, la corrupción, la inseguridad y el despilfarro de fondos en la preparación del Mundial de Fútbol.

A nadie se le escapa que la inflación, la corrupción y la inseguridad son lacras sociales que en Venezuela han adquirido proporciones alarmantes, ni que el despilfarro de petróleo venezolano enviado a Cuba para mantener con vida el régimen castrista es más absurdo y dañino que el dinero gastado por Brasil en el Mundial de Fútbol. Con el agravante de que la economía venezolana se encuentra actualmente en estado de descalabro, lo que no es, ni mucho menos, el caso del Brasil.

A este respecto, cabe señalar que últimamente Venezuela ha sido el país de menor crecimiento entre las economías más poderosas de América Latina.

Las condiciones están dadas, pues, para que broten en Venezuela protestas similares a las que en estos días proliferan en Brasil.

Nicolás Maduro puede por supuesto seguir divirtiéndose con ver pajaritos y recibir bendiciones y pergaminos. Puede también anunciar, como lo ha hecho en el pasado, que habrá de "radicalizar la revolución" y traer "más y más socialismo" a su país. Puede incluso argüir que los males de Venezuela son el fruto de una conspiración de la "derecha fascista" en connivencia con agencias de notación y periódicos extranjeros al servicio del "Imperio".

Pero mientras más esconda la cabeza ante la realidad, a la manera del avestruz, más reticentes estarán los inversionistas privados a lanzar su capital en el torbellino económico venezolano y más apabullantes serían las manifestaciones de descontento que, por la miopía e impericia de Miraflores, podrían tarde o temprano sacudir las calles y plazas de Venezuela.

f.fiallo@ymail.com


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