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miércoles, 7 de agosto de 2013

King Kong en el cuartel de la montaña. Por Andrés Volpe



ANDRÉS VOLPE | EL UNIVERSAL

Esto ocurre de vez en cuando. Uno se encuentra con el absurdo y duda. Se duda de la materia que contiene un concepto de nacionalidad. Se duda de qué es precisamente ser venezolano. Es una cuestión ontológica que se debate entre un rojo y un azul. Realmente, es una cuestión que va mucho más allá. El absurdo hace entender la distancia que existe entre nuestra individualidad y lo demás. Entre nosotros y la realidad del país. Quisiéramos entender que la anárquica realidad incoherente y violenta que sentimos día a día está solo allá, del otro lado del vidrio del carro. Quisiéramos entender que no se forma parte del absurdo político donde se marcha contra la misma naturaleza de los marchantes o se pide todavía más sacrificio y espera. La realidad social contradice constantemente la identidad individual que se esfuerza por crear una coherencia entendible. Quisiéramos entender, realmente aprehender, cómo el absurdo político es la noticia matutina que nos espera con la arepa. Así, cuando por un segundo se entiende que se forma parte orgánica del constructo psicológico venezolano se baña uno en el absurdo. Se quiebra uno en dos partes iguales y vienen las criaturas imaginarias. Vienen las nostalgias mal visitadas. Al final, existe ya el ejercicio bien entendido de pretender, de seguir levantando paredes ficticias, de seguir esperando el big bang político y la creación de un nuevo universo y de un nuevo mundo y de un nuevo país y de una nueva historia. King Kong está desnudo en el cuartel de la montaña cazando moscas mientras le guinda Príapo. Maduro marcha contra los corruptos y dice que no descansará hasta encontrarlos y agarrarlos y sacarles sus mentiras y la sangre y el dinero que no es de ellos, sino de nosotros, los venezolanos con crisis de identidad y pensamos que todo esto es absurdo y King Kong desnudo en el cuartel de la montaña cazando corruptos con una mano y con Cilia Flores gritando ¡socorro! en la otra. Así está uno todavía tratando de entender cómo es que todo esto ocurre y la Tierra sigue rotando sobre su propio eje y que Dios orina cada vez que llueve sobre la ciudad y nosotros sacamos el paraguas mientras se prepara uno para otras elecciones, porque aquí la democracia no se toca compañero, sino que se reinventa y la democracia bella y espléndida que nos ha servido para ser más pobres, más sumisos, más desesperados, más tristes. La democracia socialista, aquella que se practica al menos cada año, nos ha servido para conservar el absurdo, porque al Ávila hay que atornillarlo democráticamente no vaya a ser que se nos vaya volando por los aires y veamos el mar pelado y veamos que más allá hay mundo y libertades y derechos democráticos liberales y políticos que son responsables frente a sus constituyentes y que la política es una porquería en todos lados, pero que aquí es tan igualita como los Gadafi, Pol Pot, Ceausescu, Sese Seko y los Idi Amin. Pero leamos a Camus para entender que el absurdo nos golpea en cada esquina con guantes de boxeador y nosotros salivamos sangre y aguantamos el dolor y probamos el cuero, porque el absurdo nos hace pensar en la desesperación del sin sentido y en la nada y el suicidio. Habrá que esperar a que Venezuela se suicide algún día, pero aquello sería confesar que hemos sido vencidos y que nunca entendimos, que nunca pudimos entender lo absurdo de hoy y lo absurdo de ayer y la historia. Suicidarse es confesar que nunca pudimos aceptar nuestra propia identidad y aceptar que la democracia aquí es solo un jueguito de forma y los corruptos y la pobreza y Alí Primera cantando ahora el petróleo es nuestro y el Caracazo y todas las ilusiones de país desarrollado que nunca fue y el chiste del comunismo tropical. Así Heidegger nos dice que la existencia humana es una existencia humillada y Chestov con su experiencia del desespero y de la incapacidad de explicar coherentemente y la pérdida de lo comprensible y de la libertad y de la fe. Quizás entonces sería mejor hablar de la locura de querer entender el sinsentido de una marcha contra los mismos marchantes y de un país que habla de esperanza cuando es un objeto que poco a poco se va desintegrando por las fuerzas internas. Quizás mejor seguir pretendiendo que la realidad anárquica y violenta está siendo contenida por el vidrio del carro y el aire acondicionado. Mejor seguir pretendiendo que las noticias del absurdo político son solo ficciones que nos entretienen para llenar la vida de contenido y que el suicidio es algo que solo se hace en los inviernos que no existen. Mejor seguir obviando que ser venezolano es sentirse desesperado.

@andresvolpe


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