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miércoles, 28 de agosto de 2013

La primera sílaba de la palabra vergüenza. Por Luis Vicente León



Por Luis Vicente León

“En un libro recientemente aparecido […] alguien ha tenido la escalofriante idea de reunir las frases notorias de esa chusma infame que responde al nombre colectivo de clase política. El libro, construido a base de anécdotas y personajes, empieza a leerse con un gesto divertido y una sonrisa en los labios, pero luego la sonrisa se transforma en mueca de angustia. Cielo santo, se dice uno. En manos de quiénes estamos. […] Lo que salta a la cara es una desabrida colección de ordinarieces y de ignorancia extrema. Una radiografía estremecedora de los incultos demagogos que mangonean este desgraciado lugar […] que no sólo no se avergüenzan de su pobreza intelectual y su manifiesta incapacidad de articular sujeto, verbo y predicado, sino que encima nos regalan finezas ideológicas como […] «Me encantan los animales, y si son hembras y con dos patas, mejor» o […] «A los socialistas les vamos a cortar las orejas y el rabo para que dejen de joder».

Dirán mi madre, y el obispo de mi Diócesis, y mi primo el notario, que a buena hora me pongo [así] en esta página. Así que antes de que mi progenitora me tire de las orejas, y el obispo diga vade retro, y el notario escriba indignadas cartas para que me boten […] y me echen a la puta calle, me adelantaré apuntando que yo no pido que me vote nadie, ni vivo de [la labia] ni de un partido; y voy por la vida de francotirador, no de padre de la patria. Así que me reservo el derecho a escribir como me salga de los […]. Derecho del que, sin embargo, carece toda esa tropa que bebe Vega Sicilia a costa del contribuyente. Toda esa pandilla, a menudo analfabeta, que hasta cuando paga la cuenta del restaurante con la Visa Dorada firma con faltas de ortografía. Impresentables que sólo podrían hacer carrera política en un país como éste; […] capaces de hacer que cualquier ciudadano normal se ruborice cuando se ponen de pie ante su escaño asegurando representar a alguien, prueban el micrófono diciendo: «¿me se oye, me se escucha?», y a continuación balbucean torpes discursos sin el menor conocimiento de la sintaxis, sin la menor preparación cultural, con una ignorancia flagrante de la Historia, y la memoria, y la realidad del país en el que trampean y medran. Discursos de los que brilla por su ausencia el más elemental vislumbre de talla política, y que suelen consistir en la sistemática descalificación del contrario, bajo el principio del tú eres aún más […] que yo. Ni siquiera esos tontos del culo saben insultar como Dios manda, o al menos como insultaban los parlamentarios decimonónicos y del primer tercio de este siglo; que siendo muchos igual de […], procuraban aparentar argumentos y estilo para no hacer el ridículo. Pero ahora el personal se lo traga todo, y da igual, y los diarios no titulan con ideas, ni las exigen, pues nadie las tiene, sino con la última estupidez o la última calumnia. En vez de programas y soluciones, la clase política se pasa las noches rumiando el insulto o la supuesta agudeza que va a soltar al día siguiente. Y así, de ser un simple argumento o refuerzo táctico, el insulto ha pasado a convertirse en argumento central; y único, de todo discurso político. Porque en este país —o como queramos llamar a esta piltrafa de sitio—, los programas de gobierno y los argumentos políticos hace tiempo que fueron sustituidos por […] donde se hace difícil sentir simpatía por uno o por otro, pues casi todos se mueven en idéntico nivel de bajeza y de bazofia.

Y no se trata ya de que aprendan Historia, o Retórica, o modales. A buena parte de ellos habría que empezar por enseñarles a leer y a escribir. Y a deletrear. Por ejemplo, la v con la e y con la r: Ver. Que es la primera sílaba, damas y caballeros, de la palabra ver-güen-za.”

No piensen que me volví completamente loco y me destapé a insultar a la clase política de por estos lados. ¡Habrase visto semejante barbaridad! Sólo comparto con ustedes la opinión del deslenguado Arturo Pérez-Reverte, en su artículo “Padres de la Patria”, donde se refiere a los políticos españoles. ¿Se imaginan lo que sería de nuestra honorable Asamblea Nacional si en ella se hablara con acento Español? Por eso me he permitido suprimir las frases que seguramente cualquier lector de este portal sabría completar, suprimiendo alguna que otra españolada para no sobrecontextualizar las ideas y dejar que cada quien las lea con los referentes políticos que tenga más a mano. Más de uno, después de leerlo, le dará gracias a Dios [o a Bolívar] por habernos liberado de España hace dos siglos, convirtiéndonos en repúblicas libres e independientes, que no padecen de esos males que denuncia Pérez-Reverte. ¿O me equivoco?


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