Y cuando la mayoría sea abrumadora, entonces, y solo entonces, podrás ganar...
LUIS VICENTE LEÓN | EL UNIVERSAL
La agenda de esta campaña estará marcada por el llamado opositor a un plebiscito simbólico. Resulta obvio que esta es la oportunidad de oro para que la oposición solicite un voto castigo y siga su lucha. Pero el problema que enfrentará es su propia desconfianza en la transparencia del proceso electoral y las instituciones que lo manejan. Luego de haber desconocido los resultados presidenciales, no es fácil convocar a sus seguidores a votar de nuevo, con las mismas reglas y árbitro. Es cierto que esto parece una contradicción, pero la verdad es que parece su única vía válida para avanzar. Más allá de los temas conceptuales, hay asuntos netamente operativos. La oposición no tendría ninguna posibilidad de éxito por una vía distinta a la electoral. Si bien ha quedado demostrado varias veces que el país esta dividido en partes similares en tamaño, no es verdad que son fuerzas políticas equivalentes, más allá del tema electoral. Cuando los estudiantes de mi clase, mayoritariamente opositores duros, insistieron que en un país fraccionado con dos lados iguales, la oposición debería defender sus derechos políticos, aún por la fuerza y por las armas si fuera necesario (y de acuerdo al derecho de rebelión que le otorga la propia Constitución ante violaciones flagrantes de sus derechos políticos), decidí que era momento de retarlos. Les he dicho mil veces que la vía pacífica, incluso para rebelarse y defenderse, ha demostrado ser mucho más potente contra la concentración y el abuso de poder que la vía armada. Y no es solo Gandhi (que es el mejor ejemplo) sino cientos de casos menos estrambóticos pero también exitosos como los de México, Chile, Suráfrica o Nicaragua. Pero como parece que los ejemplos de otros países solo funcionan en la mente de mis alumnos cuando verifican lo que ellos piensan y creen adecuado, ahora quise dejar de lado la lógica teórica y concentrarme en la posibilidad de éxito operativo de una acción radical como esa. Los reté con el siguiente ejercicio. Supongamos que ustedes aceptan una propuesta de enfrentarse en la próxima clase a un grupo de chavistas duros equivalente en número a ustedes y que serán reclutados de los colectivos armados. Los encerraré en el salón, donde pueden entrar con sus armas convencionales. El grupo "invitado" tendrá a su disposición todos los recursos económicos, mediáticos, institucionales y armados del Estado, mientras el Homeclub solo puede usar lo que tienen en casa, su propia plata y lo que logren recolectar de "Friends and Family", obviamente sin posibilidad de que esos recursos puedan declararse abiertamente, ya que a cualquiera que descubran ayudándolos será perseguido y encarcelado por la autoridad. Les doy dos horas a puerta cerrada para que mis alumnos utilicen sus iPad, iPhone, Laptop y sus armas de defensa personal, incluyendo rifles flowers, cuchillos parrilleros, paralizers, chinas, cacerolas, puños, uñas, entre otras armas letales, mientras sus contrincantes entran con sus armas largas, ametralladoras, granadas, gases lacrimógenos, pico e'loros, chuzos y el respaldo, en caso de emergencia, de la Armada, el Ejército y la Guardia Nacional. Al final contamos a ver cómo quedó esa batalla entre "iguales".
No panitas, por ahí no es. La igualdad existe solo si hablamos de votos que se pueden contar y mostrar el tamaño del soporte de cada grupo. Y si no los cuentan bien, la defensa debe ser firme, pero democrática, motivando a sus grupos a participar, a defender sus votos en las mesas, convenciendo cara a cara a la gente de que hay otra forma de vivir y gobernar. Y cuando la mayoría sea abrumadora, entonces, y solo entonces, podrás ganar... hasta con el pétalo de una rosa.
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