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jueves, 30 de julio de 2015

Maduro y el avestruz. Por Axel Capriles


Axel Capriles / El Nacional

Sabemos que no es más que un dicho, que el avestruz no esconde la cabeza bajo tierra para rehuir el peligro y evitar los problemas. ¿Por qué Maduro sí lo hace? ¿Por qué el presidente de la República no enfrenta la realidad? ¿Por qué la cabeza del Poder Ejecutivo opta por esconderse y adopta una actitud tan infantil: “Como no te veo, no existes”? El gobierno bolivariano rehúye las adversidades eliminándolas por decreto, ignorándolas. Es una extraña forma de pensar: si se deja de actualizar el índice general de precios al consumidor, la inflación se acaba; si se dejan de publicar los estados financieros de los organismos públicos, las empresas del Estado salen de la quiebra. Tenemos, así, un país de ciegos. No hay balances fiables del Fonden, del Fondo Chino, de nada. Toda la estadística nacional está viciada, sesgada, borrada.

La conducta de Maduro es producto de una inversión del teorema de Thomas, el cual postula que “si una situación es definida como real, esa situación tiene efectos reales”. Maduro interpretó que si la situación no se definía, la realidad no existía. Es una profecía autocumplida por ausencia. Dado que la gente adecúa su conducta a la percepción que tiene de las cosas, basta con eliminar los datos que dan fe de las percepciones para que las cosas desaparezcan. La otra explicación que puede tener el extraño comportamiento de Maduro es que aplicó ciegamente las premisas de la propaganda castrista, que son, en esencia, las mismas de la nazi. Es la extensión del principio de “silenciación”, de Joseph Goebbels, hasta sus últimas consecuencias. Ya no se trata de acallar y disimular las noticias, sino de negar los hechos en su totalidad.

La compenetración de Maduro con el comportamiento mítico del avestruz nos ha llevado, sin embargo, a una condición desesperada. El país está mucho peor de lo que pensamos. Y el problema ya no es, ni siquiera, que el presidente tome malas decisiones sino que, peor aún, no toma decisiones. Pareciera que los autores de la revolución bolivariana han acabado resignándose y aceptando que, bajo sus premisas, nada pueden hacer para enderezar la economía. Han dejado, por ello, la barca a la deriva hasta que algo pase, hasta que explote o se hunda. Siempre nos queda la fantasía venezolana dominante: el aumento de los precios del petróleo. Pero mientras tanto, Maduro y el resto de los héroes revolucionarios dedican todo su tiempo a lo único que han sabido y saben hacer: raspar la olla. Estamos en la fase del saqueo final.

@axelcapriles


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