RUBÉN DE MAYO | EL UNIVERSAL
Resulta insólito que el gobierno ante la actual crisis económica se refiera a ella como guerra económica, lo cual implica la existencia de al menos dos bandos: el bando de los patriotas, los chavistas y socialistas, todos explotados salvajemente por el capitalismo y el imperio yanqui, liderados nominalmente por Maduro; y el otro bando apátrida, burgués y capitalista, liderado por el malvado Capriles, opositor, títere y marioneta de Estados Unidos, que perversamente está acaparando productos de la cesta básica y tiene un súper laboratorio donde remarca y vuelve a remarcar los precios para que el índice de inflación se incremente.
Ante esta situación, Maduro ha invocado la ayuda del Gigante, Chávez, que desde el más allá le ha proporcionado la estrategia militar a seguir. Lo primero es que ante la crisis económica, lo menos que se debe hablar es de la economía. Para ello cuentan con José Vicente Rangel, cuya proverbial perspicacia política lo hace ver magnicidios y conspiraciones todas las semanas; y ahora se ha inventado la muy ingeniosa idea del plan Colapso Total, inspirado en algunas películas que han tenido gran éxito de taquilla como: Armageddón; Independence Day o Deep Impact.
Este plan Colapso Total es ultra secreto, tan secreto es que solamente Rangel y toda Venezuela, por su denuncia, están enterados. Y este dato es de vital importancia, puesto que de no ser secreto dicho plan, la reunión que se daría en Bogotá con presencia de representantes del expresidente colombiano Álvaro Uribe y de exgerentes de nuestra empresa petrolera Pdvsa sería imposible de realizar, ni imbéciles que fueran para ponerse en evidencia.
La habilidad de Rangel (no es una exageración afirmar que este hombre supera con creces al mejor agente de la CIA) reside en enterarse de estas ocultas y bien guardadas conspiraciones, muchas de ellas tan secretas que ni los mismos involucrados saben de las mismas. En concreto, este plan Colapso Total fue hecho a la medida del presidente Maduro, para evitarle el tener que aprender un poco de economía y dar complejas y difíciles explicaciones a la población, que al igual que él no entiende mucho de PIB, productividad, inflación, colocación de títulos, bonos de la deuda, etc.
Maduro de esta forma cuenta con un elaborado discurso político para explicar el por qué de la crisis, sin acudir a ninguna tediosa y mentirosa tesis económica. Así, ante la escasez la única explicación es que hay una burguesía acaparadora; y ante la inflación, la explicación es que esa misma burguesía parasitaria (así también se le dice) sólo piensa en el beneficio y lucro económico, buscando maximizar siempre la ganancia.
La explicación, como se ve, está al alcance de cualquiera. Maduro la dice y repite con soltura de experto en la materia, luego de haberla estudiado en profundidad para no equivocarse. Esa explicación tiene la ventaja de que en ella hay buenos contra malos; ricos y pobres; apátridas contra patriotas; cándidos revolucionarios de izquierda contra derechistas y fascistas. En fin, el mundo en blanco y negro, como un inocente y ramplón cuento de hadas, como una guerra (económica) que se libra entre la bondad y la maldad.
Debemos estar orgullosos de esta guerra, es una creación criolla, folclórica, muy nuestra. Somos el único país del mundo donde se libra. Y como en revolución la educación ocupa un lugar preferente, somos el único país del mundo con tantos especialistas en economía, capaces de explicar el hecho económico sin acudir a un solo elemento del vocabulario científico de la economía.
Maduro se calza una franela verde oliva; pasa revista a la guardia presidencial; lleva a cabo una reunión con el alto mando militar; sobre un plano geográfico diseña estrategias y maniobras para combatir la inflación y la escasez, decidiendo sacar a la aviación. ¡Esta guerra la ganaremos!, grita patrióticamente Maduro, acordándose de las lecciones de su Gigante, verdadero causante de esta guerra, y que de economía sabía mucho de política.
Mientras todo esto acontece, Rangel prepara su próximo programa y se le ocurre la genial idea de vincular la escasez de aceite y pollo con un plan de magnicidio al presidente Maduro. Seguro de sí mismo, feliz por su original ocurrencia, ríe en voz alta, estridentemente, y ordena pollo frito para cenar.
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