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sábado, 22 de marzo de 2014

La necesaria gran alianza popular. Por Fausto Masó


Fausto Masó / El Nacional

No cobran por soñar, por imaginar marchando hombro con hombro a estudiantes sin futuro junto a trabajadores de los barrios. Los estudiantes no limitan su tarea a superar el régimen de Maduro, su meta es forjar una alianza policlasista, porque poco se ganará con un simple cambio de régimen sin haber creado antes esa alianza popular. Caso contrario nos tocaría el destino argentino, la sobrevivencia del chavismo, el peronismo del siglo XXI, como ocurrió en el sur. En resumen, la tarea del país es transformar el sentimiento de justicia que inspiró al chavismo en una alianza popular, dejar atrás el discurso del PSUV. No es tan difícil con Maduro en el poder

Según el INE el desempleo llegó en enero al 9,5%, hay un caldo de cultivo peligroso para el gobierno en los barrios de desempleados y de venezolanos que reciben el peor salario mínimo de América Latina; los colombianos nacionalizados venezolanos que visitaron su país natal en diciembre volvieron deprimidos, al ver la abundancia en los anaqueles de los comercios en Colombia, y comparar el poder adquisitivo en ese país con el venezolano. El desempleo es el resultado de la guerra económica, de la persecución a los principales empleadores del país: los comercios en vez de aumentar su personal en diciembre lo redujeron.

Al hablar con dirigentes estudiantiles impresiona su estatura política. Saben que esta lucha es larga, quieren dirigir su mensaje a los barrios; organizan asambleas populares en las zonas populares, conocen de primera mano la miseria de los trabajadores, privilegian en su discurso los temas que llegan al pueblo. No hablan de salidas ni de militares salvadores. No tienen miedo de dialogar con el gobierno, porque para ellos dialogar no es negociar, ceder en sus posiciones, dejar de exigir un cambio en el modelo económico, por ejemplo.

Según las encuestas Maduro anda en caída libre. La inmensa mayoría de los venezolanos reconocen que el país anda mal, critican las colas, la carestía, los sueldos de hambre, el modelo económico. El tema social es la gran debilidad oficial, porque mientras hablan de grandes avances un venezolano paga 10 y 20 veces el precio oficial de la bombona, y lo mismo ocurre con el cemento, la leche, etc... Los estudiantes saben que les espera al graduarse el desempleo, la inseguridad y el hambre, que ya sufren los habitantes de los barrios donde abundan dirigentes formados, capaces de expresarse con claridad, cultos. Los intereses de estudiantes, trabajadores y de los marginales coinciden frente al enemigo común: el modelo económico.

Por su parte, el gobierno seguirá hablando de paz y disparando, cuida su imagen internacional y aplasta a sus oponentes, aumenta la cantidad de muertos, asalta las universidades, dispara contra los edificios, no cesa de dar palos de ciego en su política económica, no cumple los acuerdos con los empresarios como la fianza para participar en el Sicad 2, empeora el desabastecimiento porque persigue a los transportistas como ocurre en Táchira y Mérida. Cambiará su política monetaria para conseguir más bolívares al precio de una devaluación brutal, pero ya cierran los centros comerciales, aumenta el desempleo y en las marchas que se organizan por el interior de Venezuela en especial participan los habitantes de los barrios, esa alianza popular entre los estudiantes y los pobres ocurre ya en los hechos. Le queda ahora a los políticos apoyarla, darse cuenta de que la salida para el país a largo plazo consiste en el surgimiento de esa nueva conciencia popular. El gobierno se limita a disparar y a perseguir a sus adversarios políticos, su gran argumento ideológico es la prisión de Ramo Verde.

A soñar, pues, a imaginarnos una gran alianza popular de estudiantes, obreros y de políticos, para rescatar a los barrios de la miseria y devolverle a los que estudian la ilusión de un futuro. Esa sería una bandera, quizá la única posible en la Venezuela de hoy, expresada en un lenguaje que trascienda el discurso de los economistas, claro.



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