LEOPOLDO LÓPEZ
Ramo Verde, 10 de Octubre de 2014
Estimado Elías
Me permito tutearte por la amistad que tenemos desde hace algunos años y que comenzó en 1996 cuando fundamos la Cátedra de Honor en la UCAB y nos acompañaste en varias ocasiones. Tu visión y tu claridad sobre nuestra historia siempre fue una guía práctica para alumbrar mi conocimiento sobre nuestro pasado.
A pocos días de cumplir ocho meses de injusto encarcelamiento, te puedo decir que la cárcel es una experiencia llena de adversidades, por supuesto para quien está tras las rejas pero, sobre todo, para la familia; sin embargo, te comento que he podido sacarle provecho a este tiempo difícil buscando crecer todos los días como persona, y en eso la lectura ha sido una gran aliada.
He tenido tiempo para leer lo que desde mucho quería leer y también me he encontrado con algunos que han abierto nuevos horizontes a mi pensamiento. El tema al que más tiempo he dedicado es a la Historia de Venezuela, por lo que en mi celda tengo varios de tus libros y artículos. Uno que tengo bien subrayado y que cuento entre mis referencias obligatorias es “Las Ideas de los Primeros Venezolanos”
He leído biografías, novelas, documentos sobre nuestra Historia. Espero que cuando salga en libertad tenga oportunidad de conversar contigo sobre el pasado de nuestra nación, pero también de su futuro y del desafío que significa para idealistas como tú y como yo construir una mejor Venezuela a partir del desmadre generalizado que es este presente que está aplastando el futuro del país.
Ha sido precisamente la inquietud sobre el porvenir nacional lo que me ha motivado a escribirte estas palabras. Siempre leo tus artículos del domingo en El Nacional, así como editoriales con los que generalmente tiendo a estar de acuerdo. Con tus artículos he tenido varias discrepancias, especialmente con algunos que han sido críticos a nuestra propuesta de buscar una salida a lo que hoy vivimos en Venezuela: una dictadura, del siglo XXI, a color, pero dictadura al fin.
He leído con atención tus observaciones críticas, porque sé que las haces con espíritu constructivo y con profunda preocupación por lo que vive Venezuela. Siempre trato de leer y ponerme del lado de quienes se oponen a nuestras tesis y visiones para así poder afinar posiciones y rectificar.
El domingo pasado me encontré con tu artículo: “¿Otra constituyente?” en el que haces un llamado de atención sobre nuestra propuesta de convocar una constituyente por iniciativa popular en el marco de una 'ruta democrática, pacífica y constitucional para salir de la crisis generalizada a la que estamos sometidos. Como culminas el artículo invitando a quienes proponemos este camino "a enmendar la plana", me pareció prudente y pertinente escribirte estas líneas con las razones que nos han motivado a proponer esta alternativa prevista en el texto constitucional y comenzar con la recolección de firmas.
Te escribo entonces la plana a ser enmendada haciendo uso de argumentos que te pido leas con atención:
Es cierto lo que dices respecto a que en Venezuela se han dado muchos procesos constituyentes y que la mayoría de ellos, incluyendo de 1999, han sido convocados desde el Poder con el resultado de que en la mayoría de los casos solo sirvieron para ajustar las leyes y la institucionalidad a la élite gobernante.
Haces dos excepciones: el Congreso Constituyente de 1811, en el cual se decretó la Independencia, y la Constituyente del Trienio, en la que se sembró buena parte de lo que es el Estado Democrático. Yo añadiría una tercera, la de 1999, que parió la Constitución vigente.
El primer proceso tuvo que esperar diez años de batallas y luchas para materializarse y nueve más para ver el nacimiento de la República, en 1830; el segundo fue interrumpido por diez años de dictadura y sólo comenzó a cimentar a partir de 1958; y el tercero, a la vuelta de 15 años, se ha quedado en una ristra de buenas intenciones, en un papel que se usa al antojo del gobierno, bajo la anuencia de una inefable Sala Constitucional que sólo sirve a los intereses del Ejecutivo y del PSUV
A pesar de los obstáculos y dificultades de toda índole, la virtud de los dos procesos a los que haces mención es que permitieron poner la mirada en el país anhelado, distinto al estado de cosas que se tenía. Sin duda fueron congresos cargados de idealismo, pero que sirvieron de inspiración y legitimidad para impulsar cambios profundos en la estructura del Estado y el destino de la nación.
Coincido contigo en que la dimensión de los problemas que tenemos no se solucionará con la redacción de un manual de reglas por parte de un grupo de iluminados. Nada está más lejano de nuestra visión que la engañosa receta de construir repúblicas aéreas, artificiosas, en medio de un descomunal desmadre.
Partiendo entonces del hecho de que no es cuestión de un manual de reglas ni tampoco de otro proceso de promesas milagrosas, quiero argumentarte el por qué estamos convencidos de la pertinencia de impulsar un proceso constituyente como ruta de salida a la crisis; pero más allá, de entrada a la nueva etapa que debemos empeñarnos en forjar quienes nos aferramos tozudamente a la idea de que sí podemos ser un país mucho mejor al que hoy somos.
Comienzo por el diagnóstico del actual problema. Sin entrar en los detalles de una crisis generalizada que todos los días toca a la puerta de 30 millones de venezolanos, es necesario definir con claridad a qué nos estamos enfrentando los demócratas.
Por razones de peso y diagnósticos claros que creo compartir contigo, podemos concluir que hoy en Venezuela no vivimos en democracia. Esa es una con la que están de acuerdo 6 de cada 10 venezolanos, quienes aseguran que en nuestro país vivimos una dictadura.
Es importante plantear el punto de partida, debido a que las rutas varían en función de su comienzo. Si asumimos vivir en una democracia plena, lo lógico y natural es esperar como demócratas el ciclo electoral que nos llevará a la instalación de una nueva Asamblea Nacional Legislativa en enero de 2016 y a la asunción de un nuevo presidente en 2019.
Pero si vemos el desempeño de quienes detentan el poder y han secuestrado la institucionalidad y asumimos que no estamos en democracia, que el deterioro nacional es acelerado y que cada dia perdemos terreno en la protección de libertades propias de un sistema democrático, es nuestro debemos plantear alternativas a este cronograma electoral.
En 2013, luego de revisar en largas y profundas discusiones las alternativas disponibles que cumplieran con la visión compartida de la MUD de promover un cambio popular, pacífico, democrático y constitucional, llegamos a la conclusión de que nuestra mejor opción es la convocatoria de una constituyente con la intención de darle legitimidad a un proceso de cambio profundo a un modelo de Estado que se ha venido armando con una maraña de leyes y prácticas contrarias al espíritu de la letra constitucional.
A diferencia de todos los otros procesos constituyentes que han todo sido convocados desde el poder (exceptuando el de 1811), estamos proponiendo un proceso constituyente convocado desde la ciudadanía.
En la actual carta magna están expresamente contemplados los mecanismos para la convocatoria de una constituyente y entre ellos está el de la iniciativa popular con la recolección del 15% de las firmas del Registro Electoral. Estas firmas son mucho más que rúbricas: son voluntades comprometidas con el cambio. Nuestro reto es contar con tres millones de venezolanos dispuestos a firmar, a defender su derecho de hacerlo y a promover el cambio que permite la Constitución y que, por lo demás, representa la esencia de la democracia: el ciudadano en pleno ejercicio de sus derechos.
Sobre el tema de la disposición de firmar se ha hablado mucho. Existe la idea de que la gente no firmaría por miedo a otra tristemente célebre Lista Tascón. Sin embargo, Elías, tanto los estudios de opinión como la experiencia de estas dos semanas recolectando firmas, dicen lo contrario. Según el IVAD 56% de la población dispuesta está dispuesta a firmar y cuando se le pregunta si está dispuesta a hacerlo con la exigencia de huellas y foto, 42% se mantiene firme en su disposición. Esto representa a más de ocho millones de venezolanos dispuestos a ejercer ese derecho bajo cualquier condición, y recordemos que se requieren menos de tres millones de firmantes.
Además de ser una iniciativa que puede ser activada desde la ciudadanía, la Asamblea Nacional Constituyente también representa la posibilidad de tener un amplio, legítimo, transparente y genuinamente representativo diálogo nacional acerca del destino de la nación. Por el camino que marcha el país vamos muy mal. Todos los demócratas coincidimos en la necesidad de un cambio del modelo económico, social y político y también coincidimos en la idea de que nadie debe quedarse por fuera en un proyecto de país y que para eso debemos dialogar. ¿Qué mejor representación y escenario de diálogo que uno en donde todas las corrientes políticas estén representadas, como ocurre en una constituyente?
Por otra parte, el cambio de modelo debe ser el resultado de un debate nacional. La situación no está para que un pequeño grupo de iluminados imponga su modelo; la fortaleza de un nuevo pacto social estará dada por la consistencia de su contenido y por la legitimidad y amplitud con la que se acuerden nuevas políticas en terrenos tan importantes como la economía, el petróleo, la institucionalidad democrática y sus contrapesos, estado de derecho, la federación, las relaciones internacionales, la hipótesis de conflicto y la estrategia militar. Todos esos terrenos requieren un cambio, pero ese cambio debe ser debatido y es precisamente ese el espíritu que debe tener una constituyente en el contexto actual.
Otra de las razones por la que creemos y promovemos una constituyente es porque es una clara ruta constitucional. No podemos permitir que nos agarren desprevenidos los hechos que algunos vaticinan -desde un estallido social pasando por un golpe o cualquier otra eventualidad-sin que tengamos una alternativa constitucional y democrática, una ruta a seguir.
Como sabes, soy creyente, militante confeso, del derecho que tenemos de protestar. Es un legítimo derecho de los pueblos desde que la Historia se comenzó a escribir. En el siglo XX se dio un paso significativo en la canalización de la protesta bajo los métodos de la no violencia, los cuales dieron resultados significativos en la India con Ghandi, en Suráfrica con Mandela y en Estados Unidos con Luther King, por nombrar sólo algunos ejemplos. Ahora bien, la protesta sin destino corre el riesgo de que se disipe, de que se evapore el fervor de que sea manipulada por el régimen. Por eso la protesta debe tener una ruta clara a ser transitada. En el caso de una ANC, la presión de calle es necesaria para que la institucionalidad secuestrada acepte la fuerza popular amparada en la Constitución, la cual da el derecho al pueblo a convocar una constituyente.
En mis reflexiones sobre los hechos ocurridos a partir de febrero de este año, te confieso que concluyo que nos quedamos cortos en el proceso de explicar y comunicar masivamente la ruta constitucional y que eso no permitió traducir la protesta en un cambio político. Ahora bien, la situación actual es peor de lo que era en febrero y la ruta para impulsar un cambio profundo por la vía popular democrática y constitucional está más vigente que nunca.
Estoy claro que no es fácil el camino que estamos planteando, pero te pregunto: ¿Cuál es la otra alternativa? ¿La tenemos? ¿Hay un camino más fácil que transitar? ¿Esperar como los cubanos o los norcoreanos a que el descalabro económico produzca un cambio por inercia, que nunca llega? ¿Colaborar pasivamente con un régimen que no oculta su intención de asfixiar todos los espacios de libertad? ¿Ser meros espectadores mientras el país se nos cae a pedazos?
Debo hacerte referencia a las elecciones parlamentarias, ya que hay quienes insisten en poner la constituyente como una alternativa ubicada en la acera del frente, contrapuesta a las parlamentarias, cuando realmente no es así. Es tan difícil ganar una AN como una ANC, ambas deben sortear los obstáculos institucionales y la acción de un CNE secuestrado. La diferencia está en el alcance de cada ámbito. Como te dije antes, una ANC posibilita un verdadero diálogo y permite acuerdos sobre un nuevo proyecto de país, el cambio de las cabezas en todos los poderes y abre las puertas a los ajustes institucionales necesarios como la no reelección, la profundización de la descentralización y el resguardo de las condiciones necesarias para el impulso de una economía fuerte. Sin estos ajustes y rectificaciones el proceso de desgaste continuará y serán más dolorosas la consecuencia que sufrirá nuestro pueblo.
Sobre el modelo de democracia que aspiramos, estamos convencidos de que si la lucha por la democracia en el siglo XX se centró en la conquista del voto universal, directo y secreto, en el siglo XXI nos corresponde elevar la aspiración democrática al principio rector de que todos los derechos sean para todos los venezolanos. Nuestra historia, y este período no escapan a eso, ha estado signada por la aceptación del contrasentido de una parte de los derechos para una parte de los venezolanos. Elevar la aspiración democrática a la conquista de todos los derechos para todos, supone al menos tres condiciones que hoy no tenemos. Primero, un Estado eficaz en el cumplimiento de su deber en materializar el derecho escrito: segundo, un sistema de justicia realmente justo, que impida que nadie se quede por fuera: y, tercero, una ciudadanía activa, permanentemente activa, en la promoción y defensa de sus derechos.
Con esta carta/plana que espero enmiendes en lo que creas conveniente, espero recibir de vuelta tus aportes y argumentos. Obviamente espero convencerte de que la constituyente es una opción válida, pertinente y sujeta al menos a ser debatida, pero también estoy abierto a la posibilidad de que con argumentos puedas presentarle a tus lectores una alternativa distinta a que proponemos como vía para salir del desastre al que estamos sometidos los venezolanos. Quienes pretendemos liderar un proceso de cambio, no podemos conformarnos con tener un diagnóstico certero de la situación. Es necesario poner la mirada en el horizonte de un futuro mejor ya partir de allí definir la ruta para alcanzarlo.
Finalmente, estimado Elías, con toda humildad quiero decirte que sí esperamos calzar la horma de quienes propusieron la Independencia en 1811 y promovieron la democracia en 1946. Si la Historia sirve de algo es para que pongamos la vara alta ante procesos complejos. Ella nos ayuda a buscar inspiración en las acciones de nuestros antepasados, en sus aciertos y errores, sin dejar de un lado lo más importante: el idealismo de quienes sienten y saben que no merecemos estar como estamos y que podemos ser mucho más de que hoy somos como nación.
En este sentido vale la pena recordar la frase de Ghandi, un idealista incansable, al referirse a sus adversarios y los obstáculos: "Primero te ignoran, luego se ríen de ti, después te atacan, y finalmente ganas".
Me excuso, Elías, por lo largo de la carta, pero como decía Mark Twain: "Las circunstancias y el tiempo me impidieron escribir más corto". Te mando un fuerte abrazo a ti y a todo el equipo de El Nacional, que hoy más que nunca brilla como un faro de libertad en una noche oscura en medio arrecifes y ataques a nuestras libertades.
Un abrazo,
PD: En vista de que tu artículo toca un tema del que soy proponente y fue difundido por la edición impresa y por las redes sociales de El Nacional, te pido que aras del equilibrio informativo y editorial y en función de tu imparcialidad periodística, se difunda la presente misiva por las mismas vías, o al menos por la web, ya que entiendo que por razones de espacio es difícil publicarla al completo en el periódico. LL.
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