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lunes, 23 de febrero de 2015

Las venezolanas en la pasarela (Carolina Herrera). Por Eduardo Semtei Alvarado


Eduardo Semtei Alvarado | @ssemtei

No hay semana en que María Carolina Josefina Pacaninis Niño (comercialmente se llama Carolina Herrera, hija del ex gobernador de Caracas Guillermo Pacaninis) y su esposo Reinaldo Herrera Guevara (Reinaldito, para nosotros sus panas) genuino representante de una raigambre de etiqueta y de la más rancia aristocracia criolla, casta a la cual añora pertenecer el alcalde aquel que conduce un… Audi (Reinaldito, además, es familiar del editor de la afamada revista de modas Vanity Fair), no aparezcan en las páginas sociales del New York Times. Su familia detentó por un tiempo el marquesado de Torre-Casa.

Ellos andan de lo más contentos con su último desfile de modas, donde Carolina Herrera recibió la visita de las más afamadas actrices del mundo. Allí estaban Sandra Bullock toda de rosado, Angelina Jolie (demasiado flaca) vistiendo un Armani, Jennifer Lawrence con chaqueta oscura y zapatos de Stuart Weitzman (1,2 millones de dólares aunque usted no lo crea), Jennifer Aniston (con otro novio), Gwyneth Paltrow (con nuevo tatuaje en el brazo), Cameron Díaz (recién operada de las nalgas) y Scarlett Johansson, entre otras. Por supuesto donde las idolatradas cantantes Beyoncé (con un escote espectacular), Madonna (musculosita), Lady Gaga (estrafalaria como siempre), Britney Spear, Katy Perry y Rihana también mostraron sus bellos rostros, finas estampas y atractivos cuerpos, en fin, todo el mundo del espectáculo se dio cita. Nadie faltó. Y por el gobierno venezolano, nada más y nada menos que tantarán… Tania, en representación de la belleza, el estilo, el garbo, la finura, la belleza de la mujer venezolana. Qué Alicia Machado ni que Maritza Sayalero, Irene Sáez ni Bárbara Palacios. Pobres y feas lucieron Dayana Mendoza, Stefanía Fernández y Gabriela Isler ante Mis Bolsa Plástica 2015.

Y es que en Venezuela ahora las damas no miran con envidia y con el más fino arte del “rabillo del ojo” a sus pares en materia de vestido, calzado y accesorios. No señor. Ya el maquillaje y los sombreros lucen como cosa del pasado. Ahora la moda, el último grito, es mirar de reojo lo que llevan las otras damas de abolengo en las bolsas del supermercado. ¿Papel toilette? ¿Jabón de olor? ¿Café molido? ¿Pañales? ¿Azúcar, café? ¿Galletas María con chocolate? ¿Papelón y chicharrón? Qué bellas lucen las criollas adornadas por 3, 4 y hasta 10 bolsas de las más finas, con los logotipos de los supermercados impresos en finas tintas y colores preciosos. Hay que ver lo sexy que luce un kilo de café Fama de América en una transparente bolsa del Excelsior Gama. Las damas rojas rojitas se pasean por Venezuela portando elegantemente diversas bolsas con los más preciados, escasos y siempre solicitados productos de primera necesidad. La harina PAN está muy de moda.

Carolina Herrera, siempre atenta a los inesperados movimientos de la moda internacional y al cambio dialéctico del gusto mantuano, viene vistiendo a Cilia, Iris, Blanca, Tania, Delcy, Gladys, Gabriela, Maripli, Luisa y Tibisay. Todas ellas aparecen frente al público con sus bellas bolsas. Esas famosas carteras Hermes, Vuitton, Chanel, Dior, Paddington, Balenciaga, Fendi o Prada pasan inadvertidas. Nadie las toma en cuenta. Pero las bolsas de Plan Suárez, Bicentenario, Gama, El Patio, Makro, Unicasa y Central Madeirense son la envidia mundial. Miles de ojos las apuntan. Qué éxito para nuestras damas. Las envidiosas de la burguesía y hasta de la pequeña burguesía siguen atrapadas en las “marcas” sin apreciar lo bueno. Lo “in”. Lo “chic”. The very very cool apparel. Fashionable.

Verdad que la burguesía es una clase social apátrida, desclasada, parasitaria. Esos grandes apellidos como Penzini, Zuloaga, Brillenbourg, etc., han ido cediendo espacio a la gente de dos apellidos como Arias Cárdenas, Cabello Rondón, Rodríguez Chacín, Chacón Escamillo y para usted de contar. Todo un cambio en la moda. En las tendencias del buen gusto. Garbo, garbo y más garbo. Hasta en la moda masculina ocurrió un cambio histórico, aunque para Pedro Carreño el cambio fue histérico. Darío Vivas, quien antes lucía gordo, desarreglado y hasta divorciado de la normativa mundial sobre aseo y limpieza personal, hoy luce sus trajes de gala siempre adornados con brillantes bolsas plásticas. Cuántas cosas podría Darío contarnos acerca del modus operandi para llenar las bolsas en Pdval o Mercal, pero su origen sencillo, humilde le impide exhibirse, echárselas, como se dice vox populi. Ante todo que prive la prudencia y el respeto. Nada de envalentonarse o fanfarrear, cero pedanterías. Jactancias y petulancias han sido prohibidas en los Estatutos del PSUV. Todo debe ser sumiso, callado, discreto.

Si por algo será recordado este régimen, remato mi artículo, será por la elegancia, la prudencia, el buen gusto, el respeto. Créanlo, si lo dudan pregúntenle a aquella dama a quien el Eterno en forma de susurro y confidencialmente le prometió “darle lo suyo” esa misma noche, o aquella histórica frase comparable con las sentencias inteligentísimas de Woody Allen, Churchill o Einstein, con la que se inmortalizó diciendo que la victoria de la oposición era una victoria de mierda. No dijo desechos humanos. No dijo detritos. No dijo heces fecales. Dijo simplemente mierda. Sustancia marrón y de mal olor. He dicho. Genio y figura hasta la sepultura.

Carolina, te la estás comiendo. Darío, como Camay no hay. Carreño, no te sigas tiñendo el cabello. Tania, ponte en dieta. Las cosas que uno tiene que recordarle a la gente.


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