MIGUEL BAHACHILLE M. | EL UNIVERSAL
Chávez tuvo la habilidad de sembrar la idea entre la mayoría, sobre todo de clase media, que los políticos del puntofijismo habían creado una distinción insalvable entre los dueños del dinero y el resto del país; que fijaron una fractura cristalizada e insalvable entre ambos grupos. Hoy, según las encuestas serias, la fisura instituida por el gobierno ha hecho a la mayoría más pobre. De allí que el 80% del país lo adverse. La excepción son los elegidos revolucionarios.
Así, pues, con el imaginario colectivismo nadie ganó y, por contrario, perdió la mayoría. El salario mínimo de Bs. 6.746,98 mensual (15 dólares al cambio libre) no es suficiente para adquirir siquiera un par de zapatos para niños en cualquier "mercado popular". La lucha entre poseedores y desposeídos está planteada no en dos mitades, como tanto lo predicó el fenecido con su mito marxista, sino entre un pequeñísimo grupo privilegiado y el resto del país. Sin duda ese es un socialismo muy raro que puso a perder al pueblo.
Por ejemplo, la resignación forzada surgida en las colas ha perdurado más allá del diagnóstico sesudo de los "expertos sociales". La gente las soporta invadida por temor al hambre como si se tratara de un escenario de guerra en el cual hay que abastecerse como sea. Hasta ese teatro, por demás cruel, es maquinado con animosidad por el inmenso aparato informativo del gobierno. "Los culpables son otros": el patrono, la oligarquía, guerra económica, o lo que invente cualquier inédito revolucionario. Así, pues el pobre pierde mientras se ensancha la ineptitud gubernativa.
La propiedad y control de medios de comunicación, como toda forma de propiedad, ha estado siempre al alcance de los dueños del capital. En efecto este gobierno millonario, como administrador del gran capital de la nación, controla casi todas las estaciones de radio y televisión, diarios, revistas, películas, emisión de libros, etc.
Así el aparato estatal se siente envalentonado para continuar su papel hegemónico en este proceso interventor. Sin embargo basta analizar las encuestas serias para colegir cómo en este ámbito también pierde el régimen. La propaganda sobre igualitarismo es inútil ante la agrandada pobreza igualmente acosada por el hampa.
Ya no tienen efectos los artificios condicionantes para encubrir la crisis. La seducción al estilo Dakazo quedó revelada como lo que fue desde el principio: otra treta electoral. Esa experiencia se vislumbra irrepetible. Mientras el país remata activos como su parte de la refinería de Chalmette (EEUU) y las reservas internacionales bajan a 16,5 millardos de dólares, el gobierno persiste en hablar del éxito de la revolución. Allí también perdió; pero más perdió el pueblo que no encuentra sus medicinas usuales. Ahora las boticas se dedican a vender sardinas.
Los procesos de control y "conquista de voluntades" dejaron de ser seductivos y, por contrario, se develan como lo que siempre fueron: cruel maniobra. Por ejemplo, cualquier producto adquirido a precio Dakazo cuesta, cuando hay, diez o 15 veces más que el coste electorero. El gobierno también echa mano de otros avíos "para entretener" como, por ejemplo, conspiración sin conspiradores. Allí también pierde; sólo los fanáticos lo asumen como válido.
El 6 de diciembre es la gran ocasión para dejar de perder. Quince años sufriendo por escasez, inflación, inseguridad, destrucción institucional, es demasiado tiempo. Es hora de ganar y eso se logra votando masivamente contra un sistema que sigue pauperizando el nivel de vida de la mayoría.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
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