MIGUEL SANMARTÍN | EL UNIVERSAL
Si en algo se ha distinguido este régimen simulador y fallido -hay que reconocerlo, camarita- es inventando excusas. Es el rey del cuento. De la coba. Un verdadero "virtuoso" transfiriendo a otros la culpa de sus desatinos.
Engañar y manipular a sus seguidores y a la opinión pública son rasgos que comparte con otros "atributos" igualmente predominantes: el sectarismo, la opresión, la hostilidad, la ineficacia y la improbidad. Se le considera el gobierno más corrupto de la historia del país, siendo acusado por sus propios partidarios (Adina Bastidas y Jorge Giordani, entre otros) de complicidad en el latrocinio por no investigar el destino de casi 30 millardos de dólares entregados por el desaparecido Cadivi a varias "empresas de maletín", constituidas para apoderarse del dinero público.
Muchas fábulas insidiosas han sido tramadas en los laboratorios de guerra sucia de la revolución -según se afirma con el asesoramiento de especialistas cubanos en la intriga- para escabullirse de la responsabilidad de la crisis económica actual, del deterioro general del país y del despilfarro de más de un millón de millones de dólares ingresados durante estos últimos 16 años producto de la renta petrolera.
Parte de esos ingentes recursos -los que no terminaron en cuentas de corruptos en bancos extranjeros- fueron desviados por la cúpula regente para exportar el Socialismo del Siglo XXI. Los gobiernos de los países vecinos que adoptaron ese modelo político autocrático -inspirado en el castrocomunismo- recibieron también préstamos sin retorno, petróleo a precios irrisorios y jugosos contratos para suministrar a Venezuela insumos, materia prima, maquinaria, autopartes, ropa, calzado, alimentos, medicinas, artículos de aseo personal y otros bienes y servicios en detrimento de los empresarios privados nacionales a los que la revolución relegó y considera, aún hoy, enemigos incompatibles. Por tanto los mantiene al borde de la bancarrota.
A cambio de las prebendas, privilegios y millones de dólares transferidos a esos países vecinos -¿amigos y aliados?- sus respectivos gobiernos ofrecieron a los camaradas benefactores solidaridad, alabanzas, aquiescencia y votos en organismos multilaterales (OEA, Celac, Unasur, Caricom, etc.) para que el régimen vernáculo presumiera de un liderazgo regional que menguó tan pronto declinaron los precios del petróleo. Cuba se desparramó en atenciones a Estados Unidos ante la posibilidad de restablecer relaciones con su enemigo histórico. Y las demás islitas del Caribe se "cuadraron" sin complejos con Guyana en la controversia que mantiene con Venezuela por el Esequibo.
Muchas han sido las tretas, coartadas y justificaciones usadas por el régimen para disimular sus desatinos, excesos y fracasos y culpar de los mismos a sus adversarios políticos dentro y fuera del país: anuncios de complots, insurrecciones y magnicidios; un supuesto atentado con misiles contra el avión presidencial; ataques del Imperio; conjuras del capitalismo salvaje; presencia de paramilitares colombianos; guerras asimétricas, de quinta generación, sicológicas y económicas; saboteos, contrabando, acaparamiento, especulación, bachaqueros y la confabulación de @DolarToday.
Sin embargo, como primera en el ranking revolucionario de infundios se mantenía la inoculación del cáncer en el organismo del Supremo Eterno. Pero nada, camarita, es perpetuo. Solo el legado del Gran Líder. Desde ahora el supremo vacilón revolucionario pasó a ser que la guerra económica causante de la escasez y la inflación es culpa de los banqueros prófugos. ¡La de vaqueros la contamos la semana próxima!
msanmartin@eluniversal.com
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