ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
La percepción sobre la incapacidad del chavismo para gobernar a estas alturas es ya una creencia firme, incluso entre quienes siempre votaron por el caudillo y el 6D lo hicieron por la oposición. Es más, a esa corriente de opinión que ya parece irreversible habría que sumarle a los desilusionados, quienes ante el agravamiento de la crisis han modificado su actitud en los dos primeros meses del año. Y no se equivocan porque la terquedad en permanecer atado a la única opción que garantiza la continuación del fracaso, se puede calificar de incapacidad para reconocer los errores y rectificar en consecuencia.
Maduro prefiere el caos y sus tremendas consecuencias antes que abjurar del sacrosanto dogma del socialismo del siglo XXI, lo cual implicaría la negación de "la doctrina Chávez", en el caso de que esta calamidad pueda llamarse "doctrina" y la aceptación de que muy lejos de la liberación, del bienestar y de la felicidad que tanto pregona, lo que está dejando atrás es opresión, miseria y hambre. Pero la cosa no resulta tan simple porque cuando se trata de implantar un sistema socialista no hay eficiencia que valga, los resultados terminan siendo los mismos y el cambio de modelo se impone dictado por una realidad que ya no da para más. Así ocurrió con la caída del imperio soviético y de la China de Mao, para citar apenas dos de los ejemplos más socorridos, donde la eficiencia, sobre todo, en el arte de anular los más elementales derechos humanos, pero también en la creación de un Estado todopoderoso y fisgón, provocó la condena de varias generaciones a la esclavitud y la estrechez. Es decir la eficacia, a la hora de desarrollar la doctrina, lejos de cumplir con los objetivos de liberación, justicia social y una vida digna para todos, produjo exactamente lo contrario.
En Venezuela nunca se pasó del Estado primario, es decir, de la destrucción del orden establecido porque la consiguiente creación de uno nuevo nunca llegó y eso, a la postre, ha resultado tan dañinos como los modelos completamente acabados de las dos grandes naciones-Estados del socialismo real. En otras palabras, no pasamos de la primera etapa del "proceso"', estos revolucionarios no superaron la cota mínima de (des)control, el terremoto dejó, aunque maltrechos, algunos valores y ahora que intentan la toma definitiva del poder y se quitan la máscara democrática, descubren que ya es muy tarde, que no aprovecharon el momento, cuando estaban la cresta de la ola y el cambio, que en Rusia y China fue solo de modelo económico, en Venezuela se plantea como total. De manera que si algo bueno nos dejaron los 40 años de una democracia tan vituperada, es la existencia de un sistema electoral que, en medio de todas las aberraciones y gracias a la tradición del voto, corta pero tradición al fin, será clave para la reconstrucción del país y la creación de un nuevo orden que no se concibe fuera del sistema de libertades y el mandato popular.
@rgiustia
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