PEDRO A. PALMA / EL NACIONAL
Una serie de circunstancias, muchas de ellas de origen externo, están afectando muy negativamente el desempeño de múltiples economías emergentes, las latinoamericanas entre ellas. En efecto, la desaceleración de la economía china, las expectativas de aumento de las tasas de interés en Estados Unidos y en otras economías industrializadas, y el desplome de los precios de múltiples commodities, el petróleo en particular, han deteriorado las cuentas externas de estos países, han debilitado sus monedas, han generado desequilibrios fiscales y han desacelerado su crecimiento económico, condenando a algunos de ellos a sufrir recesión y repuntes importantes de desempleo.
La declinación de las exportaciones chinas, el debilitamiento de su sector industrial, y la moderación de la actividad de la construcción generaron una desaceleración de esa economía que ha estado inquietando a los inversionistas y a los proveedores de las materias primas que ese país tradicionalmente requiere, ya que aquel menor crecimiento se traduce en una moderación de sus importaciones. La situación se exacerbó por la reciente e inesperada devaluación del yuan, la cual fue interpretada por muchos como el inicio de una guerra cambiaria de sucesivas devaluaciones para apuntalar las exportaciones chinas, generándose una salida masiva de capitales y el consecuente desplome de su mercado bursátil. A su vez, el menor crecimiento de esa economía ha contribuido a una reducción generalizada de los precios de las materias primas, situación que ha deteriorado las cuentas corrientes de múltiples países emergentes exportadores de esos commodities. Eso, además de desequilibrar las cuentas fiscales de estos países debido al menor cobro de impuestos, ha incrementado la necesidad de captar capitales financieros foráneos que compensen el deterioro de sus transacciones corrientes externas, objetivo que no ha sido fácil de lograr debido a la expectativa cada vez más arraigada de aumentos inminentes de las tasas de interés en Estados Unidos, en atención a la finalización de la política monetaria ampliamente expansiva que implementó la Reserva Federal en años recientes con el fin de estimular la actividad económica. Esto se ha traducido en salidas netas de capitales financieros de varias economías emergentes, como Brasil y México, hacia la economía norteamericana, haciendo que sus reservas internacionales bajen y que sus monedas se deprecien de forma acentuada. Como respuesta a esta situación, se han implantado políticas fiscales y monetarias restrictivas en estos países con el consecuente aumento de sus tasas de interés, para así tratar de neutralizar los efectos inflacionarios causados por el encarecimiento de sus importaciones debido a la devaluación de sus monedas. Todo lo anterior se ha traducido en restricción de actividad económica, habiendo casos como el de Brasil, que han caído en recesión.
Las economías regionales exportadoras de petróleo, como México, Colombia, Ecuador y Venezuela han sufrido el desplome de sus precios de exportación desde la segunda mitad del año 2014 a esta parte, debido a una persistente situación de sobreoferta de hidrocarburos creada por la negativa de Arabia Saudita y otros países productores del Medio Oriente a reducir su producción, con el fin de mantener los precios en niveles muy bajos, para así reducir la rentabilidad y competitividad del costoso negocio de extracción de petróleos de esquistos en Estados Unidos. Esto ha reducido significativamente los ingresos de los países exportadores de petróleo, desbalanceado sus cuentas fiscales y depreciado sus monedas. Todo ello se ha traducido en restricciones de actividad económica, depreciaciones acentuadas de sus monedas y en algunos casos mayores presiones inflacionarias, siendo Venezuela el caso extremo, donde se prevé para este año una inflación cercana a 200% y una contracción del PIB próxima a 9%.
@palmapedroa
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