Nitu Pérez Osuna / Noticiero Digital
Este país anclado en Suramérica se encuentra hoy revuelto en el turbión de lamentables acontecimientos, confusiones y complicidades. Somos un pueblo cargado de inconformidades frente a las realidades sociales de escasez, inseguridad, alto costo de los pocos productos que encontramos y los deficientes servicios con los que contamos. A este rosario de calamidades se le suma ahora el desplazamiento de un grupo social nacido en el hermano país de Colombia que hizo vida en Venezuela. Al día de hoy, un número de personas -que según la Organización de Estados Americanos (OEA)- asciende a más de 12 mil, ha sido obligado a abandonar sus viviendas, humillado y golpeado en su dignidad por el régimen de Maduro.
Quien hoy despacha desde Miraflores nos abofetea a todos cuando celebra este mar de violaciones “bebiendo champaña” en un país al que ha ido a mendigar divisas para continuar en su festín de poder.
Aquí se ha instalado la anarquía. La justicia ha sido reemplazada por la injusticia. La libertad por cárcel. La democracia por dictadura. La fraternidad por hostilidad. La solidaridad por repulsa. Y ante esto los venezolanos nos indignamos. Lo hemos demostrado en cada protesta que hora tras hora se multiplica aunque no exista un medio de cobertura nacional que lo transmita. La indignación es un derecho y cada vez se ejerce con más fuerza. El pueblo va perdiendo el miedo. Los jerarcas comienzan a sentirlo.
Y es que el respeto por los derechos humanos hay que privilegiarlo por encima de cualquier norma, porque cuando no los defendemos se pierde la dignidad y ésta… no es negociable, ella -la dignidad- es la fuente de todos los derechos, es su fuente y su norte. Y este pueblo es digno.
En medio de esta crisis social, económica y política nacional e internacional se atraviesa en el país un evento electoral, que estaba allí, en el calendario. Pero que sea cual sea el resultado, aunque la MUD obtenga 167 diputados – cosa que el narcoestado no permitirá- nada cambiará. No habrá más alimentos porque no hay producción, no existirá seguridad porque se instaló la impunidad ejercida por unos tribunales que no castigan al delincuente sino al disidente de la revolución. No habrá igualdad de oportunidades porque la discriminación hacia aquel que critique o enfrente las malas ejecutorias del régimen, se impone. No habrá libertad porque ella conlleva disertación, contraste de opiniones, debate de las ideas y no la hegemonía de pensamiento de quienes se han hecho del poder. El tema electoral no va a resolver el problema político, porque la revolución usa el voto, pero no permite que se elija.
Lo que nos convoca es el rescate de la Nación, la instauración de la República y sus instituciones. Para ello los “nuevos realistas” del siglo XXI se tienen que ir. Como decía en alguna ocasión José Antonio Pérez Díaz y a quien parafraseo: la lucha está planteada en términos de independencia interna y externa; tan perjudicial para el país es la actitud de quienes nos han colonizado desde afuera, como la de quienes se han prestado a ello desde lo interno.
Los venezolanos tenemos una tradición libertaria, democrática y de independencia y no dudo que haremos honor a ella. No somos cubanos, sapos, ni vagos… Somos dignos y trabajadores. Estamos en el final de un fracaso llamado revolución. Nadie hoy duda que la revolución fracasó. Hasta fanáticos como Dieterich o el Che venezolano lo saben y lo dicen. El tiempo biológico de esta revolución se acabó. El 80 por ciento del país quiere salir de la anarquía y reconducir a Venezuela por la senda del progreso, justicia y paz.
Llenemos el espíritu de futuro. Soñemos con una Venezuela productiva, innovadora y solidaria. Somos una inmensa mayoría quienes aspiramos un cambio y ¡lo vamos a lograr!
pereznitu@gmail.com
@NituPerez
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