Carlos Blanco / @carlosblancog / EL NACIONAL
En América Latina y el Caribe no hay condiciones políticas ni institucionales para una invasión de Estados Unidos a Venezuela. Eso no ocurrirá. Lo que sí hay es un cambio drástico de política de Washington hacia Maduro y su régimen. Es una postura que se ha venido madurando a lo largo de los meses recientes y tuvo un punto de inflexión con la reciente llamada telefónica del senador Marco Rubio a Maduro en el pasado mes de julio, en la cual le planteó, en nombre del presidente Trump, que no era aceptable la constituyente para la comunidad internacional y que él –Maduro– y Tareck el Aissami deberían renunciar para convocar unas elecciones presidenciales. Aunque el asunto se debatió ardorosamente dentro del procerato rojo, triunfó la tesis de la inmolación al costo de una desbordada represión y un final sangriento.
Esa llamada de Rubio fue el símbolo de la cancelación de los amagos de “diálogo” impulsados por Thomas Shannon, todavía alto jerarca del Departamento de Estado. El error básico cometido por Shannon fue que parece haber pensado que las relaciones personales con Maduro y su pareja eran buen punto de partida para un diálogo “constructivo”, como lo llamarían las buenas almas. No tomó en cuenta que una orgía de poder, terror, represión y saqueo no se va a detener por la apelación a “razones”.
Lo que sí está claro es que Estados Unidos tomará todas las medidas para enfrentar las actividades de terrorismo, narcotráfico, corrupción, lavado de dinero, que afecten sus instituciones y a sus nacionales. La opción militar no sería una invasión con marines en Maiquetía, sino el empleo de toda la fuerza para aislar o detener a los funcionarios, testaferros y amiguetes incursos en esas actividades.
Esa elevación del tono por parte de Trump no es un hecho aislado; ni siquiera es el autor original. Desde hace meses, en resonancia con las luchas en la calle del pueblo venezolano, se ha construido una poderosa opinión internacional de la cual participan la mayor parte de los gobiernos de América Latina y de Europa que apoyan los esfuerzos de la mayoría de los venezolanos que procuran la salida del régimen.
Las mafias y narcomafias andan de carreritas: no perdurarán. La comunidad de naciones impedirá la desestabilización regional. La protesta, el cerco internacional, los pronunciamientos militares, al lado de una constituyente desbocada, construyen el anillo del cual Maduro no puede salirse.
Los demócratas, venezolanos y extranjeros, han llegado a una conclusión: el régimen de Maduro tiene que irse. Los ciudadanos no aguantan y la región tampoco.
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