Hay un problema en la oposición que tiene que ver con el manejo de las expectativas
LUIS VICENTE LEÓN | EL UNIVERSAL
Bajo mi perspectiva, hay un problema en la oposición que tiene que ver con el manejo de las expectativas. Si chequeamos la historia, conseguimos que las fuerzas opositoras que enfrentaron a Chávez consideraron que era conveniente construir la matriz de opinión de que eran una fuerza mayoritaria frente a un chavismo que sólo permanecía en el poder por su control institucional, el fraude, la trampa y su fuerza bruta. La evidencia indica que no era cierto. No sólo por los resultados electorales que siempre favorecieron al chavismo con brechas muy amplias, improbables de lograr sólo con manipulación electoral, sino porque las encuestas indicaban que la mayoría de la población los respaldaba. Entiendo que un candidato en campaña no va a salir al ruedo diciendo que va a perder. Pero haber construido la matriz de que la oposición era mayoría, sin serlo, funcionaba como motivador previo para mantener la esperanza, pero luego se convertía en una bomba de frustración y desesperanza.
El balance de fuerzas cambió después de la muerte de Chávez. Maduro fulminó parte de su herencia en apenas un mes de campaña. Sin entrar en el detalle caliente de la calidad de la elección, los resultados mostraron un país dividido en dos (poquito para acá o para allá), pero luego de varios años de crisis severa, los resultados parlamentarios muestran ahora la reversión del apoyo popular y el soporte mayoritario a la oposición. Eso es un salto cuántico. Es una oportunidad de oro para las fuerzas del cambio y permite predecir que más tarde o más temprano llegarán al poder. El tema es cuándo. Estos procesos no tienen por que ser tan cortos. Podrían tomar incluso tantos años como los necesarios para llegar a la próxima elección presidencial o a lo mejor es mañana.
Así como en la época donde era minoría, la oposición tenía la necesidad de hacer creer que era mayoría, ahora que sí lo es, parece necesitar decir que eso significa que el cambio es ya, sólo cuestión de meses, construyendo una sobre expectativa que definirá la evaluación que de ella hará la gente después.
La realidad es que ser mayoría significa que la oposición es la fuerza favorita para ganar las elecciones que vienen, pero no que podrá enmendar la Constitución sin que la pare el TSJ. No quiere decir que va a lograr una renuncia voluntaria del presidente, como Emparan, y tampoco que una renuncia presionada por conflictos inducidos sea posible o termine en manos de quien la promueve y no del sector militar. Es más cercano, sí, un triunfo refrendario, pero de nuevo esa vía pasa por los bloqueadores del CNE chavista, de la Sala Electoral chavista y de la posibilidad de que el gobierno convoque a la abstención y nos enfrentemos a la primera elección donde el voto no será secreto y la capacidad de amedrentamiento se amplificará exponencialmente. Finalmente, esto tampoco significa que si el país explota en el medio de la crisis sea la oposición la que tenga la capacidad de capitalizar la anarquía, pues no es ella quien controla la fuerza, las armas, los medios, el liderazgo ni la institucionalidad del país.
No estoy diciendo que el futuro está cantado y que nada puede cambiar. En política eso sería una estupidez. Pero sí estoy diciendo que la verdadera potencia de la oposición, siendo ahora ciertamente mayoritaria, sigue siendo electoral. Es donde tiene su mayor fuerza. Es lo que la articula y la une. Si todas las otras estrategias se diseñan y presentan con el objetivo de provocar esa elección, bingo. Pero venderle a la población una expectativa de cambio distinta y radical puede ser de nuevo motivante a corto plazo y una provocación al aplauso fácil. La pregunta es: ¿qué pasará... si no pasa?
luisvicenteleon@gmail.com
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