ORLANDO VIERA-BLANCO | RUNRUNES
No es la primera vez. Lo vivió Rosales. Lo enrostró Leopoldo López. Lo encaró María Corina Machado, Capriles y Antonio Ledezma. La amenaza. El asecho. Es jugársela o no por la dignidad y por la libertad. Para un líder político la demostración de su voluntad de sacrificio, pasa por enfrentar estos dilemas. Asumir la represión a riesgo de no obtener reacción de las masas o lanzarse al exilio o la clandestinidad, a riesgo de quedar solo y aislado. En definitiva inmolarse es un acto hidalgo, que no pocos tildan con ingratitud “un tonto más que se dejó agarrar”.
Las circunstancias me han acercado a actores políticos protagónicos. Articular entre Maria Corina, Ramos Allup, líderes de VP o de UNT, ha sido a lo menos enriquecedor. Igual mantengo viejas amistades en PJ, como Carlos Arocha o Jorge Millán. El común denominador: Respeto al poder, valentía y amor por Venezuela. Sin excepción son venezolanos muy preparados, con una disposición de entrega y lucha por el país a prueba de colectivos, milicias o mazos. No dudo que Venezuela seria otra, dirigida por esta combinación de experiencia y relevo político. Tienen estilos diferentes. Ramos Allup es irreverente, agudo, incansable, madrugador. Piensa y procesa información más rápido que su verbo, y que cualquiera de sus adversarios. Es tanto un observador incisivo como noble y amplio de gestos. Y es un gran negociador. Si el adversario quiere sentarse a construir consensos, lo hará. Pero debe mediar un mínimo de decencia y sensatez. María Corina es igualmente brillante, organizada, trabajadora. Una mujer más flexible y accesible, de lo que exhibe. Liberal, progresista, moderna, con una visión gerencial muy estudiada, lo cual es un desafío en un país clientelar, machista y pretoriano. Su calidez y dulzura a veces se oculta en el rigor de la política. Una dinámica violenta que atrapa el lado humanista de todos los venezolanos. Cuando las aguas vuelvan a su cauce, volveremos a la Venezuela matriarcal que amanece con una sonrisa en sus labios. Por lo pronto, el momento socio-político nos corroe por intemperante, turbulento, ansioso, convulsivo. Como lo sugiere Alberto Barrera Tyszka en su novela “Patria o Muerte”, a Venezuela la convirtieron en un cuartel, pero sin disciplina, sin orden y sin respeto. Un cuartel que más parece una cárcel…
El dilema de los actores políticos que en libertad, es decidir hasta donde la permutan por sus desafíos. Dos sentencias recientes del TSJ criminalizan el lobby internacional y preparan la cama al delito de usurpación de funciones y desacato, quien continúe con esa práctica. Retar al carcelero no son cosas de coser y cantar. Desde 2014 el gobierno decidió que la represión paga.–sic- Fueron por López en cuyos cálculos no estaba una prisión tan prolongada. Fueron por Maria Corina, y le aplicaron un torniquete menos medieval prohibición de salida del país (por demostrar que en lo internacional lleva una agenda impecable). Fueron por Ledezma, por no tener el Alcalde un competidor Chavista de peso en Caracas. Y fueron por Rosales, por significar lo mismo en el Zulia, un bastión que el Chavismo quería recuperar. ¿Cuáles han sido las consecuencias? Los que se enfrentaron a las medidas judiciales quedaron aislados en sus liderazgos. Aunque en términos de preferencia la disidencia reconoce su valentía, no ha habido un frente nacional realmente avalanchado y amalgamado, que salga a arriesgar por ellos tanto como aquellos arriesgaron por nosotros. Entre escasez, colas y bachaqueo, nos tienen a todos sobreviviendo. Y la arenga política se complica. No hay tiempo sino para conseguir yuca y plátano. ¿Ante las amenazas de los operadores políticos del gobierno (TSJ, MP, FFAA), que podemos hacer? ¿Debe ir Henry a la OEA o a las NNUU; al parlamento canadiense, o al Europeo? ¿Puede el presidente de la AN reunirse con mandatarios, como lo hacen normalmente parlamentarios del mundo? ¿Debe el líder adeco visitar parlamentos sopena de ser despojado de su inmunidad, su curul y enviado a casa por cárcel?
El dilema no es sencillo. El gobierno no le importa el sensible costo político de mandar a quien le venga en ganas, a las duchas. Y si no hay respuesta popular y ciudadana, habrán enviado la esperanza, la libertad y la decencia, nuevamente tras las rejas. Un punto a favor de la estrategia del gobierno que inmoviliza por desmoralizante. Pero lo contrario, es decir, doblarse nuevamente para evitar partirse (dixit Henry Ramos), seria precisamente partirse en diez… Porque dejar que una nueva bofetada política prospere (van 17 en igual número de sentencias), es declarar una derrota política ominosa por chantaje, muy peligrosa.
Aún advertido que el pellejo no es de uno, Henry tiene que avanzar en sus agendas a riesgo de la amenaza gubernamental, porque la política demanda. Ya vimos el costo político que significó la ida de Rosales a Lima. Y por eso regresó a plantarse en el Helicoide…
La política decanta. No dudo que estos dolorosos sacrificios pulsen desenlaces. Es duro, es indignante, pero como decía la abuela: !Toca!. No los abandonemos…
@ovierablanco / ovierablanco@vierablanco.com
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