ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
Bajo la premisa de que el hambre no espera, los esfuerzos que desde distintos frentes se hacen para lograr el establecimiento de un diálogo entre Gobierno y oposición lucen extemporáneos y desfasados de la realidad. Los saqueos y las consiguiente violencia que estos generan en todo el país se desarrollan con una dinámica tan endiablada que las discusiones en los foros internacionales y la controversia, planteada por burócratas de distinto pelaje y la barriga llena, se muestran como meros ejercicios retóricos que no conducen a saciar, en lo inmediato, la demanda insatisfecha de los tres golpes diarios que se le niega a la aplastante mayoría de los venezolanos.
Con esto no pretendemos desestimar los intentos, bien intencionados en la mayoría de los casos, por lograr una solución negociada a la crisis venezolana, pero a estas alturas está claro que la única solución implica un cambio radical, ya no solo de modelo, sino de Gobierno y eso es algo que el chavismo desecha por completo. ¿Se imaginan ustedes a Nicolás Maduro anunciando un acuerdo con el FMI, a Diosdado Cabello invitando a Lorenzo Mendoza a su programa de televisión para que hable sobre la reconstrucción del aparato productivo, a Pérez Abad promoviendo la reprivatización de las empresas arruinadas luego de su estatización o a la Ministra de la salud aceptando la ayuda humanitaria en materia de medicamentos?
Frente a tanta obcecación mentes sensatas de la oposición han propuesto el Referéndum Revocatorio, una salida que trasciende los acuerdos entre burócratas y les permite a los venezolanos abrir caminos democráticos a la crisis, sorteando el fantasma de la violencia, dándole al Gobierno la posibilidad de irse del poder por mandato de los electores y no por obra de un madrugonazo. El problema está en que el madurismo, luego de su colosal fracaso, en todos los órdenes y aferrado a la idea de que vivimos aún los años del dominio chavista total, pretende ningunear el mandato de una mayoría que ya le quitó su apoyo. Entramos, entonces, en otra fase en la que desaparecen los formalismos institucionales, el Gobierno se despoja de la máscara democrática y empieza a mandar sobre la base de su capacidad represiva.
En esas condiciones se le colocan todos los obstáculos a la celebración del revocatorio ante unas fuerzas democráticas que tienen la obligación de presionar, acompañadas por ese pueblo que ahora las respaldan, a un CNE que aún responde a los intereses del gobierno. Solo que el tiempo apremia, el momento del revocatorio es ahora porque para después será tarde e inútil y porque, por encima de todo, el hambre no espera.
@rgiustia
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