Dime, ¿es feliz la gente allá al otro lado de la frontera?/
¿Encuentra su amor respuesta en un veinte o veintidós
por ciento de los casos, o como aquí/ son mudos los
teléfonos, corazones desiertos noche tras noche/
corazones desiertos en la última habitación del laberinto?”
Bernardo Axtaga
Se pregunta uno cómo es la gente allá donde no hay paredes que te vigilan con ojos de comandante. Allá donde la vida es un sustantivo rutinario y hasta divertido.
¿Cuántos meses entraña el tiempo en esos lugares? Aquí somos un solo día. Un día que dura 17 años, de tan patriótico que es. ¿Han hecho ustedes del prójimo un argumento cursi?
¿Se ríe la gente en las esquinas? ¿Aún se acarician? ¿Caminan a la intemperie? ¿Se puede perder el rumbo, vagar por las vocales, toparse con ardillas?
Aquí ya no conversamos en las calles. No es bueno gastar esdrújulas en el camino de las balas.
¿Llegan con vida al aniversario de algo?
¿Cuántas neveras vacías por familia hay en ese otro lado del mundo? Vivir da hambre. Estar en lo oscuro da más hambre.
¿Hay arroz en las tiendas de alimentos? Cuéntenme del atún. ¿Es cierto que pueden comprar pan todos los días? ¿Existe mantequilla en las mesas de los restaurantes? ¿Son las lentejas un asunto de pudientes?
Los niños ¿aún le ponen salsa de tomate a sus risas?
***
Aquí todos los días salta gente hacia el otro lado de la frontera. Muchos caen en Miami. Clavan su bandera en las calles de Doral, en los semáforos de Weston. Algunos te escriben desde Tampa o Colorado. Recitan el Ávila desde Ontario. Hacen hallacas en Sidney. Derraman lágrimas en el calor de Panamá. Se hacen chilenos mientras tanto. Aprenden a comprar tomates en catalán.
Un amigo llegó hasta el corredor del sol: Tucson, Arizona. Aún no me habla de apaches ni de Wyatt Earp.
Allá, del otro lado de la frontera, ¿hay tantas despedidas como en mi cuadra? ¿Gente que remata su pasado, que pone en saldo sus muebles y amuletos de la buena suerte?
¿Hay cortes eléctricos en los quirófanos? ¿Salen a marchar por la revolución de lunes a lunes?
¿Tienen tantos asesinos como aquí?
***
Si quiere saber de Venezuela, busque en la zona de sucesos. No confundir con “success”.
***
La muerte, de este lado de la frontera, es más famosa de lo normal. Digamos, tiene una fama sumamente accesible. Te la puedes tropezar en cualquier esquina. Rifa sus besos cada media hora.
¿De aquel lado hay gente debajo de la cama? ¿Gente escondida en los sótanos? ¿Gente detrás de las nubes?
¿Al fondo de los gritos?
***
Era un tiempo en que los amantes se hicieron expertos en no desearse más de lo debido. No fuera a ser. Si no hay píldoras anticonceptivas ni preservativos, tampoco debe haber mujeres rompiendo fuentes, porque no hay pañales ni fórmula láctea ni senos pródigos.
***
Hoy se ha planeado una fuga masiva de hipertensos. Vida o muerte el dilema. ¿No has percibido a veces tu cerebro raro, caliente, débil? Más de 35 tipos de antihipertensivos han desaparecido de las farmacias. Necesitan cruzar la frontera.
Nadie se quiere morir de exceso de patria querida.
**
Dicen que ya no existe la felicidad en primera persona.
Que habría que madrugar, anotarse en una lista, marcarse el brazo.
Entonces, esperar, acechar.
Porque quién ha dicho que la felicidad se regala al primero que pasa.
Es el arrecife de estos tiempos.
Incluso si nadie lo contara, la tristeza ocurre como epidemia.
Incluso en los meses impares o en la luz de los bares.
¿Cómo es la gente allá?
¿Nacen peces en la noche?
¿Hay manzanas y ansiolíticos? ¿Hay presentimientos?
No sabemos dónde colocar la congoja que ahora viene
en sacos de 20 kilogramos.
La calzada está rota, la gente se tropieza:
y cae de bruces dentro de la revolución.
***
Incluso si nos creyeran, si pudieran contar los huesos.
Hay un olor insoportable que sale de los libros de derecho, de los anaqueles de los magistrados, de las sentencias a la medida.
Somos un país de víctimas. Una zona en reclamación.
Un mapa de impunidad y descalabro.
Así pasa hoy en esta avenida de ceibas y jabillos, pasa en las arenas del Supi, pasa en los escondrijos del páramo.
Ha llegado la hora de preferir un futuro.
Se buscan patrocinantes y entusiastas.
***
A una madre le han matado tres hijos y le robaron la bolsa de mercado.
¿Cabe tanta muerte dentro de una sola persona?
Dos vecinas taimadas le saquean la despensa a mi madre –cada semana– durante la manzanilla de la tarde.
¿Cabe la gente allá dentro de la comida?
A pocos les importa alguien en la bengala de la vida.
Ya todos somos forasteros.
***
Aquí el poder quiere construir un gran silencio.
Descargan paladas de cemento sobre la prensa, acumulan frisos contra las redes sociales, ladrillos para ocultar las noticias.
Asegúrese que su boca diga, que su ojo vea, que su mano señale.
***
¿No les da curiosidad? Manden exploradores.
Esta es una tripulación enloquecida.
Hay perros que le ladran al sol como si lo odiaran.
Hay arena en los dientes.
Hay vidrio en el agua.
Gente que muere a deshora, gente que no supo que nació.
De este lado de la frontera hay listas de presos políticos, listas de gente secuestrada, listas de gente que salta y se va, que se rompe y se va.
¿Se ha visto lo larga que es la noche en este lado de la frontera?
Solo quedan ventanas para el amanecer.
***
Mientras tanto, hay gente haciendo fila en la rabia.
Millones acodados de forma insoportable.
Alzando su huella digital contra la piedra de los días.
Ya nadie sabe qué es la patria.
La frontera, ese lugar donde uno comienza a ser extranjero,
¿dónde realmente queda?
Twittear |