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miércoles, 14 de agosto de 2013

La escasez de dólares y las robapelo. Por Ángel Alayón



Por Ángel Alayón | Prodavinci

Sansón perdió su fuerza cuando le cortaron el cabello. Mariana Rodríguez, de 21 años y con una melena larga y cuidada, sintió perder su dignidad cuando un grupo de mujeres le cortó su cabellera con una tijera de jardinería en una calle de Maracaibo. Mariana había sido víctima de una modalidad criminal que ha llamado la atención en los medios de comunicación y las redes sociales en Venezuela: los robos de cabello en las calles.

La cabellera larga siempre ha estado asociada con los arquetipos de belleza en la mujer occidental. El problema, como lo saben muy bien las mujeres y algunos hombres, es que dejarse crecer la cabellera exige tiempo y cuidado. En una era de cambios vertiginosos, en el que el tiempo es el recurso más costoso, las extensiones han llegado al mercado como un sustituto eficaz a las largas cabelleras naturales. ¿Por qué esperar a que pase el tiempo para tener el cabello largo cuando en una sesión en la peluquería se obra el milagro casi de forma inmediata? Y esta demanda por cabelleras largas puede satisfacerse comprando cabello —extensiones naturales o artificiales— en el mercado.

¿Pero qué pasa si la demanda por extensiones no puede satisfacerse en las cantidades adecuadas? La escasez de dólares, la sobrevaluación de la moneda y el crecimiento del precio de aquél-que-no-puede-ser-nombrado pueden estar detrás de las robapelo. Con las dificultades y el costo para importar “manufactura de cabello”, la demanda estaría siendo parcialmente cubierta con extensiones naturales realizadas in home pero obtenidas ilegalmente. El robo de pelo sería una consecuencia no intencional de la política económica venezolana.

En un reportaje de El Nacional, Ezequiel Yoris, dueño de una peluquería, sostiene que los robos de cabello se realizan en Venezuela para vender el producto en Colombia. De acuerdo con esta hipótesis, el pelo de Mariana Rodríguez y de las otras jóvenes mutiladas es exportado a Colombia de contrabando. Esta lectura del fenómeno de las robapelo no tiene nada de descabellada pues, en realidad, el cabello estaría siguiendo a la gasolina y a los alimentos como productos venezolanos que se venden ilegalmente en Colombia debido a las distorsiones cambiarias y de precios. Es un negocio que se produce por las distorsiones del precio del dólar y el mercado negro: el pelo de las venezolanas tendría un precio seis veces mayor en Colombia que en Venezuela, un poderoso incentivo.

Las pirañas robapelo son apenas una de las aristas de la actividad delictiva que siempre ocurren detrás de un control de cambio. En Venezuela somos testigos del lamentable crecimiento del contrabando de extracción. Quizás ya muchos estamos como Sansón y no nos hayamos dado cuenta.


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