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sábado, 15 de octubre de 2016

El suicidio de los críticos de la política. Por Fausto Masó


Fausto Masó / El Nacional

Llevamos decenas de años soportando a los críticos de los partidos que no han querido reconocer los méritos de los famosos 40 años de la democracia representativa, y, de esa forma, le abrieron la puerta al chavismo, a los peores tiempos de la historia venezolana. Eso no lo reconocen quienes jamás aceptarán que la democracia representativa fue la gran época de la historia de Venezuela. Cualquier gobierno de estas décadas, incluso el de Lusinchi o el de Herrera, es superior al de Chávez que, sin embargo, contó con el aplauso de intelectuales, periodistas, políticos, hasta el momento en que fue ostensible que había arruinado al país. Es hora de reconocer la obra de un Rómulo y un Caldera, aceptar que representaron para Venezuela un futuro superior al que nos impuso Chávez y ahora defiende Nicolás Maduro.

Todavía los críticos de la democracia no han reconocido sus errores, no han hecho un mea culpa, no han confesado que ellos son los principales responsables del hundimiento de Venezuela. Siguen tan campantes como antes. Rechazan reconocer lo que está a la vista, no se atreven a aceptar que la revolución chavista solo trae miseria y que ha llevado al país a un callejón sin salida.

Chávez llegó al poder por la estupidez de los críticos de la democracia que ensalzaron a un golpista, que odiaban a AD y a Copei, partidos que cometieron demasiados errores y que hoy prácticamente han perdido su fuerza política.

No es hora defender el pasado, pero sí de señalar la ligereza de los que no le reconocieron ningún mérito a los partidos democráticos, y de esa forma elogiaban al chavismo. La irresponsabilidad de intelectuales clérigos, políticos provocaron el desastre actual. Nuestros líderes de estos famosos 40 años crearon la primera sociedad libre de la historia y fueron un ejemplo para el continente.

Los críticos de los políticos cavaron su propia tumba, atacaron a los que estaban creando una sociedad libre y abierta, no supieron reconocer que los errores de los partidos en estos años no borraban la gran obra democrática.

Todavía no hay el coraje en Venezuela de aceptar la verdad de la democracia, reconocer la obra de Caldera y de Betancourt, que representaron el intento serio de construir una sociedad libre en un país acostumbrado a las dictaduras. Por eso es hora ya de señalar la verdad y se atreverse a reconocer que los 40 años de la democracia representativa han sido los mejores de la historia de Venezuela.

A esta altura, el chavismo ha llevado al país a un despeñadero, no hay futuro a la vista si no hay un cambio radical de modelo político y económico, no se trata solo de cambiar una clase dirigente por otra, sino también de darle un nuevo rumbo a la democracia, permitir el desarrollo de la libre empresa, abandonar las ideas estatistas, atreverse a discutir, por ejemplo, la privatización de la propia Pdvsa y de las industrias de la CVG. Y, por fin, reconocer la obra de los políticos de la democracia, aceptar que el peor político en el gobierno es mejor para el país que cualquier militar mandando.

Los militares a los cuarteles, los políticos al poder.

Los críticos sistemáticos de los políticos no han comprendido que estos son imprescindibles para que funcione una sociedad libre, solo que sus errores, sus desaciertos, se cometen abiertamente, no se ocultan como ocurre con las dictaduras. La revolución famosa del chavismo, en cambio, trae fatalmente la miseria, porque desalienta al productor, a los inversionistas, al trabajador, pero todo lo oculta mediante el control de los medios de comunicación.

Necesitamos políticos que se dediquen a la política y empresarios que se hagan cargo de la economía.

Los críticos de la democracia quieren destruir el sistema que les permite expresarse.

Nuestra clase política no se ha suicidado, sino la han liquidado sus críticos, los que no reconocieron que no hay una épica superior a la que hemos vivido en los famosos 40 años.

Ojalá que por lo menos estos tiempos infames y de miseria les abran los ojos a muchos.


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