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domingo, 22 de abril de 2018

¿En verdad no hay dólar caro?. Por Ronald Balza Guanipa


Por Ronald Balza Guanipa | Prodavinci

El título de este artículo es una pregunta de Willy McKey. El 27 de enero de 2018 encabezó con él uno de sus post y el mismo día me autorizó a utilizarlo. Desde entonces, han pasado tantas cosas con el dólar que le tengo cinco títulos más. Siguen a continuación.

Diez marcadores y un solo mercado (paralelo)

El 10 de abril de 2018, la cuenta @MonitorDolarVe (en Twitter) comenzó a publicar nueve marcadores diferentes del dólar paralelo y su promedio. A las 9:12 am del 20 de abril, ha llegado a tener más de 28,9 mil seguidores. De su lista han entrado y salido varias referencias, incluyendo una que se está pagando con cárcel. Luego de quince años de control de cambios, esta proliferación simultánea ha seguido a una sucesión de marcadores: ADR de la CANTV (2003 a 2007), dólar permuta (2007 a 2010), dólar implícito (2010 a 2013), dólar Cúcuta (2013 a 2016), dólar Instagram, dólar bitcoin y dólar corporativo (2016 a 2018).

Cada uno de los marcadores es presentado como el verdadero, el verificable, el de libre mercado, el de equilibrio, el que refleja la realidad, el más simple, el evidente, el más confiable, el más serio, el de la gente que sabe, el que no necesita mayor explicación. La canibalización de marcadores ya había ocurrido. El 26 de septiembre de 2014, cuando Reuters publicó una nota titulada Dólar en el mercado paralelo venezolano cruza umbral de los 100 bolívares: portal internet, el referente había dejado de ser el implícito y pasaba a ser el dólar Cúcuta, ambos publicados (con su promedio) por Dólar Today. El 26 de febrero de 2018, ante el “estancamiento” en esta página de marcadores mutantes, muchos se preguntaron ¿qué le pasa al dólar paralelo?, y ensayaron las respuestas típicas de quienes decían contar con un termómetro de la economía. Perdida la paciencia, el 6 de abril ya se publicaban notas advirtiendo que “DolarToday, se quedó en el aparato y ahora la oferta y la demanda aparece en los grupos de Whatsapp”. Y, a pesar de los rumores y absurdos que rodearon a Dólar Today, surgió esto que Anabella Abadi y Fancisco Toro llaman una “cacofonía de nuevos sitios”, cuyo valor informativo es por lo menos discutible.

No basta con invocar al “equilibrio” para que un “mercado” aparezca, ni viceversa. Si hay diez marcadores del paralelo, debe haber diez descripciones de cada mercado. Intercambio y mercado no son lo mismo. Confundirlos, según Ronald Coase, es consecuencia de ignorar los costos transaccionales y las respuestas institucionales a ellos. Sin embargo, incluso en libros de texto introductorios lo mínimo que debe esperarse al referirse a un mercado es la identificación explícita de oferentes y demandantes, de sus motivaciones y restricciones y de la información con la que cuentan.

Para definir un equilibrio de mercado es indispensable indicar explícitamente cómo se supone que se determina el precio como resultado de la interacción entre todos. Invocar la ley de la oferta y la demanda en un mercado competitivo no basta. Más de la mitad de los libros de microeconomía tratan sobre monopolios, oligopolios, cárteles y competencia monopolística, e introducen aplicaciones variadas de la teoría de juegos, como subastas, contratos y otras formas de negociación, reconociendo la importancia del comportamiento estratégico y de las asimetrías de información en diversos contextos.

En los libros de macroeconomía los equilibrios se multiplican. Hay, por ejemplo, distintas definiciones de tipo de cambio real. Los modelos cincuentenarios de Mundell Fleming y sus derivaciones proponen equilibrios de corto y largo plazo, suponiendo tipo de cambio nominal fijo o flexible y definiendo el tipo de cambio real sólo con bienes transables. Una ilustración de esta definición es calculada por The Economist con su índice Big Mac. Teniendo en cuenta bienes transables y no transables, Ricardo Hausmann definió otros equilibrios para una economía petrolera, suponiendo tipo de cambio nominal fijo, controlado o flexible en su Shocks externos y ajuste macroeconómico. También hay una variedad de equilibrios definidos para economías con controles de cambio, que sirven para definir el tránsito de regímenes duales a una unificación cambiaria.

Las cuentas de Twitter que publican marcadores del “mercado” paralelo hacen cálculos indirectos, atándolos a casas de cambio en la frontera y páginas de criptomonedas, o divulgan información tomada de mesas de dinero cuya estructura y funcionamiento son opacos y no verificables. No basta. Veamos por qué.

Billetes, cambures y frontera

Por varios años la referencia aceptada como marcador del paralelo dentro y fuera de Venezuela fue el dólar Cúcuta, a pesar de que el cálculo tomara como referencia la oferta y demanda de dólares por pesos en Colombia, y no las de Venezuela. Así, si en Colombia caían las exportaciones o cambiaban los objetivos de política del Banco de la República, el marcador recogería sus efectos sin tener en cuenta los cambios en las desconocidas oferta y demanda de dólares en Venezuela. Las casas de cambio en Cúcuta se convirtieron en objeto de un interés parcial y sesgado.

Por una parte, Dólar Today (como ahora hacen nuevas páginas) publicaba un único marcador, omitiendo que las casas publicaban cuatro precios para sus transacciones bolívar/dólar, calculados a través del peso: los precios de compra y de venta, según fuesen en efectivo o por transferencias. La disponibilidad de medios de pago y el peso potencial de transacciones clandestinas en la frontera debían influir sobre los márgenes de intermediación de las casas de cambio, por cuanto a los cuatro precios la misma importancia informativa. Dólar Today publicaba uno en su base de datos, que atribuía a la venta por transferencia, haciendo cambios no justificados en sus fuentes y reglas de cálculo.

Por otra parte, el gobierno comenzó a responsabilizar a las casas de cambio en Cúcuta del comportamiento del marcador y de la escasez de efectivo en Venezuela. Fotografías de grandes paquetes de billetes y noticias de compra de billetes por encima de su valor facial fueron presentadas como pruebas de una guerra económica. Sin embargo, otras explicaciones eran posibles. Una de ellas, el rezago en la actualización del cono monetario en medio de una inflación acelerada, que se reflejaba en el creciente volumen de papel necesario para comprar los mismos bienes y activos. Por otra, que en todas las fronteras del mundo las casas de cambio ofrecen la moneda de sus vecinos para la venta. Y que, como los cambures que se venden en cualquier abasto, los billetes en depósito no son los mismos todos los días: entran y salen de las casas de cambio porque alguien los necesita para hacer pagos en el país vecino.


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