El país vive crisis agudas de divisas y de financiamiento fiscal
DOMINGO FONTIVEROS| EL UNIVERSAL
No ha habido desplome petrolero este año en la economía venezolana. Al contrario, el precio de exportación continúa rondando los $100/barril, o un 1.000% por encima del promedio de 1998. Tampoco cataclismos naturales y evidentemente no estamos en situación de guerra abierta con ningún Estado, vecino o lejano, y ni siquiera de enfrentamientos en materia de comercio exterior. Aún así, el país vive crisis agudas de divisas y de financiamiento fiscal.
El gobierno ha reaccionado frente a estas crisis en forma bastante inepta. Reaccionó tarde ante el previsible y previsto desenlace de los excesos cometidos en el camino a las elecciones presidenciales de 2012, que abultaron en forma desmedida el déficit fiscal y drenaron peligrosamente las reservas internacionales. Los excesos no han debido cometerse, y una vez cometidos tenían que ser revertidos al final de aquel proceso electoral sin esperar mucho.
Cuando al fin reaccionó, lo hizo mal. Comenzó por demorar todo el proceso de asignación y liquidación de divisas y acentuar la represión en el sistema productivo. Luego combinó una maxidevaluación del bolívar con el cierre parcial del sistema de control de cambios, reforzando por otro lado la represión de precios y sin adoptar correctivos en el plano fiscal y monetario. Desencadenó con ello una espiral de precios, empujados por el alza de costos y atizados por brotes de escasez de innumerables rubros, que en muchos casos se ha convertido en una realidad constante y penosa para la población. Y tiene un atraso acumulado de obligaciones de divisas con el sector privado de varios millardos de dólares.
Los consumidores, trabajadores y empresarios no tienen más remedio, en la actual circunstancia, que acomodarse lo mejor que pueden a esta situación emergente de inflación encendida (en lo que va de año, de 12,5% al consumo, y 21,2% al mayor), sin que hasta el momento se vea luz al final del túnel. Aunque no puede llamarse "plan", lo que trata el gobierno es de paliar en algo el pésimo cuadro general, soltando una divisas aquí y subiendo algunos precios allá, de manera casuística, en el marco de unas mesas técnicas que abren un pequeño espacio de diálogo, sin terminar de abordar el problema de fondo, que es esencialmente fiscal, y desentendiéndose de las terribles consecuencias regresivas de los efectos distributivos que tienen sus medidas puntuales.
Provisto apenas de un precario concepto rupestre de la dinámica económica, las autoridades recurren con preferencia a herramientas políticas para arrinconar aún más al sistema productivo. Poner al ejército a combatir la delincuencia se parece mucho a matar hormigas con martillazos; promesas de armar a varios millones de trabajadores no encaja para nada en un plan económico; diferir las elecciones municipales para fin año parece indicar que el gobierno ve problemas para rato.
Este ajuste "de hecho", sin plan económico, es lo peor para conservar las posibilidades de recuperación futura, para minimizar el impacto de la coyuntura en el ingreso real de los trabajadores y en nivel de empleo, y para tratar de evitar una profunda contracción de la economía para este y los próximos trimestres. Desde hace años se impone una rectificación general de modelo y políticas. Pero la rectificación nunca llega.
dfontiveros@cantv.net
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