EUGENIO G. MARTÍNEZ | EL UNIVERSAL
Corría el año 2000. Previo a la relegitimación de poderes convocada para ese año la oposición dominaba ampliamente las alcaldías del país. En las megaelecciones (que en realidad no fueron tal cosa) se reafirmó el dominio de los adversarios de Hugo Chávez en el ámbito municipal. No obstante, el chavismo comenzó a crecer.
De las 335 alcaldías que tiene Venezuela los candidatos del MVR lograron imponerse en 80 municipalidades. Para el año 2004, ayudados por el efecto del referendo revocatorio presidencial, el MVR aumentó su control a 163 alcaldes. En 2008, el ahora denominado PSUV, logró colocar sus candidatos en 263 municipalidades.
En otras palabras, la oposición fue perdiendo espacios locales en los últimos 12 años. De controlar, al menos, la mitad de los municipios de país quedó reducida a 57 alcaldes en las últimas elecciones locales.
No obstante, si se utilizan como referencia los resultados del 14 de abril y se proyectan a las elecciones locales convocadas para el 8 de diciembre se puede suponer que la oposición está en capacidad de revertir esta pérdida sostenida de poder y lograr imponerse en 96 municipios y pelear (en caso que se presenten candidaturas de unidad) en otras 20 jurisdicciones.
Aunque estos números mantendrían el control del chavismo sobre 2/3 de los municipios, no se debe desestimar que la mayoría de las alcaldías que la oposición estaría en capacidad de ganar se encuentran en capitales de estados o en jurisdicciones emblemáticas de la geografía nacional.
No obstante, el análisis numérico pierde valor si no se acompaña con varias consideraciones cualitativas, comenzando por el reto de la oposición de motivar a sus votantes. No se puede olvidar que la dirigencia opositora enfrenta el reto de poder compaginar el discurso de fraude el 14 de abril con el llamado a participar el 8 de diciembre, especialmente cuando la mayoría de los elementos denunciados como irregulares en la última elección presidencial no sufrirá ninguna modificación importante en los próximos meses.
¿Vale la pena votar? Las consecuencias de la decisión de la oposición de retirarse en el año 2005 aún condicionan el entorno político venezolano. No obstante, habrá que esperar que las distintas empresas de opinión pública valoren el sentir del sector de la población que duda de la transparencia de los resultados electorales.
Inicialmente se puede inferir que si no existe contradicción para el votante de oposición, el chavismo se encargará de crearla y acentuarla.
Los principales voceros de la oposición han asegurado que no se llama a votar el 8 de diciembre porque se crea en el CNE, sino porque se cuenta con sus votos para "desenmascarar" al organismo comicial. No obstante, los principales generadores de opinión del chavismo ya exponen públicamente lo que puede entenderse como un mensaje ambiguo.
Pero la oposición no es la única que tiene ante sí un reto difícil. Considerando que la popularidad y aceptación de Nicolás Maduro en los estudios de opinión no logra consolidarse, se debe suponer que Hugo Chávez volverá a convertirse en el portaaviones electoral. De ahí que la fecha del 8 de diciembre (última aparición pública del Comandante) le facilite al PSUV la construcción, durante más de seis meses, de una nueva simbología electoral alrededor de la figura del comandante.
Antes de esto, el chavismo debe lidiar con otro problema: sus elecciones primarias. Ahora nombrar candidatos a dedo en el chavismo es mucho más complejo y riesgoso.
Por lo pronto, la crisis económica y la escasez juegan a favor de la oposición, como ocurrió en el año 2007 y buena parte de 2008. La duda es si la oposición logrará mover a su electorado a participar el 8 de diciembre.
emartinez@eluniversal.com / En Twitter: @puzkas
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