ALEXANDER CAMBERO | EL UNIVERSAL
Hemos descendido hasta lo más profundo de la ciénaga. La actual Asamblea Nacional es una vergüenza para una nación que se preció de contar con un escenario en donde el país debatía entre ciudadanos probos. Añorados los tiempos cuando las tribunas vibraban con el verbo encendido de Andrés Eloy Blanco, aquel mago de las palabras desenfundaba su espada literaria para esparcir hermosas notas que homenajeaban a nuestro idioma castellano. Un hombre de vida austera, que jamás perdió su raíz enclavada en el alma popular, que hizo que compañeros y adversarios lo respetaran con la misma pasión que dejaba en sus discursos. En la bucólica Caracas de antaño, muchos parroquianos se apiñaban frente a los pocos radios de galera de la marca alemana Telefunken, para escuchar los debates de la asamblea nacional constituyente del año 1947. Allí el gran bardo cumanés destacaba como ninguno. Los años fueron dejando la impronta de venezolanos ilustres. La decadencia se fue apoderando de todo. Los grandes virtuosos fueron desapareciendo, vinieron épocas de esplendor y momentos turbios; surgieron entonces las almas mediocres, los seres de podrida entraña. Personajes que llegaron al gran escenario nacional, para enlodarlo todo, con la putrefacción de sus espíritus, huérfanos de honestidad e idoneidad para los cargos. Fueron hábiles para escalar posiciones protagónicas, llegaron amparados por un terremoto electoral que los hizo los dueños del circo infame.
Lo que vimos en días pasados con el desaliñado protagonismo de Pedro Carreño, es uno de los episodios más lamentables de los últimos tiempos. Un discurso cargado de veneno para enrostrarle al adversario conductas que muchas veces son aquellas que se ocultan detrás del disfraz de macho vernáculo, casi inmediatamente circuló por las redes sociales una foto del año 2005 en donde el diputado oficialista aparece en "cariñosa" actitud con otro caballero en un bar. Igualmente la declaración de otro amigo vía Twitter, revela hechos muy interesantes con respecto a las verdaderas inclinaciones de este vengador del futuro sin carburo.
El hombre que siempre viste como un típico gentleman europeo, ha iniciado una feroz persecución en contra de aquellos que no comparten este horror por dosis que es el régimen. Ese espectáculo de cloaca rota que hizo hace algunos días solo nos muestra lo bajo que hemos caído. Usando adjetivos que horadaron la dignidad de venezolanos decentes, arremetió con la fiereza de un ser maligno y sin escrúpulos. Una disertación pobrísima, recordó sus días de administrador de una cantina en donde las cuentas no cuadraron y por ello fue expulsado de las fuerzas armadas. Con su intervención, se demostró que quien insulta, es alguien que no tiene estatura moral ni principios para debatir ideas. Para Carreño la lucha parlamentaria es en la fétida charca. Su estrategia de convertir el templo de las ideas, en una ruidosa discusión de cantina, viene logrando su cometido. Muchos han caído en ese juego macabro en donde se busca restarle utilidad al Parlamento. Es una apuesta que anda tras la caza de muchos que pueden o quieren ser tentados por el poder omnímodo. Con esto cierran el círculo de un espacio que viene perdiendo su razón de ser.
Lo peor del caso es que el país percibe poca diferencia entre opositores y gobierno. Salvo una excepción de lujo como María Corina Machado y cuatro o cinco más, la verdad es que se esperaba un papel diferente de las huestes democráticas. Es cierto que los asfixian con el reglamento y la violencia, que la red de medios propagandistas del régimen los ridiculiza. Pero, es sumamente extraño el silencio de grandes batalladores de otrora. Parlamentarios que enfrentaron al poder en condiciones difíciles, hoy los vemos callados mientras Venezuela se hunde: ¿Miedo o complicidad?
Se fueron los que enaltecían la palabra y llegaron los enanos de cerebro. Hemos caído en las profundidades, y no sabemos cuándo nos libraremos del penetrante olor a porquería que lo invadió todo.
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