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sábado, 7 de marzo de 2015

Podemos, Maduro y los medios españoles. Por Marta Colomina


Marta Colomina / El Nacional

“Venezuela, país para no imitar” fue un reciente editorial del diario español La Razón que, unido a otros muchos de ABC, El País o El Mundo, “tertulias” televisivas y medios digitales, nos ilustran sobre el interés que la persecución ideológica y la ruina económica de Venezuela han adquirido en España desde que emergió el partido Podemos, incubado desde la lucrativa asesoría que sus jóvenes integrantes, Pablo Iglesias, Monedero, Errejón, Alegre y otros, brindaron durante más de 10 años, a los gobiernos de Chávez y luego Maduro, del que todavía reciben altos cheques en euros, a pesar de la ruina causada al país por su ineptitud, corrupción y trasnochado modelo cubano. Ese editorial relata que “en amplios sectores de la sociedad española, que apenas está superando las consecuencias de una larga y profunda recesión, el ejemplo de lo ocurrido en Venezuela produce una innegable alarma por las conocidas vinculaciones profesionales, económicas e ideológicas que el régimen chavista ha mantenido con los líderes más caracterizados de Podemos”. Y como ante la advertencia que nos hacían los cubanos de que “Venezuela sería una segunda Cuba en manos de Chávez” nosotros respondíamos: “No vale, Venezuela no es Cuba” y hoy estamos peor que ellos (al decir de la enterada Yoanni Sánchez), así el editorial de La Razón cree que la inquietud creada por la irrupción de Podemos en la política española, “se trata de una alarma, a nuestro juicio infundada, tanto por las abismales diferencias que se dan entre Venezuela, desarmada institucionalmente, y España, que es una democracia consolidada, como por el ámbito socioeconómico en el que opera el fenómeno populista español, tributario de una situación coyuntural que la recuperación económica de nuestro país debería neutralizar”.

Con esa visión, más de un editorial de la prensa española, lleno de críticas hacia el régimen de Maduro, han titulado “España no es Venezuela”. Y Dios quiera que no lo sea, aunque bueno es recordar que “no hay peor ciego que quien no quiere ver”. Por ejemplo, este mes son las elecciones andaluzas a las que concurren los partidos tradicionales (PP, PSOE e Izquierda Unida) y dos organizaciones emergentes que, según las encuestas, romperán el bipartidismo: Podemos y Ciudadanos: el primero de izquierda extrema (aunque discursivamente la esté moderando) y Ciudadanos de centro-derecha, con un carismático líder, Albert Rivera. Andalucía tiene el desempleo mayor de España y pobreza más alta que el promedio nacional, terreno abonado para que allí el populismo haga de las suyas. Pablo Iglesias, como hizo Chávez, está ofreciendo “luz y agua gratis para los okupas” (invasores de viviendas) y anuncia “la expropiación de fincas en Andalucía”, un “estado de emergencia habitacional” y la “suspensión temporal de los desahucios”, fórmulas también heredadas de un alcalde andaluz, José Antonio Gordillo, con quien, según la revista Interviú, Venezuela “firmó un acuerdo para importar aceite de oliva a más del doble de su precio real. El contrato fue firmado por el ministro Osorio, y se compromete a comprar hasta 12.000 toneladas métricas de aceite a un precio de 6.504 euros por tonelada. El precio de mercado de ese aceite es de 2.988 euros por tonelada. Menos de la mitad de lo que pagó Venezuela.

La tirria a los medios independientes es característica que une a Iglesias y Maduro. En su programa de gobierno Iglesias prometía estatizarlos, aumentar los impuestos a los ricos y darle sueldo completo y casa a los parados, sin que alcancen los ingresos reales del Estado. Los cálculos de crecimiento de la economía que los analistas concedían a España están amenazados hoy por el populismo de Podemos y su afinidad con el modelo que llevó a Venezuela a la ruina. Pablo Iglesias surge como respuesta a la enorme corrupción de los partidos tradicionales, como Chávez emergió contra AD y Copei, cuya corrupción hoy nos parece cosa de niños ante el saqueo rojo. La prédica de Iglesias contra la corrupción de la “casta” y la necesidad de “transparencia” administrativa de lo público, pronto se develó como falsa, al comprobarse los enormes ingresos recibidos desde Venezuela (serían hasta 14 millones de euros), en parte no declarados al fisco. La represión política, inflación de 3 dígitos, colas gigantescas para conseguir alimentos y medicinas y las 25.000 muertes violentas aparecen cada día en la prensa, tertulias y noticieros españoles, como el informe AON, que pone a Venezuela con el riesgo de inversión de Afganistán, Irak e Irán; o el Instituto Cato de Estados Unidos, en cuyo Índice de Miseria Internacional Venezuela ocupa el primer lugar; o el desmentido rotundo del presidente colombiano en España: “Complot contra Maduro no tiene ni pies ni cabeza”.

El canal 5 español, uno de los que (con la Sexta) más ha animado a Pablo Iglesias, visitó recientemente Venezuela y presentó un reporte estremecedor: presos políticos en condiciones infrahumanas, farmacias sin medicamentos, precios siderales y colas monstruosas para obtener alimentos que no se consiguen. En esas colas, una española, entre lágrimas, advertía a sus paisanos que así podrían verse ellos si votan por el clon del chavismo. Ojalá que los españoles sí aprendan por experiencia ajena.


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