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jueves, 3 de octubre de 2013

El fin del secuestro de Venezuela. Por Thays Peñalver


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THAYS PEÑALVER | EL UNIVERSAL

Releo "El Honor del Guerrero" en el que Michael Ignatieff nos cuenta sobre la "revolución" en el África Central. En un pasaje del libro relata una anécdota en la que un muchacho ataviado de uniforme de campaña y un kalashnikov, explica con su desdentada sonrisa que su nombre es "Rambo" como el personaje de Silvester Stallone.

Cargado de oro en el cuello y lentes de aviador de marca, nos explica que él es "Revolucionario" y que garantiza la "Revolución del pueblo". Un pueblo donde a unos pocos kilómetros al sur, el programa de emergencia de la ONU entrega toneladas de comida a más de 100 mil hambrientos desplazados, paradójicamente por la violencia de "Rambo", quien asaltando finca tras finca y contagiando de Sida a 500 mil de sus mujeres (ONU) asemeja a la bíblica plaga de langostas.

Todo comenzó con un militar en África que, al dar un golpe de Estado para instaurar una revolución, jamás tomó en cuenta que si la democracia había supuestamente fracasado y llevado al deterioro social, era precisamente ese deterioro el que migraría, junto a mucha gente sana, a su revolución en forma de "Rambos". Y eso mismo pasó en muchas otras revoluciones incluida Venezuela, si se dijo hasta el cansancio que los 40 años llevaron al deterioro moral, la lógica habría sido cuidarse de que ese deterioro no ingresara a sus filas. Pero lejos de cuidarse, ese deterioro que inexorablemente busca el centro de poder y de dinero, en pocos años tomó el control.

La idiotez infantil de construir un "apparatchik" a lo bestia en Venezuela, un país asolado por la falta de valores, terminó en la masificación de pequeñas mafias que desplazaron a la fuerza a una mayoría aterrorizada del chavismo. En fin, que lo que destruyó a la Revolución no fue otra cosa que la proliferación de una cultura Underground, que es en esencia la misma que destruyó la producción, paró la economía real y llevó al colapso de la Unión Soviética, dominada por lo que los rusos llaman Vorovskoy Mir o Mundillo del Ladrón.

Se trata de una gigantesca estructura de poder alimentada por los controles, que está arriba comprando con sobreprecio, está en el medio destruyendo las fábricas expropiadas o parando las máquinas y está abajo sin colocar los pocos repuestos en las torres, los transformadores, las mallas o revendiendo los pararrayos, los cables, las medicinas, la gasolina y hasta los alimentos en otros países. Es la verdadera razón por la que Usted no puede conseguir un saco de cemento o una cabilla, leche o "papel tualé". Por la que explotan los transformadores, vuelan las centrales eléctricas o se incendian las refinerías. Son los que venden hasta los animales del zoológico, los que meten drogas en los aviones o los que convierten en un prostíbulo una lavandería de hospital y sobre todo, los que redactan los informes culpando a una oposición que no gobierna ni maneja recursos desde hace 15 años. En fin, el mismo cuento y los mismos "nuevos hombres" que destruyeron todas las revoluciones, desde Barcelona en 1937 hasta Moscú en los 80.

Una masa atraída por lo que los estudiosos del comunismo llamaron "corrupción legalizada o permitida" (Xiaobo Lü 2000) y animada por el doble discurso oficial (Johnson 2004) en el que se permitió dar el ejemplo a muchos de los jóvenes que propinaron los golpes de Estado en nombre de los valores morales, convertidos más tarde en ricos banqueros y empresarios. Educada con el doble discurso del "sermón dominical" sobre el nuevo hombre, mientras los descendientes del "predicador" vivían una vida solo comparable a la de París Hilton. Los llamados a la formación de "cuadros ideológicos", por voceros forrados de Cartier.

Es patético que Chávez copiara todos los errores de las revoluciones anteriores y muriera sin entender que "Rambo" no es un revolucionario, sino un criminal que usa la revolución en su beneficio y que entiende la "redistribución de la riqueza" como el "asalto a la riqueza", mientras desplaza a la fuerza a los verdaderos revolucionarios, porque Rambo es a la "Revolución del Pueblo", lo que la bomba atómica fue para el programa de desarrollo de Hiroshima.

Pero es más patético aún, que lo que queda del liderazgo revolucionario (cómo ocurrió en los últimos días de la URSS) proteja a los Rambos para garantizarse un día más en el poder, sin entender que Rambo fue quien los destruyó y que de no detenerlo, las últimas fincas arrasadas serán las suyas, cuando ese muchacho ataviado de uniforme de campaña, mucho oro y lentes de marca, les explique apuntándoles con su kalashnikov, que ellos son la oligarquía y les enseñe lo que es la "justa distribución de la riqueza".

Pero no se aterre amigo lector porque Venezuela no es África, el venezolano ha combatido ferozmente esta locura y se sorprendería lo poco que hace falta para cambiar. Basta con caminar por Barcelona o por Berlín, donde también ocurrió (Vogl 2012), para saber que todo tiene solución y comienza con apretar un simple botón el 8 de diciembre.

tpenalver@me.com

@thayspenalver


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